La historia que hoy se relata parece sacada de una película de suspenso, pero en realidad ocurrió en el corazón del cine mexicano durante los años 60.
Se trata de un relato de traición, locura y un intento de asesinato que ha permanecido en silencio durante décadas.
Pascual García Peña, un actor de reparto, fue diagnosticado con esquizofrenia tras intentar electrocutar a su esposa, la también actriz Hortensia Santo Veña, en un acto de desesperación y celos.
Pascual y Hortensia se conocieron en un rodaje en 1948, cuando ambos luchaban por hacerse un nombre en la industria cinematográfica.
Aunque no alcanzaron la fama de figuras icónicas como María Félix o Dolores del Río, se convirtieron en una pareja reconocible dentro del cine mexicano, apareciendo frecuentemente en papeles secundarios.
Sin embargo, lo que parecía ser una relación prometedora pronto se tornó en un tormento psicológico.
Los amigos más cercanos a la pareja recordaban los celos enfermizos de Pascual.
Cualquier interacción de Hortensia con otros hombres, incluso si solo era una conversación breve con un productor, desencadenaba explosiones de ira en él.
Las discusiones eran comunes, y los vecinos escuchaban los gritos provenientes de su hogar en la colonia Roma.
Pascual, un hombre de carácter fuerte, rompía objetos y golpeaba las paredes, mostrando signos de una inestabilidad mental que se intensificaba con el tiempo.
A medida que la relación se deterioraba, la salud mental de Pascual también se agravaba. En el verano de 1962, su comportamiento se volvió errático.
Pasaba días sin dormir, murmurando frases incoherentes y convencido de que su esposa intentaba envenenarlo.
Esta paranoia culminó en un acto horrendo que cambiaría sus vidas para siempre.
Una noche, mientras Hortensia preparaba la cena, Pascual salió al patio y manipuló cables eléctricos, argumentando que iba a arreglar un foco.
Sin embargo, estaba tramando un plan macabro. Colocó los cables en el marco de la puerta del baño, esperando que su esposa entrara.
Cuando Hortensia abrió la puerta y tocó la perilla metálica, recibió una descarga eléctrica que la sacudió de pies a cabeza, provocando un grito desgarrador que resonó en el vecindario.
El impacto de la descarga no fue fatal, pero dejó a Hortensia convulsionando en el suelo.
Los vecinos, alarmados por el alarido, irrumpieron en la casa y encontraron a Pascual en estado de shock, murmurando que tenía que hacerlo porque ella era una espía enviada para destruirlo.
A pesar de la gravedad de la situación, el caso fue rápidamente sofocado.
La familia de Hortensia decidió no presentar una denuncia pública para evitar un escándalo mediático que podría arruinar su carrera.
En su lugar, llamaron a un psiquiatra de confianza, quien diagnosticó a Pascual con esquizofrenia paranoide.
La intervención policial fue mínima y, en lugar de encarcelarlo, se optó por un tratamiento médico.
El intento de asesinato se mantuvo en un silencio absoluto. Los periódicos no publicaron nada al respecto, y los programas de radio evitaron mencionar el incidente.
Fue uno de los secretos mejor guardados del cine mexicano.
A pesar de lo ocurrido, Pascual continuó trabajando en la industria cinematográfica, apareciendo en películas junto a grandes figuras como Antonio Aguilar y Pedro Armendáriz, siempre en papeles menores.
Los directores y productores eran conscientes de su historia, pero optaron por mantener el silencio, justificando que Pascual estaba medicado y no representaba un peligro.
Mientras tanto, Hortensia continuó su carrera en el cine, aunque marcada por el miedo. Se decía que nunca volvía a estar sola en un camerino y siempre pedía que alguien la acompañara.
Décadas después, un amigo cercano de la pareja, que pidió permanecer en el anonimato, reveló que la noche del intento de asesinato fue aterradora para Hortensia.
No solo gritó de dolor, sino también de terror. Durante sus convulsiones, alcanzó a escuchar a Pascual diciéndole: “Si no eres mía, no serás de nadie”.
Estas palabras, que resuenan hasta el día de hoy, reflejan la profunda locura que había consumido a Pascual.
Este caso revela una de las verdades más oscuras de la época de oro del cine mexicano.
Los escándalos se ocultaban a cualquier precio, y lo más importante era que las películas siguieran produciéndose.
La imagen pública de los actores y actrices era primordial, y cualquier controversia que pudiera empañar su reputación era rápidamente silenciada.
La historia de Pascual y Hortensia también plantea preguntas sobre la salud mental en el ámbito del entretenimiento.
En una época en la que el estigma alrededor de las enfermedades mentales era aún más pronunciado, el diagnóstico de Pascual se manejó con cautela.
En lugar de buscar justicia para Hortensia, se priorizó el bienestar de la imagen pública de ambos actores.
El tratamiento de Pascual consistió en medicamentos que debía tomar de por vida.
Sin embargo, el hecho de que continuara trabajando en el cine, a pesar de su historia violenta, plantea interrogantes sobre la responsabilidad de la industria cinematográfica en la protección de sus talentos y en la promoción de un ambiente seguro.
La trágica historia de Pascual García Peña y Hortensia Santo Veña es un recordatorio de que detrás de las luces y el glamour del cine, a menudo se esconden secretos oscuros y tragedias personales.
La lucha de Hortensia por sobrevivir a un intento de asesinato a manos de su esposo, combinado con el silencio cómplice de la industria, revela las complejidades de la fama y el costo personal que puede conllevar.
Hoy, mientras la memoria de estos actores perdura en la historia del cine mexicano, es crucial recordar que la salud mental y la seguridad personal deben ser prioridades en cualquier entorno, especialmente en uno tan público y expuesto como el del entretenimiento.
La historia de Pascual y Hortensia nos invita a reflexionar sobre la importancia de hablar y actuar frente a la violencia y la locura, para que tragedias como esta no se repitan en el futuro.
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