⚡👀 “Lupe Esparza lo admite: humillaciones, traiciones y la batalla para salvar el nombre de Bronco”
Lupe Esparza nació en Galeana, Durango, en 1954, en un hogar humilde sin electricidad ni agua corriente.
Fue el mayor de doce hijos y, desde niño, entendió lo que significaba luchar por un lugar en el mundo.
En 1962, su familia se mudó a Apodaca, Nuevo León, donde cursó la escuela y enfrentó duras críticas en clases de canto.
“La música no estaba en mi camino”, llegó a decir.
Pero el destino tenía otros planes: la secundaria lo conectó con quienes serían sus compañeros de Bronco, aunque en ese momento ni imaginaban lo que vendría.
En los inicios, Bronco era un grupo de adolescentes que tocaban gratis en fiestas, incluso pagando de su bolsillo el equipo alquilado.
Lupe, que trabajaba como obrero, elegía cantar aunque eso le costara el empleo.
Esa terquedad rindió frutos cuando llegó su primer gran éxito: Sergio el bailador, inspirada en un fan incondicional.
La canción fue el punto de inflexión que los llevó a giras nacionales y a un reconocimiento que parecía imparable.
Pero la fama llegó con condiciones.
Su management les exigió mentir sobre su edad y estado civil para ser “más vendibles”.
A Lupe le ordenaron presentarse como soltero de 26 años cuando tenía 36 y una familia.
También lo convencieron —en contra de su carácter tímido— de posar sin camisa para la revista Somos, que lo colocó entre “los 50 galanes más codiciados de América Latina”.
La convivencia en los primeros años era de hermandad: compartían habitaciones diminutas y hasta camas.
Pero con el dinero y la popularidad, surgieron celos y tensiones.
Lupe recuerda que, a pesar de componer, cantar, bailar y tocar el bajo, su salario era igual al de quienes aportaban menos.
Con el tiempo, esas grietas internas llevaron a la separación de Bronco.
El golpe más duro fue descubrir que el nombre de la banda había sido registrado por su antiguo representante, Óscar Flores, lo que les impidió usarlo al intentar reunirse.
En paralelo, las relaciones personales se deterioraban.
Ramiro Delgado, compañero de toda la vida, acusó a Lupe de no apoyarlo en sus problemas de salud.
“Me dolió en el alma, yo siempre busqué la equidad”, confesó Esparza.
La partida de miembros clave como Javier y la muerte de Choche en 2012 por cirrosis hepática marcaron el fin de una era.
Bronco intentó volver bajo el nombre El Gigante de América, pero el público seguía reclamando la identidad original.
Recuperar el nombre Bronco fue una batalla legal y financiera que dejó a Lupe como principal accionista y decisor del grupo.
“Quien paga los mariachis, pide las canciones”, dijo al recordar las tensiones económicas internas.
El legado de Bronco quedó inmortalizado en una serie biográfica basada en un libro de Lupe, aunque con licencias creativas que exageraban tanto sus virtudes como las del manager.
Entre los pasajes más dolorosos, relató cómo en una entrega de premios no le permitieron subir al escenario por “no verse bien en las fotos”, eligiendo en su lugar a Ramiro.
“Fue humillante”, recordó.
Hoy, a punto de cumplir 70 años, Lupe mira atrás sin rencor, pero con claridad.
Vive en su rancho criando caballos y sigue girando con Bronco, ahora acompañado por sus hijos José Adán y René.
Admite que, cuando su voz ya no responda, se retirará agradecido.
Mientras tanto, disfruta del escenario y del cariño del público que lo ha acompañado por más de cuatro décadas.
Para él, el verdadero éxito no fue llenar estadios ni vender millones de discos, sino mantener viva una banda que nació de cuatro adolescentes sin nada… y que hoy, pese a las tormentas, sigue galopando en la
memoria de la música mexicana.