A los 70 años, Guillermo Dávila FINALMENTE admite lo que todos sospechábamos.

Durante décadas, Guillermo Dávila fue uno de los galanes más emblemáticos de la televisión y la música latinoamericana.

Su carisma, voz y presencia escénica lo convirtieron en un ídolo que marcó a toda una generación.

Sin embargo, detrás de esa imagen pública impecable, se escondía una verdad que él mismo evitó enfrentar durante años: la existencia de un hijo no reconocido.

Guillermo Dávila y su emoción al ser incluido en el 'Salón de la fama de La  Inolvidable' - La Inolvidable

Nacido en Caracas en 1955, Guillermo José Dávila Ruiz creció en una familia de clase media sin vínculos con el mundo artístico.

Su amor por la música y la actuación surgió gracias a la influencia de su madre, quien le cantaba boleros desde pequeño.

A los 16 años comenzó a tocar la guitarra y a escribir canciones, y su talento pronto lo llevó a la televisión venezolana, donde alcanzó fama nacional e internacional.

 

Su papel como Nacho en la serie musical *Ligia Elena* en 1981 lo catapultó a la fama.

Paralelamente, su carrera musical despegó con éxitos como *Solo pienso en ti* y *Tesoro mío*, que lo convirtieron en un referente del pop romántico en América Latina.

Durante los años 80, su imagen adornaba portadas de revistas y su nombre era sinónimo de éxito y romanticismo.

 

Sin embargo, la fama y el éxito trajeron consigo presiones y complicaciones.

Guillermo se casó con Chiquinquirá Delgado, una de las presentadoras más queridas de Venezuela, pero la relación no resistió el ritmo frenético de su carrera.

Además, comenzaron a circular rumores sobre su vida privada: fiestas, excesos y, sobre todo, la existencia de un hijo fuera del matrimonio.

Guillermo Dávila — The Movie Database (TMDB)

En 2009, un joven músico llamado Vasco Dávila apareció en la escena pública afirmando ser hijo biológico de Guillermo.

Las pruebas de ADN confirmaron la paternidad, pero Guillermo inicialmente se negó a reconocerlo públicamente.

Este silencio y negación generaron un fuerte impacto mediático y emocional para ambas partes.

 

Durante años, Guillermo Dávila mantuvo un muro de silencio respecto a su hijo Vasco.

La prensa insistía en obtener declaraciones, pero él evitaba el tema, lo que alimentaba especulaciones y críticas.

Para muchos, el ídolo romántico parecía insensible y distante, incapaz de asumir las consecuencias de su pasado.

 

Este distanciamiento afectó profundamente a Vasco, quien tuvo que forjar su camino artístico sin el apoyo ni el reconocimiento público de su padre.

La ausencia de una relación paterno-filial cercana dejó heridas difíciles de sanar.

 

Con el paso del tiempo, Guillermo se alejó de los reflectores y comenzó a enfrentar problemas de salud y emocionales.

La fatiga crónica y la depresión lo llevaron a refugiarse en la privacidad, lejos del bullicio mediático.

Fue en este contexto que conoció a Beatriz, su compañera actual, quien lo apoyó para buscar ayuda y enfrentar sus demonios personales.

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El verdadero punto de quiebre llegó en 2014, cuando Vasco inició acciones legales para el reconocimiento formal de la paternidad.

Presionado por la justicia y la opinión pública, Guillermo finalmente aceptó hacerse la prueba de ADN, que confirmó su vínculo biológico con Vasco.

Más allá del resultado legal, el reto era emocional: aceptar y reparar años de silencio y ausencia.

 

El proceso de reconciliación no fue inmediato ni sencillo.

Requirió de muchas conversaciones, momentos incómodos y lágrimas.

Guillermo tuvo que aprender a escuchar y pedir perdón sinceramente, dejando atrás su papel de estrella para mostrarse como un ser humano vulnerable.

 

En 2021, un gesto simbólico marcó un antes y un después: Guillermo asistió sin anunciarse a un evento musical benéfico donde Vasco participaba.

Desde el fondo del teatro, lo vio cantar y al finalizar se acercó para decirle con lágrimas en los ojos: “Lo hiciste bien, hijo”.

Fue la primera vez que lo llamó así en público, y ese momento emocionó a todos los presentes.

 

Desde entonces, el contacto entre ambos se ha mantenido constante, aunque con cautela.

Vasco ha declarado en entrevistas que no busca fama ni venganza, sino simplemente la verdad y un reconocimiento humano, más allá del apellido.

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Hoy, a sus 70 años, Guillermo Dávila vive una vida más tranquila y discreta, alejado de los escenarios y las cámaras.

Reside en Caracas con Beatriz, donde cultiva plantas, cuida de sus perros y ocasionalmente toca la guitarra para sí mismo.

Ha aprendido que la fama puede llenar auditorios, pero no el corazón.

 

Su historia es un recordatorio de que detrás del brillo y la fama hay seres humanos con errores, miedos y heridas.

Reconocerlos y pedir perdón es un acto de valentía que puede abrir caminos hacia la sanación y la redención.

 

Guillermo Dávila no solo es recordado hoy como un ícono de la música y la televisión latinoamericana, sino también como un hombre que decidió romper el silencio, enfrentar su verdad y buscar la reconciliación con su hijo perdido.

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