Emilio Azcárraga Milmo, “El Tigre” de Televisa, enfrentó en sus últimos años una profunda crisis personal y empresarial marcada por la devaluación del peso mexicano, el crecimiento de TV Azteca y graves pérdidas financieras, mientras padecía fuertes dolores que ocultaban un cáncer de piel no diagnosticado a tiempo.
En medio de la tormenta que azotaba su vida personal y la crisis económica que enfrentaba su imperio mediático, el famoso empresario conocido como “El Tigre”, dueño de Televisa, comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza que interrumpían su trabajo.
A pesar de las visitas al médico, solo recibía medicamentos para aliviar sus molestias, sin un diagnóstico claro de su grave condición.
Su vida personal se desmoronaba tras un matrimonio de casi 18 años con la presentadora Paula Cuzzi, que terminó abruptamente, y un nuevo romance con la reina de belleza Adriana Pascal, que generó críticas en un contexto de crisis económica en México.
Durante los años 90, la falta de reservas internacionales provocó la devaluación del peso mexicano, lo que llevó a la caída de las acciones de Televisa y a despidos masivos.
Mientras tanto, su competencia, TV Azteca, crecía con programación extranjera y producción propia, lo que complicaba aún más la situación de la empresa.
A pesar de los intentos de recuperación, como alianzas con empresas de telecomunicaciones en Estados Unidos y Brasil, Televisa cerró 1996 con pérdidas netas de 598.5 millones de pesos.
La presión financiera se intensificaba y, al mismo tiempo, Azcárraga comenzaba a experimentar los primeros síntomas de un agresivo cáncer de piel, que no fue diagnosticado hasta el año siguiente.
En 1997, Azcárraga fue diagnosticado con melanoma, un tipo de cáncer de piel que desarrolló por su excesiva exposición al sol.
A pesar de su condición, el magnate se negó a dejar su puesto y solicitó ayuda al presidente mexicano Zedillo para que sus deudas no afectaran la herencia de su hijo.
El presidente ordenó a los bancos restaurar las deudas, asegurando que, si Zedillo perdía las elecciones, también se encargaría de la situación.
En enero de 1997, Azcárraga anunció que su hijo, Emilio Azcárraga Jean, sería el nuevo presidente de la compañía, aunque en realidad él se encontraba en un delicado estado de salud.
Pasó sus últimos meses en su yate en la Bahía de Miami, donde disfrutaba del mar y la compañía de amigos, a pesar de su enfermedad.
A menudo invitaba a celebridades como Julio Iglesias y Emilio y Gloria Estefan. En una cena, pronunció una frase que resonaría como un presagio: “Qué pena que los leones tenemos que luchar hasta el final”.
Cuatro meses después, el 16 de abril de 1997, sufrió una fuerte punzada en su yate que lo dejó inconsciente.
Su pareja llamó a su médico, quien confirmó lo peor: Emilio Azcárraga Milmo había fallecido a los 66 años, víctima del melanoma que había hecho metástasis en su páncreas.
La noticia de su muerte se extendió rápidamente por México, anunciada por su amigo, el periodista Jacobo Zabludovsky. A pesar de la tragedia, la programación de Televisa continuaría, como él lo habría querido.
Su cuerpo fue cremado y dos días después se celebró una misa en su honor en el foro 2 de Televisa, con la presencia de figuras políticas y del mundo del espectáculo. Sus cenizas fueron depositadas en la Basílica de Guadalupe, un lugar que solía visitar con frecuencia.
La partida de Azcárraga dejó a Televisa en una etapa de incertidumbre.
Las acciones de la compañía cayeron un 3% en las bolsas de México y Nueva York, lo que presentó un desafío inmediato para su hijo, quien rompió con la tradición familiar al establecer una gestión por parte de un comité de expertos.
Además, tuvo que lidiar con la batalla legal por la herencia, que había sido dividida en partes iguales entre sus seis hijos y sus dos últimas parejas.
A lo largo de su vida, Azcárraga había sido un empresario poderoso, pero su legado era complejo. Nacido en San Antonio el 6 de septiembre de 1930, se trasladó a Ciudad de México, donde comenzó a trabajar en el Telesistema Mexicano, la compañía de su padre.
A pesar de su éxito, su relación con su progenitor era tensa, y a menudo se sentía eclipsado por otros. Su vida personal estuvo marcada por tragedias, incluyendo la muerte de su primera hija y su esposa, lo que lo llevó a convertirse en un hombre de negocios implacable.
A pesar de sus logros, su trayectoria no estuvo exenta de controversias. Durante el movimiento estudiantil de 1968, su empresa fue criticada por su cobertura parcial de los eventos, ignorando las manifestaciones y favoreciendo la narrativa del gobierno.
Azcárraga controlaba con mano dura la información transmitida, lo que generó un legado de manipulación mediática que perdura hasta hoy.
La historia de Emilio Azcárraga Milmo es una mezcla de éxito y tragedia, un reflejo de la influencia de la televisión en la sociedad mexicana.
Su vida y su muerte dejan un legado que continúa moldeando la identidad nacional y el panorama mediático del país, recordando a todos que incluso los titanes pueden caer.
