Angelines Fernández es recordada por millones como “La Bruja del 71”, el entrañable y temido personaje de El Chavo del Ocho.
Sin embargo, detrás de esa figura televisiva que hizo reír y asustó a generaciones enteras de niños, se escondía una mujer con una vida marcada por el dolor, la valentía y una constante lucha por encontrar su lugar en el mundo.
Desde sus años como combatiente antifranquista en una España rota por la guerra, hasta su consagración en la televisión mexicana, Angelines vivió una existencia de lucha, arte y resiliencia que merece ser contada con respeto y admiración.
Angelines Fernández Abad nació el 9 de julio de 1922 en Madrid, España.
Desde muy joven fue testigo de uno de los periodos más sangrientos y dolorosos de la historia de su país: la Guerra Civil Española.
En un contexto donde la represión, el miedo y el silencio eran parte de la vida cotidiana, Angelines no se quedó de brazos cruzados.
Siendo aún muy joven, tomó la valiente decisión de unirse a los movimientos antifranquistas que luchaban contra el régimen del dictador Francisco Franco.
Este acto de rebeldía no era un simple gesto político.
Era una declaración de principios.
Arriesgar la vida para defender la libertad la convirtió en una mujer perseguida por el sistema.
El ambiente opresivo y las amenazas constantes la obligaron, como a tantos otros republicanos exiliados, a huir de su tierra natal en busca de una vida donde pudiera ser libre.
En 1947, con apenas 25 años, Angelines decidió abandonar España.
Su travesía la llevó primero a Cuba, y más tarde a México, un país que en ese entonces abría sus puertas a los refugiados del franquismo.
Este cambio de vida fue duro.
Dejó atrás su patria, su familia y su pasado, para empezar desde cero en un país desconocido.
A pesar de los retos, Angelines encontró en México un nuevo horizonte.
Su carácter fuerte, voz profunda y presencia escénica la ayudaron a hacerse un espacio en el competitivo mundo del entretenimiento.
Participó en radioteatros, obras teatrales y eventualmente incursionó en el cine y la televisión.
Sin embargo, su físico no se ajustaba a los cánones de belleza impuestos por la industria, lo que la relegó a papeles secundarios durante muchos años.
La verdadera transformación en su carrera llegaría en 1971, cuando fue convocada por Roberto Gómez Bolaños, mejor conocido como Chespirito.
Al ver el talento y la experiencia de Angelines, no dudó en integrarla a su elenco.
Fue así como, en 1973, nació el personaje que la inmortalizaría: Doña Clotilde, también conocida como “La Bruja del 71”.
Este papel, aunque caricaturesco, permitió a Angelines mostrar toda su capacidad histriónica.
El personaje era una solterona enamorada de Don Ramón, rechazada por los niños del vecindario y temida por sus supuestos poderes mágicos.
Su caracterización, entre cómica y melancólica, le permitió conectar con el público de forma profunda.
Si bien alcanzó la popularidad y el cariño del público, Angelines también experimentó una paradoja emocional: era amada por los adultos, pero temida por los niños que confundían su personaje con su verdadera personalidad.
Esto la afectó profundamente.
Su deseo de ser reconocida y querida por los más pequeños chocaba con la imagen que su personaje proyectaba.
A pesar de esto, nunca renegó de Doña Clotilde.
Sabía que gracias a ella había alcanzado el reconocimiento que tanto le costó conseguir, y asumió el rol con orgullo y entrega hasta el final de sus días en la televisión.
Angelines fue una mujer reservada.
Poco se sabe sobre su vida sentimental.
Fue madre soltera de una hija llamada Paloma, pero jamás reveló públicamente la identidad del padre.
Su círculo más cercano sabía que su mayor amor no fue romántico, sino una amistad entrañable y profunda con Ramón Valdés, el actor que dio vida a “Don Ramón” en El Chavo del Ocho.
La química que ambos mostraban en pantalla era un reflejo de su conexión fuera de ella.
Aunque nunca se confirmó una relación amorosa, se querían como familia.
El vínculo era tan especial que Angelines estuvo junto a Ramón hasta el final de su vida.
En 1988, el cáncer se llevó a Ramón Valdés.
La noticia dejó devastada a Angelines.
Durante el velorio, fue una de las personas más afectadas.
Permaneció junto al féretro, desconsolada, recordando los años de trabajo, risas y complicidad.
Aquella pérdida fue un golpe del que nunca se recuperaría emocionalmente.
A pesar de haber visto morir a su mejor amigo por causa del cigarro, Angelines no pudo vencer su propia adicción.
Continuó fumando durante años, lo que eventualmente deterioró su salud.
En 1994, fue diagnosticada con cáncer de pulmón.
Decidió retirarse del mundo del espectáculo, guardando silencio sobre su enfermedad, como lo hizo siempre con su vida personal.
El 25 de marzo de 1994, Angelines Fernández falleció a los 71 años.
Su último deseo fue que sus restos descansaran junto a los de Ramón Valdés, y así fue cumplido.
Hoy, ambos reposan en el mausoleo del Ángel en la Ciudad de México, un gesto simbólico que inmortaliza su unión.
La historia de Angelines Fernández es una muestra de coraje y sensibilidad.
Fue una mujer que desafió a un régimen opresor, que cruzó el océano para empezar de nuevo, que luchó contra los estereotipos y que se mantuvo fiel a sí misma hasta el final.
A pesar de las tragedias y los silencios, dejó una huella imborrable en la cultura popular.
Su figura como “La Bruja del 71” es solo la punta del iceberg de una vida fascinante.
Más allá del disfraz y la comedia, fue una guerrera, una madre, una amiga leal y una artista comprometida.
Su legado sigue vivo en cada repetición de El Chavo del Ocho y en los corazones de quienes crecieron con ella.
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