🔥 “Cayó en la misma ciudad donde todo comenzó: el arresto que podría reescribir la historia del magnicidio de Colosio”
Ocurrió en silencio, pero el eco resonó por todo el país.
En una modesta casa de la colonia Libertad, en Tijuana, agentes de la FGR ejecutaron un operativo meticuloso.

No hubo persecución ni disparos, solo la tensión cortante de quienes saben que están tocando un pedazo oscuro de la historia.
Dentro, un hombre de rostro envejecido, con los ojos vacíos y la mirada fija en el suelo, se rindió sin decir palabra.
Era un exagente federal que, según los informes, estuvo presente durante los días previos al asesinato de Luis Donaldo Colosio, aquel 23 de marzo de 1994, en el mitin que terminó en tragedia.
Los investigadores lo seguían desde hace meses.
Había cambiado de identidad al menos dos veces y se había mudado por todo el norte del país, viviendo de oficios temporales y bajo una red de favores antiguos.
Pero algo falló: una llamada interceptada, un movimiento bancario fuera de lugar o quizás una traición de alguien que alguna vez fue su aliado.

Cuando los agentes lo encontraron, parecía más resignado que sorprendido.
“Tardaron en venir, pero sabía que llegaría este día”, habría dicho, según una fuente que presenció la detención.
La identidad del detenido no ha sido revelada oficialmente, pero se sabe que formó parte del equipo de inteligencia que operaba en Tijuana durante los días del magnicidio.
Documentos internos lo vinculan con operaciones paralelas al dispositivo de seguridad de Colosio, un detalle que durante años fue pasado por alto.
Algunos exfuncionarios de la época admiten que su nombre se mencionó brevemente en las investigaciones iniciales, pero que, por razones desconocidas, nunca fue llamado a declarar.
Hoy, tres décadas después, su captura revive las sospechas de una red más amplia detrás del asesinato que cambió la política mexicana para siempre.
El arresto ocurre en un contexto simbólico: Tijuana, la ciudad que vio nacer el mito y la tragedia de Colosio.

Allí mismo, en Lomas Taurinas, aún se levanta el monumento del candidato que soñaba con un México distinto.
Cada año, cientos de personas acuden al sitio con flores, velas y lágrimas contenidas.
Pero esta vez, el ambiente es distinto.
En las calles, se habla de “justicia tardía” y de “fantasmas que nunca descansaron”.
Los vecinos comentan con asombro: “Treinta años después, y todavía no sabemos toda la verdad”.
Según fuentes cercanas a la investigación, el exagente fue trasladado de inmediato a la Ciudad de México, donde declarará ante la Fiscalía Especializada en Delitos del Pasado.
Se sospecha que su testimonio podría revelar nuevas conexiones entre figuras políticas, mandos policiales y estructuras de poder que operaban en la sombra en 1994.
La hipótesis de un solo asesino, representada por Mario Aburto, podría tambalearse una vez más.
El ambiente mediático estalló apenas se filtró la noticia.
Programas de televisión, periodistas veteranos y nuevos comentaristas se lanzaron a revivir las teorías que durante años han rondado el caso: ¿fue realmente Aburto el único responsable? ¿Hubo una orden superior? ¿Por qué tantos testigos fueron silenciados o desaparecieron con el tiempo? El rostro del detenido, aunque aún no se ha hecho público, se ha convertido en el centro de un torbellino de especulaciones.
Algunos afirman que este hombre fue pieza clave en la logística de seguridad del evento en Lomas Taurinas; otros sostienen que estaba allí para asegurarse de que “todo saliera según el plan”.
El caso Colosio siempre fue más que un crimen político.
Representó una fractura en la confianza de un país entero, un símbolo del fin de una era y del comienzo de otra marcada por el escepticismo.
Por eso, cada nueva revelación sobre el caso tiene el poder de sacudir los cimientos del México contemporáneo.

Y ahora, con la captura de este exagente, el país vuelve a contener la respiración.
Testigos del operativo describen la escena con una mezcla de curiosidad y miedo.
Algunos aseguran que el hombre no opuso resistencia, que solo pidió un cigarrillo antes de ser esposado.
Otros dicen que, al salir de la casa, miró brevemente al cielo, como si buscara una señal.
“Esto no termina aquí”, habría dicho con voz baja, casi inaudible.
Esa frase, según los agentes presentes, quedó flotando en el aire como una promesa o una amenaza.
En los pasillos de la FGR, las versiones se cruzan.
Hay quienes afirman que el detenido ya ha comenzado a colaborar con las autoridades, proporcionando información sobre antiguos mandos y reuniones secretas que tuvieron lugar en los meses previos al crimen.
También se habla de documentos, grabaciones y nombres que podrían cambiar la narrativa oficial.
Pero, por ahora, la Fiscalía mantiene el hermetismo.
“Es un asunto de máxima sensibilidad”, declaró un portavoz.
“El país merece conocer la verdad, pero debemos proceder con cuidado.
”
Mientras tanto, la figura de Colosio vuelve a dominar el debate nacional.
Su mirada, congelada en fotografías y monumentos, parece observar el presente con la misma mezcla de esperanza y decepción que caracterizó su campaña.
En redes sociales, miles de mensajes expresan emoción, rabia y expectativa.
“Treinta años después, la historia aún respira”, escribió un usuario.
Otro agregó: “Quizás esta vez sí sepamos quién ordenó todo.
”
La captura del exagente no solo reabre una herida, sino que también expone la fragilidad de la memoria colectiva mexicana.
El tiempo puede borrar rostros, pero no las preguntas sin respuesta.
Y en Tijuana, donde todo comenzó, el aire vuelve a cargarse de la misma tensión que aquel 23 de marzo de 1994.
Ahora, mientras el exagente aguarda su primera audiencia, una sensación inquietante se apodera del país: algo grande está por revelarse.
Porque, después de tantos años de silencio, la verdad parece más cerca que nunca, y su eco amenaza con romper, de una vez por todas, el muro de mentiras que ha protegido el caso Colosio durante tres décadas.