⚽🔥 A los 44 años, Salvador Cabañas confiesa lo impensado: la noche que destruyó su vida tenía un motivo oculto
Aquella madrugada del 25 de enero de 2010, la vida de Salvador Cabañas cambió para siempre.
El delantero paraguayo, entonces figura estelar del Club América y uno de los máximos referentes del fútbol latinoamericano, vivía su mejor momento profesional.
Tenía un precontrato con el mismísimo Manchester United y estaba en la cúspide de su carrera.
Pero un disparo en la cabeza, ejecutado dentro de un baño de discoteca por un hombre ligado al narco, lo sacó brutalmente del juego… y lo lanzó a una espiral de dolor, traición y despojo que hoy, 14 años después,
decide contar con lujo de detalle.
Lo que parecía un ataque al azar resultó, según las propias palabras de Cabañas, ser parte de un engranaje mucho más oscuro.
En sus más recientes declaraciones, asegura que la agresión no fue espontánea, sino parte de un plan para apartarlo del fútbol profesional y evitar que brillara en el Mundial de 2010.
Suena como una teoría de conspiración, pero los nombres implicados —narcotraficantes de alto perfil y figuras del espectáculo— la convierten en una posibilidad que hiela la sangre.
El agresor, José Jorge Balderas Garza, alias “El JJ”, figura vinculada al cártel de los Beltrán Leyva, afirmó en su momento que el disparo fue resultado de una discusión banal.
Pero las contradicciones en su testimonio, sumadas a las declaraciones de Cabañas, pintan un cuadro muy diferente.
El exfutbolista sostiene que hubo provocaciones verbales, amenazas directas y una tensión premeditada que culminó en el disparo a quemarropa que casi le arrebató la vida.
La bala quedó alojada en su cráneo, y aún hoy permanece allí.
Durante los días siguientes al ataque, el mundo del fútbol se paralizó.
Mientras los médicos luchaban por salvar su vida, los rumores explotaban: desde un triángulo amoroso con la actriz Arleth Terán y un poderoso narco, hasta apuestas perdidas y traiciones personales.
Todo alimentaba una narrativa digna de un thriller.
Incluso se habló de un supuesto complot ligado al Mundial, en el que su exclusión beneficiaría intereses ocultos.
Lo que pocos sabían en ese momento era que la tragedia no terminaba en el hospital.
A pesar de una recuperación milagrosa, Cabañas fue víctima de una tormenta aún más dolorosa: la traición de su entorno más cercano.
Su esposa, María Lorgia, fue acusada por la familia del futbolista de aprovecharse de su estado para quedarse con millones de dólares acumulados durante años de carrera.
Una batalla legal por propiedades, cuentas bancarias e incluso joyas enviadas a modelos en Paraguay salpicó aún más una historia que ya parecía demasiado densa.
María Lorgia negó haberlo traicionado, pero admitió que su matrimonio estaba marcado por las infidelidades, el abuso de alcohol y una tensión insoportable.
Lo más chocante fue su revelación de que, incluso estando Cabañas hospitalizado, ella tuvo que hacerse cargo de deudas y transacciones sospechosas que él le ordenó desde la cama.
Según sus palabras, el jugador vivía una vida doble, de lujos descontrolados y relaciones ocultas que poco tenían que ver con el ídolo de multitudes que todos veneraban.
A esto se sumaron escándalos fiscales.
Durante siete años en México, Cabañas nunca presentó declaraciones ante Hacienda, lo que derivó en una deuda superior a cinco millones de dólares.
Las cuentas familiares fueron congeladas, y el sueño del futbolista millonario se esfumó.
Para colmo, perdió gran parte de sus propiedades en el divorcio.
La mansión en Asunción, valuada en cinco millones, y varias otras fincas quedaron en manos de su exesposa.
Lo que más impactó a la opinión pública fue ver, años después, a Salvador Cabañas sosteniendo una bandeja de pan en las calles de Paraguay.
Se decía que había caído en la pobreza.
Sin embargo, él mismo aclaró que se trataba de una panadería que abrió para sus padres, no porque necesitara dinero, sino como un acto de amor.
Aun así, la imagen quedó grabada: el astro convertido en panadero, símbolo de una caída devastadora.
No obstante, lo que no se vio fue la reconstrucción silenciosa.
Con inversiones en complejos deportivos y terrenos en alquiler, Cabañas logró estabilizar su vida financiera.
Y no se detuvo ahí.
En los últimos años, se reinventó como conferencista motivacional, relatando en cada charla cómo sobrevivió al disparo, al sistema, y a quienes lo rodeaban solo por interés.
Dice que perdonó a su atacante, pero no olvida.
Que vive con la bala en la cabeza como recordatorio, pero también como símbolo de una segunda oportunidad.
Cada vez que se para frente a un grupo de jóvenes, les dice: “No dejen que nadie apague su luz.
A mí casi me matan por brillar demasiado”.
Esas palabras, que hace años hubieran parecido parte de una película, hoy resuenan con más verdad que nunca.
Porque Salvador Cabañas no solo fue un goleador de leyenda.
Fue —y es— un sobreviviente de una maquinaria de poder, ambición y engaños que casi le arrebata todo.
La historia de Cabañas ya no es solo una anécdota del fútbol, es un testimonio crudo de cómo la fama puede ser tan peligrosa como una bala en la frente.
Y ahora que ha hablado, la verdad ya no puede ser ignorada.