A los 73 años, Mary Austin decidió romper décadas de silencio para contar desde Londres la verdad íntima sobre su vínculo con Freddie Mercury, su enfermedad y su legado, una confesión nacida del paso del tiempo que conmovió al mundo y humanizó aún más a la leyenda de Queen.

Londres, primavera de 2025.

Después de décadas de discreción absoluta, Mary Austin, la mujer que Freddie Mercury llamó “el gran amor de su vida”, decidió hablar.

Lo hizo a los 73 años, en una conversación grabada en su residencia cercana a Kensington, no lejos de Garden Lodge, la histórica casa que el líder de Queen le dejó como herencia y que sigue siendo un santuario para los admiradores del cantante.

Sus palabras, pronunciadas con calma y una precisión casi quirúrgica, sacudieron al mundo del rock y a millones de fans que creían conocerlo todo sobre la vida privada de Mercury.

La entrevista, concebida originalmente como un testimonio personal para un proyecto cultural sobre la memoria del VIH y el arte en los años ochenta, terminó convirtiéndose en una confesión inesperada.

“Durante años guardé silencio porque sentía que hablar era traicionar algo sagrado”, dijo Mary Austin al inicio, sentada frente a una ventana que daba al jardín.

“Pero el tiempo te enseña que el silencio también puede deformar la verdad”.

Esa frase marcó el tono de un relato íntimo que recorrió su relación con Freddie Mercury desde sus inicios, cuando se conocieron en Londres a finales de los años sesenta, hasta los días finales del cantante en 1991.

Mary recordó cómo, pese a que la relación sentimental terminó cuando Mercury asumió abiertamente su orientación sexual, el vínculo emocional nunca se rompió.

“Él siempre volvió a mí”, afirmó.

“No como amante, sino como hogar”.

La frase, que ya circula ampliamente en redes sociales, reforzó la idea de que Austin fue la figura más estable en la vida del artista, incluso cuando su entorno estaba marcado por el exceso, la fama y la presión constante.

Según relató, fue ella quien acompañó a Mercury en momentos clave de su carrera, incluyendo la grabación de álbumes fundamentales y decisiones personales que hoy forman parte de la historia de la música.

Uno de los momentos más impactantes de la entrevista llegó cuando Mary habló sin rodeos de la enfermedad de Freddie Mercury.

Confirmó que supo del diagnóstico de VIH antes de que fuera de conocimiento público y explicó cómo esa información redefinió sus prioridades.

“Mi vida se volvió protegerlo”, confesó.

“No al ícono, sino al hombre asustado que no quería ser recordado por su enfermedad”.

Según Austin, esa fue una de las razones por las que respetó el deseo de Mercury de mantener su estado de salud en privado hasta el final.

También abordó el tema de la herencia y el papel que asumió tras la muerte del cantante el 24 de noviembre de 1991.

Garden Lodge, ubicada en Logan Place, se convirtió en su residencia principal y en un espacio de memoria.

“No quise convertir la casa en un museo”, explicó.

“Era su refugio, y debía seguir siéndolo”.

Mary Austin administra hasta hoy parte de los bienes y derechos personales de Mercury, una responsabilidad que, según dijo, ha sido tan pesada como honorífica.

“Cada decisión tiene un peso emocional enorme”, admitió.

Durante la conversación, Mary no evitó referirse a las controversias que surgieron con el paso de los años, incluyendo especulaciones sobre su rol en la vida del cantante y su supuesta influencia en decisiones personales y profesionales.

“Se dijeron muchas cosas”, comentó con serenidad.

“Algunas dolieron, otras me hicieron reír, pero aprendí que la verdad no necesita defenderse todos los días”.

Sus palabras fueron interpretadas como una respuesta elegante a décadas de rumores.

En el tramo final, Mary Austin habló de su vida actual, alejada del foco mediático.

Vive de manera tranquila, rodeada de recuerdos, cartas y objetos que Freddie Mercury le confió.

Aseguró que no busca reconocimiento ni protagonismo tardío.

“Hablo ahora porque quiero que Freddie sea recordado completo, no fragmentado por mitos”, afirmó.

“Fue brillante, contradictorio, generoso y profundamente humano”.

La revelación de Mary Austin no solo conmovió a los seguidores de Queen, sino que reabrió un debate sobre la intimidad, la memoria y el derecho a contar la propia historia.

A los 73 años, su silencio se transformó en una voz serena pero contundente, capaz de cambiar la forma en que el mundo entiende al hombre detrás de una de las leyendas más grandes de la música contemporánea.