Revelado al fin: El escándalo que ocultaron tras la muerte de Pedro Infante y su fortuna perdida
La mañana del 15 de abril de 1957, Pedro Infante partió desde su casa en Mérida rumbo al aeropuerto, preocupado por un escándalo que amenazaba con ponerlo tras
las rejas.
Se trataba de la anulación de su matrimonio con Irma Dorantes.
Con la esperanza de solucionar el conflicto en Ciudad de México, pidió volar como copiloto en un avión de la compañía TANSA.
Nadie imaginaba que esa sería su última misión en vida.
A las 7:45 a.m., el avión perdió altura sobre el centro de la ciudad.
El motor falló.
Pedro, junto al capitán Vidal y el mecánico Bautista, decidió estrellarse en una zona menos poblada para evitar más muertes.
Murió a los 39 años, dejando una leyenda… y una fortuna que jamás llegó a las manos de quienes debían recibirla.
La noticia de su muerte sacudió a todo México.
Pero lo que vino después fue aún más devastador.
Apenas quince días tras su fallecimiento, se dio a conocer que Pedro Infante, contrario a lo que todos creían, no tenía grandes riquezas.
Se hablaba de 20 millones de pesos, una suma astronómica para la época.
Pero no había rastro de ese dinero.
Las acciones en la productora Nature Kings, las propiedades, las cuentas bancarias, los bienes… todo había desaparecido.
Y nadie sabía cómo ni por qué.
Ahí comenzó una batalla feroz entre los familiares del ídolo.
Su madre, Refugio Cruz, su esposa legítima María Luisa León, y hasta sus hermanos y sobrinos exigieron su parte.
Ángel Infante, su hermano, declaraba que legalmente la herencia correspondía a su madre y parte de los sobrinos.
Pero en medio del caos, un nombre salía una y otra vez: Antonio Matuk.
Este hombre era el apoderado de Pedro, su hombre de confianza, casi un hermano.
Pero también era quien manejaba cada centavo de su dinero.
Y lo hacía, como ahora se sabe, a su favor.
Matuk, quien tras la muerte de Pedro fue internado por problemas cardíacos, tenía en sus manos el control total de los bienes.
Y es ahí donde comenzó el verdadero escándalo.
Se descubrió que muchas de las propiedades que Pedro le pedía comprar estaban registradas a nombre de Matuk.
Pedro, confiado y ajeno al mundo de las finanzas, no cobraba regalías ni controlaba sus ingresos.
Simplemente actuaba, cantaba, grababa… y Matuk hacía el resto.
Pero lo hacía para sí mismo.
Tras su muerte, la familia dejó de recibir incluso las pensiones mensuales que Pedro les enviaba.
Matuk cortó toda ayuda y negó tener responsabilidad alguna.
Pero él no fue el único.
Otro personaje, Ruperto Peredo, a quien Pedro consideraba como un segundo padre, también lo traicionó.
Pedro le había pagado una casa en Mérida para Irma Dorantes, desde la cual salió rumbo al aeropuerto el día de su muerte.
Pero tras su fallecimiento, Ruperto aseguró que la propiedad no había sido liquidada, y también la perdió la familia Infante.
Todo se volvió aún más indignante cuando se supo que Antonio Matuk, padrino de Irma Infante, le dijo con frialdad a la madre de Pedro un mes después de la
tragedia que nunca más volvería a ver ni un centavo de su hijo.
Murió en 2003, negándolo todo hasta el final.
Pero ya era tarde.
El daño estaba hecho.
Las 50 personas que dependían económicamente de Pedro quedaron desamparadas.
Su madre, a quien había jurado cuidarla hasta el último día, murió al año siguiente.
Se dice que fue de cáncer… pero muchos creen que fue la tristeza y la traición lo que realmente la mató.
Así terminó la historia financiera de Pedro Infante, una leyenda que brilló como pocos y que fue apagada no solo por el destino, sino por la codicia de quienes más
cerca tenía.
Su confianza ciega fue su perdición, y su legado, más allá de las canciones y películas, quedó marcado por la sombra de una traición impensable.
Esta no es solo la historia de una fortuna perdida, sino de un ídolo que fue robado no por desconocidos, sino por aquellos que decía amar.