De musa del cine mexicano a luchar por sobrevivir: la dura realidad actual de Delia Casanova
Delia Casanova se acerca ahora a los 80 años y la verdad sobre cómo vive hoy está muy lejos del mundo glamuroso que alguna vez dominó.
Durante décadas, fue el rostro deslumbrante que rivalizaba incluso con Leticia Perdigón, una mujer cuyo talento iluminó las películas y telenovelas más icónicas de México.
Pero detrás de esa belleza y elegancia había una historia que pocos conocían: una desaparición silenciosa de la industria, una dolorosa confesión sobre por qué se alejó y una vida que poco a poco fue cayendo en la dificultad.
¿Qué pasó con Delia Casanova? ¿Cómo terminó aquí una de las actrices más queridas de México? Hoy revelamos la verdad.

Delia Casanova siempre había sido una mujer de carácter fuerte, el tipo de mujer que sabía exactamente lo que quería mucho antes de que el mundo conociera su nombre.
Desde niña, ya estaba decidida a convertirse en actriz, y a los 13 años ya actuaba en obras escolares, descubriendo en el escenario el único lugar donde se sentía completamente viva.
Persiguiendo ese sueño, dejó su ciudad natal y se mudó a Ciudad de México para estudiar en el prestigioso Instituto de Bellas Artes.
En esta institución, obtuvo una de sus primeras grandes oportunidades al trabajar con Enrique Alonso Cachirulo en el teatro fantástico, interpretando a una princesa francesa.
Sintió por primera vez que el mundo que había imaginado para sí misma comenzaba a hacerse realidad.
Su entrada al cine llegó en 1975 con un pequeño debut en El cumpleaños del perro, pero su verdadero salto ocurrió un año después con la película Elapando.
Este papel exigía una escena de desnudo, algo que Delia aceptó sin dudar.
Más tarde explicó que así estaba escrita la historia en el libro y en el guion, y no era una provocación ni un capricho del director, sino parte del relato que ella había elegido interpretar.
Poco después, Televisa la invitó a incorporarse al mundo de las telenovelas.
Sin embargo, para Delia no fue fácil.
Pasó por lo que más tarde describió como una crisis existencial.
Necesitaba el trabajo y el dinero, pero le costaba aceptar la idea de que las telenovelas no eran arte verdadero.
Fue su primera experiencia en el set lo que le cambió la opinión.
La televisión, comprendió, exigía su propia disciplina y su propio oficio.
A partir de entonces, la abrazó por completo y se convirtió en uno de los rostros más reconocibles de la época dorada de las telenovelas mexicanas.
Sin embargo, como sucede con muchos artistas, la fortuna no siempre dura.
La estabilidad económica que alguna vez tuvo desapareció y, cuando llegó la vejez, Delia Casanova, antes adorada en pantalla, se encontró sin suficiente dinero para cubrir siquiera sus necesidades básicas.
Su salud empeoró; un problema de tiroides le provocó un fuerte aumento de peso y las complicaciones en la rodilla la dejaron necesitando una prótesis.
Sin ahorros a los cuales recurrir, sus colegas del medio artístico pidieron públicamente ayuda en su nombre.
Por primera vez, Delia tuvo que depender de la generosidad de desconocidos, pasando de ser una belleza admirada a convertirse en una mujer luchando por pagar cuentas médicas.

Delia Margarita Casanova Mendiola llegó al mundo el 4 de noviembre de 1948 en la modesta colonia de los obreros en Poza Rica, Veracruz.
Era la menor de cuatro hijos nacidos de Constantino Casanova de la Garza, un trabajador incansable, e Iselia Mendiola González, una dedicada ama de casa.
Aunque el hogar era sencillo y los recursos limitados, las artes siempre estuvieron presentes.
La música, los relatos y el teatro eran una especie de refugio para la familia.
Sin embargo, la infancia de Delia estuvo marcada por la pérdida.
Su madre murió cuando ella aún era muy pequeña, dejando un vacío que moldeó sus primeros años.
Desde entonces, fue criada por una cuidadora indígena, su padre y su abuela materna, un trío que le dio afecto, estructura y un profundo sentido cultural, incluso en medio de la incertidumbre emocional.
A pesar de las dificultades, Delia encontró muy temprano su camino.
Sus primeras experiencias con el teatro comenzaron en la niñez, cuando fue elegida para interpretar a una princesa en una grabación para Teatro Fantástico, el querido programa infantil creado por Enrique Alonso Cachirulo.
Ese momento, ponerse el disfraz y entrar en personaje, encendió una chispa que nunca se apagó.
Cuando llegó a la secundaria a los 13 años, Delia ya se tomaba el teatro en serio.
Su primera obra formal, La lengua Nawatl, la llevó de gira por Papantla, Veracruz.
Años más tarde, describiría esas primeras presentaciones como la formación más importante que jamás recibió.

Decidida a llegar más lejos, Delia se mudó a la Ciudad de México siendo muy joven y se inscribió en la escuela de teatro del Instituto de Bellas Artes.
Allí se sumergió en un estudio riguroso y en incontables horas de ensayo.
No pasó mucho tiempo antes de que su dedicación diera frutos.
Consiguió un papel en Sueño de una noche de verano, una producción que marcó su debut teatral oficial en 1969.
Con el paso de los años, participó en numerosas puestas en escena, entre ellas Los Caballeros, Macbeth, Dulces Compañías y Secretos de Familia.
Cada presentación fortalecía su oficio y profundizaba su identidad artística.
Su transición al cine llegó poco después.
Delia debutó en pantalla con El cumpleaños del perro, interpretando un pequeño papel como secretaria.
Fue un inicio modesto, pero la colocó en el mapa cinematográfico y la acercó a cineastas que cambiarían su carrera para siempre.
Uno de ellos fue el director Felipe Casals, quien le ofreció un papel decisivo en Elapando.
Delia interpretó a “La mujer Nariz Chata”, un personaje que exigía vulnerabilidad, fuerza y hasta una escena de desnudo.
Ella explicó que no tuvo dificultad con el papel, ya que el desnudo formaba parte de la historia.
Con una reputación así, era natural que los productores de televisión comenzaran a fijarse en ella.
Participó en proyectos con fuerte contenido social e histórico, manteniéndose fiel al tipo de trabajo sustancial que ella valoraba.
Sin embargo, entrar al mundo de las telenovelas provocó un profundo conflicto interno en Delia.
Siempre había visto los melodramas como productos comerciales, entretenimiento creado para los ratings más que para la expresión artística.
Pero cuando Televisa la eligió para su primer gran melodrama, ocurrió algo inesperado.
La experiencia cambió su percepción.
Descubrió que la televisión también podía ser un arte, una disciplina que exigía emoción, entrega y técnica, igual que el teatro y el cine.

Hoy, a los 77 años, Delia Casanova aparece en entrevistas con dignidad y honestidad.
Nunca ha temido decir la verdad, incluso cuando eso implica alejarse de la industria que alguna vez celebró su belleza y talento.
Aunque fue uno de los rostros más reconocidos de la televisión mexicana durante sus años dorados, tomó la decisión consciente de distanciarse del mundo de las telenovelas.
Cuando finalmente explicó por qué, su sinceridad sorprendió a muchos.
Según Delia, su ausencia de la televisión no se debe a falta de talento, interés u oportunidades, sino al trato que reciben las actrices consolidadas en el ambiente televisivo actual.
La actriz reveló que la industria que ella ayudó a elevar había cambiado drásticamente y no para bien.
“No tengo proyectos en puerta y nunca hablo de ellos hasta que se concretan”, explicó.
“Hace tres o cuatro años que no hago televisión.
Es un asunto muy complicado con los productores.”
A medida que Delia se acerca a los 80 años, su vida luce muy diferente a aquellos tiempos en los que era un rostro habitual en las pantallas mexicanas.
La actriz glamorosa que alguna vez dominó las telenovelas ahora vive una existencia más tranquila y sencilla, marcada por la disciplina, la convicción personal y una devoción de toda la vida hacia las artes.
Aunque su patrimonio no está documentado públicamente, se estima que se encuentra en un rango modesto para actrices de su generación, alrededor de 300,000 a 500,000 dólares, proveniente principalmente de trabajos pasados, ahorros y regalías modestas.
Delia se ha mantenido centrada y emocionalmente fuerte.
Llena sus días con actividades que nutren su espíritu.
Leer sigue siendo uno de sus mayores placeres, especialmente novelas y ensayos relacionados con la historia de México, la filosofía y el teatro latinoamericano.
Desde hace años admira a escritoras como Elena Garro, Sergio Magaña y Rosario Castellanos, cuyas obras moldearon su visión sobre el género, la identidad y las luchas sociales.

Delia Casanova es una mujer que ha vivido plenamente triunfos, decepciones, aplausos y enfermedades.
Acepta la vejez con gracia y habla abiertamente de sus luchas porque cree que el público debe entender las realidades que enfrentan las actrices mayores.
Su vida es un testimonio de la resiliencia y la fuerza que ha demostrado a lo largo de su carrera.
Hoy, lejos del estrado que la convirtió en un ícono internacional, vive una etapa más serena, más íntima, enfocada en causas humanas y en encontrar nuevos caminos para expresarse.
Aunque ha mantenido un perfil más bajo, su historia sigue siendo una inspiración para muchos, recordando que la vida no se trata solo de fama, sino de la capacidad de mantenerse fiel a uno mismo y a lo que realmente importa.
Delia Casanova ha demostrado que, a pesar de los altibajos, siempre hay espacio para la dignidad y la autenticidad en la vida.