La casa ubicada en el jirón Huaynacapac, en Jesús María, Lima, guarda los recuerdos de una familia que alguna vez fue unida y feliz.
Hoy, ese mismo espacio es el escenario de un doloroso conflicto entre Pascuala del Carmen, una mujer de 82 años, y sus hijos, que ha dividido a la familia y ha expuesto verdades difíciles sobre abandono, resentimientos y reclamaciones legales.
Esta es la historia de una madre que fue desalojada de su hogar por su propio hijo, y de cómo después de años de litigios y heridas abiertas, intentan encontrar un camino hacia la reconciliación.
Pascuala del Carmen y Juan Jun García se casaron en la década de 1970 y juntos formaron una familia con cuatro hijos: Julia, quien tenía una discapacidad severa; Juan; Margarita; y Sergio.
En sus inicios, la familia parecía sólida y unida, pero con el tiempo las dificultades y decisiones personales fueron erosionando ese vínculo.
En la década de los 90, Pascuala decidió irse a vivir a Chile, dejando atrás a su esposo y a sus hijos en Perú.
Esta decisión marcó un punto de quiebre en la familia.
Juan Jun, con una formación conservadora y un fuerte apego a la unidad familiar, decidió regresar a Perú con sus hijos, excepto Juan, el mayor, quien permaneció en Chile para continuar con su negocio.
Durante ese tiempo, Pascuala conoció a otra persona en Chile, lo que profundizó la distancia emocional con su esposo.
Mientras tanto, los hijos crecían bajo el cuidado y la dedicación de Juan Jun, quien asumió la responsabilidad del hogar y les brindó amor y apoyo.
Los hijos de Pascuala relatan que, a pesar de algunos momentos de cariño, la relación con su madre fue marcada por la frialdad, la discordia y el desprecio.
Según ellos, Pascuala sembraba intrigas y contiendas dentro de la familia, afectando la armonía y el respeto mutuo.
Julia, la hija con discapacidad, quedó al cuidado de Juan Jun y su esposa, mientras Pascuala permanecía en Chile.
Esta situación generó resentimientos profundos, ya que los hermanos sintieron que su madre los había abandonado en momentos cruciales.
Además, Pascuala demandó a su esposo por alimentos, lo que aumentó la tensión familiar.
El divorcio entre Pascuala y Juan Jun se concretó en 2013, poniendo fin a una relación llena de desencuentros y resentimientos acumulados a lo largo de los años.
Tras la muerte de Juan Jun en 2016, la disputa familiar se intensificó.
Pascuala regresó a Lima para reclamar la pensión de viudez, pero también para exigir su derecho sobre la casa familiar en Jesús María, propiedad que había comprado junto a su esposo en los años 70.
Sin previo aviso, Pascuala cambió la cerradura de la vivienda, tomó posesión del inmueble y desalojó a su hijo Sergio en plena madrugada.
Este acto generó conmoción y un enfrentamiento legal que duró ocho años, durante los cuales Pascuala fue denunciada por usurpación agravada.
Sergio, quien defendió la propiedad y la convivencia pacífica, intentó en múltiples ocasiones llegar a acuerdos con su madre, pero la situación se tornó insostenible.
Pascuala, por su parte, negó haber desalojado a su hijo y alquiló partes de la casa, generando aún más tensión.
El proceso legal fue largo y desgastante para ambas partes.
Pascuala fue condenada en 2023 a cuatro años de prisión suspendida por usurpación, y se le ordenó devolver la casa a sus hijos.
Sin embargo, la relación familiar permaneció fracturada.
Además, Pascuala presentó demandas contra sus hijos por violencia familiar y falsedad genérica, mientras que sus hijos denunciaron el abandono y la indiferencia que marcaron su infancia y juventud.
Sergio explicó que la decisión de denunciar a su madre fue la última opción después de múltiples intentos de conciliación, buscando proteger la propiedad familiar y encontrar una solución justa para todos.
Finalmente, tras años de disputas, Pascuala y sus hijos lograron un acuerdo para dividir la casa, permitiendo que Pascuala se quedara con su parte y que la familia pudiera convivir bajo el mismo techo, aunque en diferentes niveles de la vivienda.
A pesar de esta conciliación, las heridas del pasado aún están presentes.
El abandono, la indiferencia y los resentimientos acumulados durante décadas no desaparecen fácilmente, y la familia enfrenta el desafío de reconstruir vínculos y encontrar la paz.
La historia de Pascuala del Carmen y sus hijos es un reflejo de las complejidades y dificultades que pueden surgir en las relaciones familiares, especialmente cuando el abandono y la falta de comunicación generan heridas profundas.
Este caso también pone en evidencia la importancia de la empatía, el diálogo y la búsqueda de soluciones que prioricen la unidad familiar y el bienestar de todos sus miembros, especialmente en la vejez y en momentos de vulnerabilidad.
Aunque la justicia legal ha intervenido para resolver la disputa por la propiedad, el verdadero desafío está en sanar las relaciones y construir un futuro donde el respeto y el amor puedan prevalecer.
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