Durante la década de los 90, Jean Claude Van Damme se erigió como una de las figuras más icónicas del cine de acción.
Con su carisma y habilidades en artes marciales, logró captar la atención del público y se convirtió en un contendiente serio en la industria cinematográfica, compitiendo directamente con leyendas como Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone.
Sin embargo, su ascenso se vio abruptamente interrumpido por una serie de decisiones que lo llevaron a ser “vetado” de Hollywood.
¿Qué fue lo que realmente ocurrió?
La Época Dorada
Van Damme comenzó su carrera en el cine con películas que rápidamente se convirtieron en éxitos de taquilla.
Títulos como Bloodsport y Kickboxer no solo lo catapultaron a la fama, sino que también establecieron un nuevo estándar para las películas de acción de artes marciales.
Su estilo único y su capacidad para realizar impresionantes acrobacias lo hicieron destacar en un género saturado.
A medida que su popularidad crecía, también lo hacía su demanda.
En 1995, después del rodaje de Street Fighter, los estudios Columbia le ofrecieron un contrato tentador de 30 millones de dólares por tres películas.
Sin embargo, la historia dio un giro inesperado cuando Van Damme presentó una contraoferta: 50 millones de dólares.
La Caída
El rechazo de Columbia a la solicitud de Van Damme marcó el inicio de su caída.
En una entrevista con The Guardian, el actor expresó su frustración: “No se trataba de dinero. Estaba encadenando películas y siempre de promoción. Estaba cansado. Todo lo que tocaba era rentable. A Jim Carrey le pagaban una fortuna. Y pensé que a mí también me podían dar esa cantidad. Menudo idiota. Me pusieron en la lista negra y ahí se acabó todo”.
Este veto no solo afectó su carrera, sino que también alteró su percepción en la industria.
De ser uno de los actores más solicitados, pasó a ser un paria, con pocas oportunidades de trabajo.
Las puertas que antes se le abrían comenzaron a cerrarse, y su imagen se fue desvaneciendo lentamente.
Esto fue un golpe devastador para un actor que había conocido el éxito y la admiración en un corto período.
Un Regreso Tardío
A pesar de su ostracismo en Hollywood, Van Damme nunca dejó de trabajar.
Durante los años siguientes, protagonizó una serie de películas de bajo presupuesto que, aunque no tuvieron el mismo impacto que sus trabajos anteriores, le permitieron mantener su carrera activa.
Sin embargo, la fama que disfrutó en los 90 parecía un recuerdo lejano.
La industria del cine es conocida por ser implacable, y aquellos que caen en desgracia a menudo encuentran difícil recuperar su lugar.
En 2021, Van Damme hizo un intento de regresar al centro de atención con El Último Mercenario, una comedia de acción lanzada en Netflix.
La película se convirtió en un éxito entre los suscriptores de la plataforma.
Muchos de sus filmes anteriores comenzaron a ganar popularidad nuevamente, demostrando que, a pesar de los altibajos, Van Damme sigue siendo una figura relevante en el mundo del cine.
Esto no solo fue una victoria personal para él, sino también una reafirmación de su legado en la industria.
Reflexiones Finales
El caso de Jean Claude Van Damme es un recordatorio de lo volátil que puede ser la industria del entretenimiento.
Las decisiones que parecen ser estratégicas en el momento pueden tener consecuencias inesperadas y duraderas.
Aunque su carrera experimentó un descenso dramático, la resiliencia de Van Damme y su capacidad para reinventarse son dignas de admiración.
Hoy en día, sigue siendo considerado una leyenda del cine de acción, y su legado perdura en la cultura popular.
A medida que nuevas generaciones descubren sus películas, la historia de su ascenso y caída se convierte en una lección sobre la fama, el éxito y la perseverancia.
Van Damme no solo es un símbolo de una era dorada del cine, sino también un ejemplo de cómo enfrentar la adversidad y encontrar nuevas oportunidades.
Nació en octubre de 1960, lo que le confiere casi sesenta y cuatro años al actor, hijo de una contable y un florista y nacido, en una familia católica, bajo el nombre de Jean-Claude Camille François Van Varenberg.
Practicó artes marciales desde que era un niño y se inició en karate-do estilo Shotokan a los diez años. A lo largo de los años se profesionalizó y, además de abrir su propio gimnasio y de conseguir alcanzar el cinturón negro segundo dan en shotokan y el título de Míster Bélgica, practicó kickboxing, muay thai, taekwondo y ballet, del que dijo:
“Si puedes sobrevivir a un entrenamiento de ballet, puedes sobrevivir a un entrenamiento de cualquier otro deporte”.
Debutó en interpretación a finales de los setenta, como extra en una película de Rutger Hauer de producción belga: Mujer entre perro y lobo.
En 1982 hizo acopio de ahorros y emigró a Estados Unidos persiguiendo el sueño de ser actor y, aunque es cierto que durante unos años apenas consiguió trabajo en la industria cinematográfica (aunque, eso sí, los pocos trabajos que hizo fueron muy dignos) y, al fin, en 1988 consiguió el papel de Frank Dux en Contacto sangriento, la película que lo catapultó a la fama y, además, en un género que estaba en su mejor momento: la acción y las artes marciales.
Lo demás es historia: una carrera fulgurante llena de títulos bien recordados, como Doble impacto, Soldado universal o Timecop afianzaron su fama y lo convirtieron en el actor de artes marciales mejor pagado del mundo, al tiempo que su adicción al alcohol y la cocaína, que había comenzado a consumir a principios de los noventa, iban en aumento.
En 1996, llegó a reconocer, su gasto en cocaína ascendía a diez mil dólares a la semana y en 1997 firmó los papeles del divorcio con una acusación sobre la mesa de abuso conyugal y adicción a las drogas.
Y cuanto más alto está la estrella, peor se le perdona un fracaso, y menos cuando no se te da bien gestionarlo.
Cobró más de seis millones de dólares por su papel en Street Fighter, que luego se estrelló y que muchos marcan como el principio de su declive, aunque lo que lo condujo al fin fue su propia charlatanería: antes de estrenar con Roger Moore The Quest, y aparentemente embriagado de fama y gloria, Van Damme pregonó a los cuatro vientos que la cinta sería “la mejor película de artes marciales desde Operación Dragón“.
“El Ben-Hur de las artes marciales”, dijo. La película, ni qué decir tiene, también fracasó, y sin haberse recuperado del golpe llegó uno de los mayores escándalos en la vida del actor: tras una fiesta en la mansión de Sylvester Stallone en Miami, Van Damme, totalmente ebrio, persiguió a Steven Seagal por varios clubes nocturnos de la ciudad retándolo a pelear.
Aunque sus siguientes películas fueron de mal en peor, Van Damme continuaba teniendo una actitud chulesca que gustó poco a su menguante ejército de fans.
En definitiva, fue su comportamiento lo que lo alejó del público y de sus propios compañeros de profesión, y quedó finalmente desplazado de la industria.
Años después, en su reality Jean-Claude Van Damme: Behind Closed Doors, culparía directamente a su drogadicción de las malas decisiones que tomó en su carrera en aquel entonces.
Jean-Claude Van DammeInstagram de Jean-Claude Van Damme
Lo curioso es que no tardó mucho en empezar a trabajar en su redención, pero para entonces ya nadie le hacía caso.
En 2008 protagonizó un proyecto de lo más curioso, JCVD, en el que se interpreta a sí mismo viéndose involucrado en un atraco con rehenes y por el que la revista TIME dijo, textualmente, que “no se merecía un cinturón negro, sino un Óscar”.
Pero, como digo, ya pocos le prestaban atención, y ha tenido que trabajar durante más de una década para conseguir hacerse un pequeño hueco en la industria que una vez contempló desde la cima.
Empezó por aceptar proyectos en los que era un secundario (cosa que se había negado a hacer cuando empezó su declive) y participó en cintas que antes había rechazado, como la emblemática de Stallone Mercenarios. Pero, además, se ha sostenido en un perfil profesional bajo pero constante y sereno, y en un continuo esfuerzo por mantenerse cerca del público asistiendo a eventos, salones del cómic y cuantos menesteres le fueran propuestos, además de gestionar (bastante bien) sus redes sociales e interactuar con sus fans.
Ahora, a punto de cumplir sesenta y cuatro años y de estrenar una película en la que volverá a ser protagonista (Kill’Em All 2), presume orgulloso en Instagram de cómo el tiempo ha pasado por su cuerpo entrenado y de haber recuperado gran parte del cariño del público.