Emma Roldán, la inolvidable actriz de carácter de la Época de Oro del cine mexicano, apareció en más de 200 películas, compartiendo escena con leyendas como Pedro Infante y María Félix.
Detrás de su carisma en pantalla se escondió una vida marcada por el exilio, la pérdida y la soledad, cuyo final llegó abruptamente por un infarto en 1978 mientras grababa la telenovela Viviana.

El rostro de Emma Roldán fue uno de esos que, aunque nunca ocupó el papel principal, se volvió inconfundible y esencial para el cine mexicano.
La diva de San Luis Potosí, que apareció en más de 200 películas, compartió escena con las figuras más grandes de su tiempo, desde Sara García hasta Pedro Infante y María Félix.
Sin embargo, detrás del éxito y las risas que provocaba su presencia se escondía una vida marcada por la soledad y las pérdidas personales.
Su prolífica carrera continuó brillando incluso en sus últimos años en la exitosa telenovela Viviana, junto a Lucía Méndez, hasta que la tragedia la sorprendió en pleno rodaje.
El 29 de agosto de 1978, Emma Roldán se desplomó durante la filmación y nunca volvió a despertar.
LOS INICIOS EN EL TEATRO Y LA VIDA NÓMADA

Emma Roldán nació en San Luis Potosí el 3 de febrero de 1893.
Sus padres administraban un pequeño hotel justo frente al Teatro de la Paz, un lugar que se convirtió en el origen de su pasión.
Desde su ventana, la joven Emma observaba a las multitudes que asistían a las funciones nocturnas, una visión que encendió su vocación.
Su fascinación por el arte la llevó a conocer a Pedro Jesús Ojeda, un actor de una compañía itinerante de teatro infantil.
Se casaron y tuvieron dos hijos, Ema y Pedro, estableciéndose en Monterrey.
Sin embargo, la vida nómada y la inestabilidad profesional de su esposo desgastaron el matrimonio, lo que la obligó a regresar a San Luis Potosí con sus hijos, decidida a reconstruir su vida.
Poco después, se unió a una compañía teatral como bailarina y segunda soprano.
Durante una gira por Cuba, conoció a su segundo esposo, el actor y director chileno Alfredo del Diestro.
La pareja se mudó a Colombia, donde Alfredo dirigía una compañía de ópera y teatro.
Juntos, recorrieron el país llevando el arte a pueblos remotos, muchas veces a caballo o en mula, un periodo en el que Emma Roldán se convirtió “verdaderamente en actriz”.
LA ÉPOCA DE ORO Y EL ÉXITO INOLVIDABLE

A comienzos de la década de 1920, un nuevo arte, el cine, comenzó a conquistar al público.
Con su rostro expresivo y su formación teatral, Emma Roldán era la candidata perfecta.
Debutó en el cine mudo en Colombia con la película María (1922).
Cuando el cine sonoro llegó, Ema y su esposo se trasladaron a Hollywood a comienzos de los años 30, donde trabajaron juntos en varias películas.
De regreso en México, participó en su primera producción nacional, El Anónimo (1931).
El punto de inflexión de su carrera llegó con Allá en el Rancho Grande (1936), la obra maestra de Fernando de Fuentes que se aclamó como el filme que dio inicio oficial a la Época de Oro del cine mexicano.
Emma Roldán, quien compartió créditos con Tito Guízar y su esposo, se transformó en uno de los rostros más reconocidos en la historia del cine nacional.
A partir de ese momento, su carrera fue imparable.
Durante las décadas siguientes, Emma apareció en más de 300 películas, convirtiéndose en una de las actrices de reparto más queridas y prolíficas.
Aunque nunca tuvo un papel protagónico, su carisma, ingenio y voz inconfundible la hicieron inolvidable.
El público adoraba sus interpretaciones de la abuela de carácter fuerte, la vecina chismosa o la matrona de “lengua afilada”.
Emma trabajó junto a los más grandes, colaborando con Pedro Infante en películas como A toda máquina y Mi querido capitán, y con María Félix en cintas como La mujer sin alma y La cucaracha.
Su versatilidad y profesionalismo le valieron nominaciones al prestigioso premio Ariel como mejor actriz de reparto por Vértigo y Cárcel de Mujeres.
Fuera de la pantalla, Emma era conocida por su bondad y generosidad, apoyando discretamente a colegas, incluida su querida amiga Sara García.
También desarrolló una pasión por el diseño de moda en París y abrió su propio taller de costura en Ciudad de México.
EL ACTO FINAL EN PLENO ESCENARIO
Para 1978, con 85 años, Emma Roldán seguía siendo una leyenda imparable, negándose a retirarse, incluso 27 años después de la muerte de su esposo.
Su última actuación fue en la telenovela Viviana, donde interpretó a Matilde, la bondadosa criada de Lucía Méndez.
Lamentablemente, no viviría para terminar la serie.
En agosto de 1978, Emma comenzó a sufrir problemas cardíacos.
Una noche, mientras se dirigía con su hija al estreno de una opereta, comenzó a sentirse mal.
Al llegar a la entrada del cine, su cuerpo se debilitó, y tras ser llevada a una sala privada, le regaló a su hija una “última sonrisa suave y serena”.
Momentos más tarde, Emma Roldán sufrió un infarto fulminante.
El 29 de agosto de 1978, la legendaria actriz falleció, marcando el final de una era en el cine mexicano.
A través de sus más de 300 películas, Emma Roldán se volvió inmortal.
Demostró que “la grandeza no siempre necesita el centro del escenario”.
Su legado es un símbolo de autenticidad y perseverancia, una artista cuya voz y rostro siguen grabados eternamente en la historia del cine mexicano.