Era un día sombrío en San Martín, un pequeño pueblo donde todos se conocían. Sofía, una joven llena de sueños y anhelos, recibió la noticia que cambiaría su vida para siempre.
Sus padres decidieron enviarla a estudiar a Inglaterra, lejos de su hogar, de sus amigos y, especialmente, de David, el amor de su vida.
David, un chico de espíritu libre y corazón apasionado, siempre había estado a su lado. Desde que se conocieron en la escuela primaria, su conexión fue instantánea.
Pasaron los veranos juntos, explorando cada rincón del pueblo, compartiendo risas y secretos. Pero ahora, la distancia se interpondría entre ellos.
“Te esperaré, Sofía,” le prometió David antes de que ella partiera.
Sofía se sintió aliviada por sus palabras, pero también cargada de incertidumbre. ¿Podría el amor sobrevivir a la distancia?
Al llegar a Inglaterra, Sofía se sumergió en sus estudios, pero su corazón seguía anclado en San Martín.
Cada noche, antes de dormir, escribía cartas a David, describiendo su vida en el extranjero, sus nuevas experiencias y lo mucho que lo extrañaba.
David, por su parte, también le escribía. Sus cartas estaban llenas de amor y promesas, recordándole que siempre estarían conectados, sin importar la distancia.
Los meses pasaron, y aunque ambos intentaron mantenerse ocupados, la añoranza crecía con cada día que pasaba.
Una noche, mientras Sofía miraba las estrellas desde su ventana, recordó las noches en que David la llevaba a verlas en el campo.
“Te esperaré, Sofía,” resonaba en su mente.
Decidida a no dejar que el tiempo y la distancia los separaran, Sofía le propuso a David hacer una videollamada.
La emoción la invadió cuando vio su rostro en la pantalla. “Te extraño tanto,” dijo Sofía, con lágrimas en los ojos.
“Yo también, Sofía. Cada día sin ti es un desafío,” respondió David.
Ambos se prometieron que, sin importar lo que sucediera, su amor sería más fuerte que cualquier obstáculo.
Los años pasaron, y Sofía se graduó con honores. Regresó a San Martín, donde David la esperaba con los brazos abiertos.
“Lo lograste, Sofía. Siempre supe que volverías,” dijo él, sonriendo.
Sofía se dio cuenta de que su amor había resistido la prueba del tiempo y la distancia.
“Te he esperado, y siempre lo haré,” le confesó David.
Así, en San Martín, Sofía y David demostraron que el verdadero amor puede superar cualquier barrera, y que las promesas hechas desde el corazón nunca se rompen
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