En una Caracas de los años noventa, donde el humor era parte esencial de la vida cotidiana, emergió una figura que supo conquistar al público con su gracia natural y su sonrisa luminosa.
Hilda Fuenmayor, actriz y comediante venezolana, se convirtió en uno de los rostros más queridos de Radio Rochela, el programa humorístico más emblemático de la televisión nacional.

Su talento, su carisma y su humanidad la hicieron inolvidable.
Su reciente fallecimiento, ocurrido el 30 de octubre de 2025, ha dejado una profunda huella en la memoria colectiva de Venezuela.
Hilda nació en Caracas el 4 de septiembre de 1971. Desde pequeña mostró una inclinación por las artes escénicas.
Le fascinaba el baile, el modelaje y la actuación, pero también tenía un talento especial para escribir y observar la vida con una sensibilidad única.
Quienes la conocieron recuerdan que no necesitaba levantar la voz para llenar un espacio: bastaba su presencia.
Su energía y entusiasmo eran contagiosos, cualidades que pronto la llevarían a los estudios de RCTV, donde su destino artístico tomaría forma.
En RCTV, Hilda encontró un escenario ideal para desplegar su talento.
Allí se unió al elenco de Radio Rochela, el programa humorístico más longevo del país, un símbolo de identidad nacional que durante décadas acompañó las noches de millones de venezolanos.
En ese espacio interpretó a Emanuelle, un personaje sensual y caricaturesco del sketch Los franceses, en el que combinaba elegancia, picardía y un humor refinado.
Su interpretación fue celebrada por su precisión y naturalidad.
Logró que cada aparición suya en pantalla se convirtiera en un momento de alegría genuina.
El público la adoraba por su autenticidad. Podía pasar del humor ligero a la ternura más profunda sin perder su esencia.
Su sonrisa, sus gestos y su mirada noble hicieron de Hilda Fuenmayor una figura entrañable.
No era solo una actriz; era una presencia que irradiaba humanidad.
En el ambiente televisivo, donde muchas veces reinaba la competencia, ella prefería el compañerismo y la risa compartida.
Sus colegas la recordaban como alguien que trabajaba por amor al arte, no por protagonismo.
Fuera del set, Hilda llevaba una vida tranquila y familiar. Vivía en Caracas junto a su esposo y sus dos hijas, disfrutando de la rutina lejos de los reflectores.
Su vocación no se limitaba al entretenimiento: también era psicopedagoga.
Su pasión por entender y ayudar a los demás demostraba que su compromiso con la vida iba más allá del escenario.
Esa dualidad —la artista y la educadora— la definía como una mujer completa, sensible y profundamente humana.
Sin embargo, la vida le presentaría una dura prueba.
En el año 2020, Hilda fue diagnosticada con un cáncer abdominal, compuesto por dos tumores malignos entre la vejiga y la pelvis.
A partir de entonces comenzó una larga y silenciosa batalla.
En lugar de ocultarse, decidió compartir su proceso con el público, utilizando sus redes sociales como un espacio de esperanza.
En Instagram se definía con orgullo como “Rochelera de mi gran RCTV” y publicaba mensajes llenos de fe y gratitud.
Nunca se mostró derrotada; hablaba con serenidad sobre su enfermedad, como quien comprende que cada etapa de la vida tiene su razón.
En una de sus confesiones más recordadas, Hilda reflexionó: “Si divido mi vida en la Hilda de antes y la Hilda de después del cáncer, puedo decir que la de antes no habría soportado lo que viví. Pero la de ahora aprendió a ver la enfermedad con otros ojos”.
Estas palabras resumen su fortaleza y su madurez espiritual.
No veía el sufrimiento como castigo, sino como una oportunidad de transformación.
Durante cinco años enfrentó tratamientos, cirugías y momentos de dolor, siempre acompañada por su familia y sus hijas, que fueron su motor principal.
En 2022, amigos y colegas organizaron una campaña para recaudar fondos destinados a su atención médica, un gesto que demostró el cariño y respeto que el país sentía por ella.
Su historia inspiró a muchos, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y esperanza.
A medida que su salud se deterioraba, su espíritu se fortalecía. En sus publicaciones no había queja, sino amor y agradecimiento.
Continuó escribiendo, alentando a otros a no rendirse, y recordando que “la vida vale incluso cuando duele”.
Hilda nunca permitió que la tristeza la definiera. Su elegancia, tanto física como emocional, permaneció intacta hasta el final.
Su partida el 30 de octubre de 2025 fue recibida con profundo pesar. Las redes sociales se llenaron de mensajes de afecto, de recuerdos y de risas compartidas.
Compañeros de Radio Rochela, artistas, periodistas y espectadores expresaron su admiración por una mujer que, más allá de la pantalla, había sabido tocar vidas con su bondad.
En un país donde el humor siempre ha sido una forma de resistencia, Hilda Fuenmayor representó lo mejor de esa tradición: la risa como medicina, como refugio y como acto de amor.
La carrera de Hilda no se limitó a la televisión.
También brilló en el teatro, participando en obras como Otra llamada más y Si me lo pides, te lo doy, donde mostró su versatilidad y su dominio del escenario.
Era capaz de hacer reír y emocionar en la misma medida, con una naturalidad que solo poseen las artistas verdaderas.
Hoy, su legado va más allá de los personajes que interpretó. Hilda Fuenmayor deja un ejemplo de valentía, gratitud y alegría.
Su historia nos recuerda que el arte no se mide por la fama, sino por la capacidad de conmover. Ella supo hacerlo sin artificios, desde la autenticidad.
Su risa sigue resonando en la memoria de quienes crecieron con Radio Rochela y en el corazón de quienes encontraron en su lucha una lección de vida.

En los últimos años, cuando el dolor físico aumentaba, Hilda solía decir que Dios mueve el tablero de ajedrez para que cada quien aprenda donde debe estar.
Tal vez por eso su paso por la televisión, el teatro y la vida cotidiana tuvo el propósito de enseñar que la luz más fuerte es la que no necesita reflectores.
Hilda Fuenmayor se despidió del mundo dejando una huella imborrable.
Su historia no es solo la de una actriz talentosa, sino la de una mujer que entendió que reír también es una forma de resistir.
Y aunque ya no esté físicamente, su voz, su alegría y su ejemplo seguirán vivos en cada risa que recuerde que, como ella decía, “no todo está perdido mientras podamos reír.”