Dos niñas de 15 años murieron tras consumir frambuesas contaminadas con talio en Bogotá, mientras otras dos personas resultaron intoxicadas pero sobrevivieron.
Bogotá se estremeció hace siete meses con un crimen que parecía sacado de una novela, pero que tuvo consecuencias trágicamente reales.
Una reunión de estudiantes del Colegio Nogales terminó en tragedia cuando cuatro jóvenes consumieron frambuesas achocolatadas que contenían talio, un metal altamente tóxico.
Dos de las niñas de 15 años fallecieron y otras dos personas resultaron intoxicadas, aunque lograron sobrevivir. La alerta inicial en la ciudad fue inmediata: nadie podía creer que un regalo aparentemente inocente se convirtiera en un arma letal.
Tras meses de investigación silenciosa, la Fiscalía identificó a la principal sospechosa: Zulma Guzmán Castro, una empresaria reconocida y visible, quien incluso había participado en el programa internacional Shark Tank.
Con 54 años, Guzmán era economista y fundadora de Carvi, una aplicación de alquiler de vehículos eléctricos en Bogotá.
Lo que parecía un perfil respetable pronto se vio empañado por la sospecha de que ella habría enviado las frambuesas contaminadas con talio directamente a la casa de las víctimas, un acto que la Fiscalía considera deliberado y con premeditación.
El caso se complicó aún más por la relación de Guzmán con el padre de las menores, Juan de Beidut, reconocido empresario del sector financiero. Según la investigación, esta relación habría sido el móvil del crimen pasional que terminó con la vida de dos adolescentes.
Los investigadores señalan que Guzmán compró los frascos de frambuesas en línea, el 25 y 26 de marzo, y gestionó que fueran entregados en el sector de Chapinero Alto en Bogotá.
El testimonio clave de un domiciliario permitió rastrear la entrega y confirmar la implicación de la empresaria.
La Fiscalía también ha documentado que el talio utilizado es un metal insípido y extremadamente tóxico, que hasta 1972 se utilizaba como veneno para roedores y ahora está prohibido debido a su alto riesgo.
La preparación del crimen, que incluyó la compra anticipada del veneno y la entrega meticulosamente planificada de las frambuesas, revela un nivel de premeditación que ha horrorizado a la opinión pública.
Tras los hechos, Guzmán abandonó Colombia y viajó primero a Argentina, desde donde se desplazó a Brasil, España y Reino Unido.
Ante su fuga, la Fiscalía solicitó y obtuvo una orden de captura, así como la emisión de una circular roja de Interpol para localizarla y detenerla en cualquier país donde se encontrara.
La búsqueda internacional continúa mientras se recopilan más pruebas y se coordinan acciones con agencias extranjeras.
El impacto de este crimen no se limita a la muerte de las niñas. La tragedia ha revictimizado a toda la familia y a la comunidad educativa, dejando una sensación de incredulidad y miedo entre los ciudadanos.
Expertos en toxicología y patología de Medicina Legal trabajaron exhaustivamente para confirmar que la causa de las intoxicaciones y las muertes fue el talio presente en las frambuesas.
Este hallazgo descartó cualquier posibilidad de accidente y consolidó la hipótesis de un acto deliberado y calculado.
Los detalles sobre cómo se ejecutó el envío son escalofriantes. El domiciliario, quien entregó las frambuesas, relató que las víctimas inicialmente dudaron de recibir el paquete, pero finalmente accedieron.
Esta pieza clave de evidencia permitió a las autoridades reconstruir la cadena de eventos y apuntar directamente a Zulma Guzmán como la persona que habría organizado la entrega.
El caso ha generado conmoción no solo por la crueldad del acto, sino también por la posición social de la presunta responsable.
Guzmán, de alto estrato social y con visibilidad pública, representa un contraste impactante entre su perfil profesional y la gravedad de los hechos que se le imputan.
Su participación en programas internacionales y su papel como empresaria reconocida agregan un matiz de escándalo que ha capturado la atención nacional e internacional.
Mientras la investigación continúa, la Fiscalía trabaja en estructurar un expediente sólido para llevar ante la justicia a Guzmán.
Se espera que la coordinación internacional permita su captura y que se esclarezca completamente la motivación detrás de este crimen pasional que terminó con la vida de dos jóvenes.
Las autoridades también investigan si la relación entre Guzmán y el padre de las niñas pudo influir directamente en la ejecución del plan criminal, que combinó celos, venganza y premeditación en un episodio que nadie en Bogotá podrá olvidar fácilmente.
Este caso ha dejado una marca imborrable en la sociedad colombiana, recordando que incluso los entornos más confiables pueden esconder secretos devastadores.
La tragedia de las frambuesas envenenadas con talio se ha convertido en uno de los episodios de intoxicación más graves del país en los últimos años y ha puesto de relieve la importancia de la investigación criminal y la cooperación internacional para llevar a los responsables ante la justicia.
El crimen pasional, la planificación meticulosa y la fuga internacional de la presunta responsable han mantenido en vilo a las autoridades y a la ciudadanía, mientras se espera que la justicia siga su curso y que las víctimas y sus familias puedan, algún día, encontrar un mínimo de paz.
La sombra de Zulma Guzmán Castro y su implicación en este caso sigue generando debate, horror y la necesidad urgente de respuestas en la sociedad.
