Jaimito el Cartero es uno de los personajes más entrañables de la vecindad del “Chavo del Ocho”, una figura que dejó una huella imborrable en la infancia de millones de personas en Latinoamérica y más allá.
Detrás de este personaje lleno de ternura, picardía y esa frase tan recordada “es que quiero evitar la fatiga”, se encuentra la historia de Raúl Padilla Mendoza, conocido como “Chato” Padilla, un actor mexicano cuya vida estuvo marcada por la actuación desde la infancia, el amor por su familia y una carrera artística llena de éxitos y desafíos.
En este artículo exploraremos la vida, la carrera y el legado de este gran comediante, así como las circunstancias de su partida.
Raúl Padilla Mendoza nació el 17 de junio de 1918 en Monterrey, Nuevo León, México.
Provenía de una familia profundamente ligada al arte y la actuación.
Su padre, Juan Bautista Padilla, era director de una compañía teatral ambulante, y desde muy pequeño Raúl fue inmerso en el mundo del teatro.
A la edad de apenas cuatro años comenzó a recibir clases de actuación, no por elección propia, sino como parte de la tradición familiar y la disciplina impuesta por su padre.
La infancia de Raúl estuvo marcada por la constante movilidad, ya que la familia recorría diferentes ciudades de México y también el extranjero para presentar sus obras teatrales.
Esta falta de un hogar fijo fue algo que lamentó durante toda su vida, pues nunca tuvo la oportunidad de vivir una infancia convencional.
Su vida transcurrió entre escenarios, guiones y viajes constantes, lo que moldeó su carácter y su visión del mundo.
El debut oficial de Raúl Padilla en el teatro fue en 1926, en el Teatro Principal de la Ciudad de México, con una comedia que resultó ser un éxito gracias a su formato innovador.
Durante décadas, Raúl se dedicó al teatro, desarrollando su talento y ganándose el respeto del público y sus colegas.
En la década de 1960, comenzó a incursionar en la televisión, participando en telenovelas como “México 1900” y “Juan José”.
Sin embargo, su verdadera pasión y mayor reconocimiento llegarían con la comedia.
A mediados de los años 70, apareció en programas como “El gran circo de Capulina”, donde interpretó diversos personajes que mostraban su versatilidad y carisma.
En 1978, Raúl Padilla tuvo la oportunidad de trabajar en la película “El Chanfle”, dirigida por Roberto Gómez Bolaños, conocido como Chespirito.
Este encuentro fue crucial para su carrera, ya que abrió la puerta para integrarse al elenco de la famosa serie “El Chavo del Ocho”.
Su primera colaboración con Chespirito se dio en un sketch de “El Chapulín Colorado” en 1979, y a partir de entonces se consolidó una sólida relación profesional.
Fue en este contexto que nació el personaje de Jaimito el Cartero, un abuelo de cabellera blanca, siempre acompañado de su bicicleta, que despertaba ternura y simpatía en los espectadores.
Jaimito era un personaje diferente dentro del universo de la vecindad: una mezcla de timidez, picardía e inocencia, que conquistó a la audiencia con su lucha constante por “evitar la fatiga”.
Aunque no tuvo tantas apariciones como otros personajes, su presencia fue fundamental para sobrellevar la salida de figuras icónicas como Kiko y Don Ramón.
Raúl “Chato” Padilla era conocido por su carácter amable, su profesionalismo y su gran sentido del humor.
Sus compañeros de trabajo lo recordaban con cariño y respeto, destacando su humildad y dedicación.
Nunca hubo conflictos públicos ni disputas, lo que habla de la calidad humana de este actor.
En su vida personal, Raúl tuvo dos grandes amores.
Su primera esposa fue la reconocida actriz Magda Guzmán, con quien tuvo un hijo llamado Rafael Padilla.
Sin embargo, el amor de su vida fue la actriz Aurelia Carmen Inclán, conocida artísticamente como Lily Inclán, con quien contrajo matrimonio en 1944 y compartió 56 años de vida juntos hasta la muerte de Raúl en 1994.
De esta unión nacieron dos hijos, Aurelia Maye Padilla, quien siguió una carrera en la escritura, dirección y producción teatral y televisiva, y Raúl “Chóforo” Padilla, que también se convirtió en un destacado comediante.
El 3 de febrero de 1994, Raúl Padilla falleció a los 75 años durante una grabación junto a Roberto Gómez Bolaños.
En sus últimos años, enfrentó complicaciones derivadas de la diabetes y problemas de sobrepeso que nunca logró controlar completamente, a pesar de las advertencias médicas.
El día de su muerte, Gómez Bolaños relató que después de una grabación lo esperaba en las escaleras para demostrarle que él también podía saltar desde el quinto escalón.
Al no verlo bajar, subió a buscarlo y encontró que ya había fallecido.
Según sus palabras, parecía estar dormido, con una expresión de felicidad, como si estuviera soñando algo bonito.
Así, Jaimito el Cartero “evitó la fatiga” para siempre.
Sus restos fueron cremados en el Panteón Civil de Dolores en la Ciudad de México y entregados a su familia.
Aunque Jaimito el Cartero apareció en la etapa final del programa “El Chavo del Ocho” y no tuvo tantas apariciones como otros personajes, su impacto fue profundo.
Representó un símbolo de ternura, sabiduría y humor inocente que ayudó a llenar el vacío dejado por la partida de otros grandes personajes.
Raúl “Chato” Padilla dejó una huella imborrable en la comedia mexicana y en el corazón de millones de espectadores.
Su vida, marcada por la dedicación al arte desde la infancia, el amor por su familia y la entrega total a su profesión, es un ejemplo de pasión y perseverancia.
La historia de Raúl “Chato” Padilla y su personaje Jaimito el Cartero es un testimonio de cómo el talento, la humildad y el cariño pueden trascender generaciones.
Su vida estuvo llena de sacrificios, alegrías y amor, y su legado sigue vivo en las risas y los recuerdos de quienes crecieron viendo sus actuaciones.
Jaimito el Cartero no solo fue un personaje de televisión; fue la expresión de un hombre que supo conquistar con su sencillez y humanidad.
Su frase “es que quiero evitar la fatiga” quedará para siempre en la memoria colectiva como un símbolo de ternura y humor que acompañó a muchas familias durante décadas.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.