El asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994 marcó un antes y un después en la historia política de México.
Candidato del PRI a la presidencia, su muerte en plena campaña electoral conmocionó al país y desató una ola de dudas, teorías conspirativas y controversias que aún persisten tres décadas después.
En este artículo, exploramos los hechos escalofriantes que rodearon su asesinato, las inconsistencias en las investigaciones oficiales y las verdades que los medios tradicionales han ocultado.
Luis Donaldo Colosio nació en Magdalena de Quino, Sonora, en 1950, en una familia modesta.
Estudió economía en el Tecnológico de Monterrey y realizó una maestría en Estados Unidos, pero su ambición iba más allá de su formación académica.
Colosio decidió ingresar al PRI para transformarlo desde dentro. Con una carrera política ascendente, fue diputado, senador y presidente del partido.
Su discurso del 6 de marzo de 1994, inspirado en los ideales de justicia y democracia, marcó un quiebre con el sistema político tradicional y lo convirtió en una amenaza para las élites del poder.
En noviembre de 1993, Colosio fue nombrado candidato presidencial del PRI, una designación que en ese momento parecía garantizarle la presidencia.
Sin embargo, la situación política cambió rápidamente con el levantamiento armado del EZLN en Chiapas el 1 de enero de 1994.
La crisis debilitó su posición y aumentó las tensiones internas dentro del PRI.
Su discurso en Hidalgo, donde criticó abiertamente el presidencialismo abusivo y la falta de justicia social, evidenció su ruptura con el presidente Carlos Salinas de Gortari y el sistema político que lo había impulsado.
El 23 de marzo de 1994, durante un mitin en Lomas Taurinas, Tijuana, Colosio fue asesinado frente a miles de personas.
Un hombre identificado como Mario Aburto Martínez disparó dos veces: una bala alcanzó la cabeza y otra el abdomen del candidato.
Colosio fue trasladado rápidamente al hospital, pero murió horas después.
La detención de Aburto fue inmediata, aunque él negó haber disparado y acusó a otros miembros del equipo de seguridad.
La escena del crimen estuvo marcada por irregularidades: ambulancias tardaron en llegar, la zona no fue resguardada adecuadamente y las grabaciones desaparecieron misteriosamente.
La confusión y el desorden fueron evidentes desde el primer momento.
La investigación inicial concluyó que Mario Aburto actuó solo, motivado políticamente. Sin embargo, esta versión fue cuestionada por múltiples inconsistencias.
Testigos y expertos señalaron que hubo más de un tirador, y se mencionaron dos armas diferentes en la escena.
Además, se reportaron al menos tres personas con el nombre de Mario Aburto, lo que generó sospechas sobre la identidad del detenido.
Las autoridades cambiaron varias veces de fiscal y hubo denuncias sobre alteración de la escena del crimen.
El jefe de seguridad de Tijuana, José Federico Benítez, que llevaba una investigación paralela, fue asesinado semanas después, lo que alimentó las teorías de conspiración.
Muchos mexicanos creen que el asesinato de Colosio no fue obra de un loco solitario, sino un crimen político orquestado por sectores del poder, posiblemente dentro del mismo PRI.
Se ha especulado sobre la implicación de altos funcionarios, incluyendo al presidente Salinas, aunque nunca se aportaron pruebas concluyentes.
Mario Aburto denunció haber sido secuestrado y amenazado para declarar lo que las autoridades querían.
Además, se habla de un “pasajero fantasma” en el avión que trasladó a Aburto a la Ciudad de México, una persona sin identidad oficial que habría interrogado al detenido.
Tras su muerte, Ernesto Zedillo fue designado como nuevo candidato del PRI y eventualmente presidente.
La viuda de Colosio, Diana Laura Riojas, luchó contra un cáncer terminal y falleció ocho meses después, sin perdonar ni reconciliarse con el sistema que había destruido la vida de su esposo.
El asesinato de Colosio dejó una profunda herida en la sociedad mexicana y un legado de demandas por justicia y transparencia.
Su discurso sigue siendo recordado como un llamado a la renovación política y a la lucha contra la corrupción y la desigualdad.
El asesinato de Luis Donaldo Colosio sigue siendo uno de los episodios más oscuros y polémicos de la historia reciente de México.
Las inconsistencias en las investigaciones oficiales, las teorías de conspiración y la opacidad de los medios han mantenido vivo el misterio sobre quién realmente estuvo detrás de su muerte.
A más de 30 años, la verdad completa aún no ha salido a la luz, y la memoria de Colosio continúa inspirando a quienes buscan un México más justo y democrático.
Este caso es un recordatorio de los peligros que enfrentan quienes desafían el poder establecido y la importancia de la transparencia y la justicia en la política.
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