😱 Faride LO QUIERE DE RODILLAS: Tolentino Revela TODO Y El País Está En Shock
Ramón Tolentino fue arrestado en vivo.
La escena fue brutal: un escuadrón élite irrumpió en pleno programa, lo esposaron, le propinaron bofetadas y lo arrastraron por las escaleras como si fuera un narco de alto perfil.
En segundos, la imagen del periodista siendo humillado dio la vuelta a todo el país.
Pero lo que pocos sabían es que esa escena era apenas el primer acto de una obra mucho más siniestra.
Faride Raful, la poderosa ministra detrás del operativo, no ocultó sus intenciones: quería doblegarlo, arrodillarlo frente a ella y escupirle la cara.
Sí, literalmente.
Su odio por Tolentino es visceral, acumulado durante años de críticas feroces y transmisiones donde el comunicador la desnudaba políticamente frente a una audiencia masiva.
Pero esto no era un simple ajuste de cuentas…
era un mensaje.
Un mensaje de miedo para todos los que se atrevan a desafiarla.
Y no fue el único objetivo.
Según fuentes, Alofoke sería el siguiente.
Ya habría una operación preparada con 40 agentes, con órdenes claras: capturarlo en pleno programa, sacarlo de su cabina y presentarlo ante Faride para que repita la misma humillación.
Pellizcos, escupitajos y una celda como destino final.
¿Por qué tanto odio? Porque ambos han osado decir lo que otros callan.
Porque representan una prensa incómoda.
Y en el nuevo país de Faride, eso se paga caro.
Pero lo que nadie vio venir fue lo que reveló más tarde: todo fue un simulacro.
Un montaje organizado por el propio equipo de Esto No Es Radio para mostrarle al país lo que podría pasar si se sigue permitiendo el avance autoritario de una figura que ha perdido toda noción de realidad.
Lo que se vivió fue una advertencia, no una ficción.
Un espejo del futuro próximo.
Y no es tan descabellado.
Faride ya ha aplicado medidas que parecen sacadas de un guion de dictadura.
Ha prohibido que peluquerías abran de noche, ha perseguido bocinas, cerrado colmados, intervenido iglesias y hasta amenazado con regular las mesas de dominó.
Ahora, se habla de vigilancia sobre influencers, cierre de canales de YouTube y confiscación de cuentas que no repitan su narrativa.
Un Estado vigilante y represivo que ya no tolera voces incómodas.
En este escenario, los medios se dividen en tres bandos: los que pactan y callan a cambio de contratos millonarios, como Panorama o Alfredo de la Cruz; los que ceden por miedo; y los que, como Tolentino y
Alofoke, eligen resistir aunque cueste caro.
El mensaje es claro: te alineas, o desapareces.
Pero mientras Faride alimenta esta maquinaria de represión disfrazada de orden, el país se hunde.
La delincuencia aumenta, los puntos de droga siguen activos, la policía está corroída por la corrupción, y la inseguridad es el pan de cada día.
Pero en lugar de atacar esos problemas, Faride ha hecho de su ministerio un show: redadas teatrales, confiscaciones absurdas, operativos sin sentido, cámaras por doquier, y cero resultados.
¿Su solución? Silenciar a la prensa.
Asegura que algunos periodistas han tratado de chantajearla exigiendo dinero para no atacarla.
Pero ¿quién puede creerlo de figuras como Ramón Tolentino, conocido por rechazar jugosas ofertas de empresarios con tal de mantener su línea editorial? Más parece una excusa para justificar su cruzada contra
medios independientes.
Hoy, el país se pregunta si Faride realmente cree que puede convertirse en una versión criolla de Bukele.
Pero mientras el presidente salvadoreño enfrenta al crimen con políticas concretas, ella confisca bocinas.
Mientras otros intentan transformar sus naciones, ella reprime peluqueros, barberos y DJs.
¿Es esa la nueva política?
Lo cierto es que el supuesto simulacro de Tolentino reveló una verdad que duele: la represión ya no es ficción.
Faride ha cruzado una línea peligrosa: la criminalización de la cotidianidad.
Y cuando el poder empieza a decidir qué música se puede oír, qué palabras se pueden decir, y qué medios pueden existir, ya no estamos hablando de orden, sino de tiranía.
Pero su plan parece estar fallando.
La ciudadanía ya no la ve como la mujer fuerte que prometía limpiar el país, sino como una figura desconectada, autoritaria y errática.
Ha decepcionado a quienes alguna vez creyeron en ella.
Incluso sus propios aliados políticos guardan silencio.
Nadie quiere cargar con el peso de su fracaso.
Mientras tanto, el pueblo sigue exigiendo lo mismo: seguridad real, justicia efectiva, respeto a la libertad de expresión y oportunidades para salir adelante.
Pero Faride solo ofrece ruido, persecución, castigos ejemplares y un culto al ego que asusta.
¿Y su legado? Será recordado no por enfrentar al crimen, sino por criminalizar a quien trabaja, a quien opina, a quien suena música en el barrio.
Porque cuando el poder se usa para castigar y no para proteger, se pierde toda legitimidad.
Y cuando la autoridad olvida que trabaja para el pueblo, el pueblo le da la espalda.
Ramón Tolentino lo entendió.
Por eso rompió el silencio, por eso mostró lo que puede venir.
Y ahora la pregunta no es si fue real o no, la pregunta es: ¿y si mañana lo es?.