Antonio Badú, nacido el 13 de agosto de 1914 en Real del Monte, Hidalgo, fue uno de los actores y cantantes más representativos de la Época de Oro del cine mexicano.
Hijo de inmigrantes libaneses, Antonio tuvo una infancia marcada por la pobreza y la lucha constante por salir adelante.
Su talento y carisma lo llevaron a convertirse en una figura querida y respetada, tanto en el mundo musical como en el cinematográfico.
Sin embargo, detrás de su éxito profesional, su vida personal estuvo llena de conflictos, adicciones y un escandaloso romance que marcó su destino.
Desde muy joven, Antonio Badú mostró una gran inclinación por la música y el canto.
Comenzó trabajando como panadero y encargado de una tienda, pero su sueño siempre fue ser cantante.
La oportunidad llegó cuando el famoso cantante Ramón Armengot lo escuchó y recomendó con el compositor Gabriel Ruiz, lo que dio inicio a su carrera musical.
Posteriormente, gracias a la amistad con el actor Víctor Manuel Mendoza, Antonio debutó en el cine en 1938 con la película *Padre Mercader*.
Durante las décadas siguientes, participó en numerosas películas destacadas como *Hipócrita* (1949), *De Dolor Se Canta* (1950) y *Una Gringuita en México* (1951).
Su versatilidad como actor y su voz lo convirtieron en un ícono del cine y la música mexicana, ganándose el apodo de “El Emir de la Canción” debido a su origen árabe y su espíritu trabajador.
En lo personal, Antonio Badú tuvo una relación tumultuosa con la actriz Ester Fernández.
Su noviazgo duró cinco años y su matrimonio apenas dos, caracterizado por la distancia y la falta de convivencia, ya que Antonio nunca quiso separarse de su madre y Ester no aceptaba vivir con ella.
La vida bohemia y la afición por los centros nocturnos marcaron la etapa de Antonio, donde comenzó a desarrollar una adicción al juego, especialmente al póker.
Esta adicción le provocó serios problemas financieros, lo que llevó a Ester a separarse de él definitivamente.
La tristeza y la depresión acompañaron a Antonio tras esta ruptura, y el cigarro se convirtió en otro de sus vicios, llegando a fumar hasta tres cajetillas diarias.
Estos hábitos deterioraron su salud y su voz, siendo diagnosticado con enfisema pulmonar en sus últimos años.
Uno de los episodios más oscuros y polémicos en la vida de Antonio Badú fue su romance con María Izaguirre, esposa del entonces presidente mexicano Adolfo Ruiz Cortines.
Según investigaciones periodísticas, la relación comenzó de manera discreta, pues María Izaguirre era una ferviente admiradora del trabajo de Antonio.
Sin embargo, esta relación fue descubierta por el presidente a través de un informante de su escolta, desatando la furia del mandatario.
Como consecuencia, Antonio Badú fue secuestrado y desaparecido durante casi un mes.
Fue encontrado en un parque de Toluca, Estado de México, con graves heridas y fracturas.
Durante su cautiverio, sufrió torturas y golpizas constantes con los ojos vendados, siendo amenazado para no acercarse nuevamente a la primera dama.
Oficialmente, su ausencia se manejó como un viaje fuera del país, pero el daño físico y emocional fue profundo.
A pesar de los golpes que la vida le dio, Antonio Badú continuó trabajando en el cine durante la década de los 60, gracias al apoyo de amigos como Mauricio Garcés.
Sin embargo, el dinero que ganaba se iba rápidamente en el juego y la bebida.
Su salud siguió deteriorándose hasta que en 1985 decidió retirarse, acompañado casi siempre por un tanque de oxígeno.
Antes de morir, escribió su autobiografía *Sortilegio de vivir*, publicada dos meses antes de su fallecimiento el 29 de junio de 1993, a causa de un paro cardíaco.
Su historia es la de un hombre talentoso y querido, pero también de un ser humano vulnerable que enfrentó sus demonios internos y las consecuencias de un amor prohibido que marcó su destino.
Antonio Badú es recordado como uno de los grandes íconos del cine y la música mexicana, pero su vida también es un reflejo de las dificultades que enfrentan muchas figuras públicas.
Su historia de amor con la esposa de un presidente, sus adicciones y la lucha contra la enfermedad muestran el lado humano detrás del artista.
Hoy, su legado artístico sigue vivo, mientras que su vida personal invita a la reflexión sobre los costos del éxito y las decisiones que cambian para siempre el rumbo de una existencia.
