El 28 de septiembre de 1994, la Ciudad de México fue testigo de un crimen que marcaría un hito en la historia política del país.
José Francisco Ruiz Macieu, secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y excuñado del presidente Carlos Salinas de Gortari, fue asesinado a plena luz del día tras salir de un desayuno con diputados priistas.
Este trágico evento no solo dejó una profunda herida en el PRI, sino que también destapó un entramado de traiciones, conspiraciones y oscuros secretos que aún resuenan en la memoria colectiva de México.
La mañana del 28 de septiembre amaneció nublada y tensa. A solo seis meses del asesinato de Luis Donaldo Colosio, el clima político en México era convulso.
Ruiz Macieu, conocido por su elegancia y carisma, llegó al hotel Casablanca para una reunión estratégica con 180 diputados electos del PRI.
Este encuentro no era solo un desayuno; era un intento por reagrupar al partido después de la crisis provocada por el asesinato de Colosio.
Durante el evento, Ruiz Macieu habló de la necesidad de un PRI renovado y de elecciones internas más democráticas, palabras que para algunos eran visionarias, pero para otros, peligrosas.
Al finalizar el desayuno, Ruiz Macieu decidió conducir su propio automóvil, un Buick Century gris metálico, acompañado de algunos diputados.
Sin embargo, su decisión de no utilizar su escolta resultaría fatídica. Mientras el auto avanzaba, un hombre armado apareció y disparó, impactando a Ruiz Macieu en el cuello.
El caos estalló en la calle, y el político se desplomó, dejando una escena de horror y confusión.
A pesar de los esfuerzos de sus acompañantes y de los paramédicos, Ruiz Macieu fue declarado muerto poco después de ser trasladado al hospital.
El diagnóstico fue devastador: una herida de bala con lesión medular grave. La noticia de su muerte se propagó rápidamente, paralizando al país y dejando a la nación en estado de shock.
Dos figuras clave del PRI habían caído bajo las balas en menos de seis meses, lo que evidenciaba la vulnerabilidad del partido que había gobernado México durante más de 70 años.
El autor material del asesinato fue identificado como Daniel Aguilar Treviño, un joven de 28 años de Tamaulipas. Durante los interrogatorios, Aguilar sorprendió a las autoridades al revelar que no había actuado solo.
Mencionó a varios cómplices, incluyendo a Jorge Rodríguez González, un político que supuestamente había contratado a Aguilar para llevar a cabo el crimen.
Esta revelación transformó el asesinato en un escándalo político de proporciones épicas, involucrando a diputados y funcionarios del PRI.
Aguilar confesó que el motivo detrás del asesinato era evitar que Ruiz Macieu ascendiera al liderazgo de la Cámara de Diputados, ya que sus planes de reforma no eran convenientes para ciertos sectores del partido.
La revelación de nombres y conexiones dentro del PRI desató una ola de arrestos y confesiones, poniendo al descubierto un sistema corrupto y lleno de traiciones.
La investigación se convirtió rápidamente en un terremoto político. El presidente Carlos Salinas de Gortari ordenó una investigación exhaustiva, y el encargado de llevarla a cabo fue Mario Ruiz Macieu, hermano de la víctima.
Sin embargo, la expectativa de justicia pronto se desvaneció cuando la investigación comenzó a desenredar una red de complicidades que alcanzaba las más altas esferas del poder.
Las acusaciones se extendieron hasta Raúl Salinas, hermano del expresidente, quien fue detenido y acusado de ser el autor intelectual del asesinato.
Las versiones apuntaban a que Raúl había ordenado el crimen debido a disputas familiares y políticas, especialmente tras el divorcio de Ruiz Macieu con Adriana Salinas, hermana del presidente.
La noticia de su detención causó revuelo a nivel nacional e internacional, y el caso se convirtió en un símbolo de la corrupción política en México.
A medida que la investigación avanzaba, se revelaron más nombres y conexiones, implicando a figuras influyentes dentro del PRI.
Las acusaciones de corrupción y conspiración se multiplicaron, y el clima de desconfianza creció.
Raúl Salinas fue condenado a 50 años de prisión, convirtiéndose en el primer hermano de un expresidente en ser sentenciado por un asesinato político en México.
Sin embargo, la justicia sería efímera; años después, la sentencia fue anulada por falta de pruebas directas, y Raúl salió libre en 2005, dejando un legado de corrupción y escándalos.
La muerte de Ruiz Macieu no solo marcó el fin de una carrera política, sino que también destapó las profundas grietas en un sistema que había gobernado México con mano de hierro.
El PRI, que había sido un pilar del poder en el país, comenzó a desmoronarse bajo el peso de sus propios fantasmas. En el año 2000, el partido perdió la presidencia, un hito que simbolizaba el fin de una era.
El asesinato de José Francisco Ruiz Macieu sigue siendo un episodio oscuro en la historia política de México.
A pesar de las investigaciones y los juicios, muchas preguntas quedaron sin respuesta.
¿Quién realmente ordenó su muerte? ¿Cuáles eran los verdaderos motivos detrás de este crimen? La verdad se diluyó entre expedientes manipulados, testigos silenciados y un sistema que protegía a los poderosos.
La muerte de Ruiz Macieu no solo fue un crimen aislado; fue un reflejo de un sistema político que se devoraba a sí mismo. En México, los muertos hablan, y las heridas de la política nunca cicatrizan del todo.
La historia de Ruiz Macieu es un recordatorio de que el poder puede ser tanto un refugio como una trampa, y que las traiciones en el mundo político pueden tener consecuencias fatales.
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