
Roberto Orlando Bracone Maxyali nació el 3 de agosto de 1943 en Sáenz Peña, Chaco, Argentina.
Desde niño, el destino parecía debatirse entre dos pasiones opuestas: el fútbol y la música.
A los siete años ya cantaba en televisión, mostrando un talento precoz que nadie podía ignorar.
Sin embargo, durante su adolescencia, el balón parecía ganarle terreno al micrófono.
Con apenas 19 años viajó a Buenos Aires para probar suerte como futbolista profesional en Ferrocarril Oeste.
El sueño se rompió antes de comenzar.
Un conflicto interno cerró las puertas del club y Elio regresó a su provincia derrotado, sin imaginar que aquel fracaso sería el empujón definitivo hacia su verdadero destino.
En 1965 volvió a Buenos Aires, esta vez decidido a triunfar como cantante.
Grabó sencillos que comenzaron a sonar y en 1966 Polydor lanzó su primer gran álbum, El mundo de Elio Roca.
El impacto fue inmediato.
Su rostro se volvió habitual en la televisión argentina y su voz empezó a distinguirse por algo inusual: no gritaba el amor, lo susurraba.
Ese estilo íntimo, casi confesional, lo volvió único.
El éxito lo llevó lejos.
En 1967 cruzó el Atlántico y pasó más de un año recorriendo Europa.
Cantó en programas de enorme prestigio, incluido Top of the Pops en Londres, algo casi impensable para un artista latino de la época.
Actuó junto a Rocío Dúrcal y Palito Ortega en la película Amor en el aire y participó en el Festival Internacional de Benidorm con la balada Siempre te amaré, dejando una huella imborrable aunque no ganara el primer lugar.
El año 1970 marcó el punto más alto de su carrera.
Ganó el Festival de Punta del Este con Cuando el amor se da y poco después volvió a triunfar en el Festival de la Canción de Canal 13 con Sembremos paz y amor por los caminos.
Ese mismo año grabó canciones que se volverían eternas: Cómo deseo ser tu amor, Otra vez junto a ti y El triste.
Su voz se convirtió en la banda sonora de miles de historias de amor en toda Latinoamérica.
El cine y la televisión también lo reclamaron.
Protagonizó la película Vamos a soñar con el amor, que fue un éxito rotundo, y su música se integró a telenovelas venezolanas como Una muchacha llamada Milagros y Peregrina.
Décadas después, el propio Fernando Gaitán, creador de Betty la Fea, resumiría su impacto con una frase contundente: para enamorarse, hay que escuchar a Elio Roca.
En 1977 alcanzó otra cima con su propio programa diario, El show de Elio Roca, consolidándose no solo como cantante, sino como una figura querida en los hogares argentinos.
Sin embargo, su vida no se limitó al espectáculo.
Impulsado por el amor a su tierra, incursionó en la política y se postuló para cargos importantes en el Chaco.
No ganó, pero dejó claro que su compromiso iba más allá de los aplausos.
Lejos de quedarse atrapado en la nostalgia, Elio se reinventó una y otra vez.
Grabó boleros, tangos y chamamé, regresando a las raíces musicales de su país.
Discos como Una rosa, una espina y De mil amores mostraron a un artista más maduro, profundo y reflexivo.
Su voz seguía intacta, cargada de emoción.
En sus últimas apariciones públicas, Elio Roca se mostraba sereno, agradecido y profundamente humano.
Bromeaba con el apodo de “cantante de plancha” y lo abrazaba con orgullo.
Para él, el romanticismo era una fuerza capaz de salvar al mundo.
Cantaba de pie, con el mismo respeto de siempre, dedicando canciones a madres, familias y oyentes anónimos que crecieron con su música.

Su última gran presentación tuvo lugar en 2010, en el Centro de Bellas Artes de Caguas, Puerto Rico.
Nadie sabía que aquel concierto sería una despedida silenciosa.
Con los años, Elio se fue alejando de los escenarios y regresó definitivamente a su provincia natal.
En noviembre, su salud comenzó a deteriorarse gravemente.
Fue hospitalizado por un intenso dolor lumbar provocado por una hernia discal severa.
Se sometió a una compleja cirugía de columna que duró cinco horas.
Nunca logró recuperarse del todo.
Durante la madrugada de un domingo, Elio Roca falleció a los 78 años en una clínica del Chaco.
La noticia la confirmó su hija, Georgina Bracone, con palabras cargadas de amor y dolor.
Murió como vivió en sus últimos años: en silencio, lejos del ruido, sostenido por su familia y por una fe profunda.
Productores, colegas y fans coincidieron en lo mismo: Elio Roca fue un caballero, humilde, generoso y sin aires de estrella, incluso cuando lo era todo.
Hoy su voz sigue viva.
Sus canciones siguen sonando en radios, hogares y corazones.
Elio Roca no fue solo un cantante romántico.
Fue un hombre que convirtió el amor en música y aceptó el final con la misma dignidad con la que cantó cada verso.
Su vida fue luminosa.
Su despedida, dolorosa.
Su legado, eterno.