La figura de Rocío Dúrcal continúa siendo, a casi dos décadas de su partida, uno de los referentes más queridos y respetados de la música en español.
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Conocida como “la española más mexicana”, su voz, su elegancia y su dedicación artística la convirtieron en un ícono que trascendió fronteras y generaciones.
Sin embargo, detrás de su imponente presencia en los escenarios se encontraba una mujer que enfrentó con admirable fortaleza una de las etapas más difíciles de su vida: la batalla contra el cáncer que acabaría con su vida el 25 de marzo de 2006.
Su muerte, rodeada de dolor, admiración y homenajes multitudinarios, marcó el final de una historia profesional brillante y de una vida personal profunda, llena de sacrificios, amor por la familia y una gran vocación artística.
Al cumplir cuarenta años de trayectoria, Rocío había retomado con fuerza el género ranchero que tanto la identificaba, grabando en 2001 el álbum Entre tangos y mariachis.
Ese mismo verano realizó una exitosa gira por España, su país natal, al que llevaba más de trece años sin presentarse debido a que allí nunca alcanzó el nivel de reconocimiento que conquistó en México y en gran parte de Latinoamérica.
Todo parecía ir viento en popa hasta que, a finales de ese año, un intenso dolor pélvico la llevó a consultar a los médicos, quienes le dieron una noticia devastadora: padecía cáncer de útero.
Para ella, aquella revelación fue interpretada como un mensaje divino que la invitaba a detenerse, a dejar de trabajar sin descanso y a darle prioridad a su salud.
De inmediato canceló sus presentaciones y giras, iniciando un tratamiento médico que desembocaría posteriormente en una operación en la que se le extirparon veintidós ganglios linfáticos.
Aunque la cirugía fue considerada un éxito, los médicos no lograron localizar uno de los ganglios, un detalle que más tarde tendría graves consecuencias.

Durante más de un año y medio permaneció alejada de la vida pública mientras continuaba con su tratamiento.
En 2003 reapareció tímidamente colaborando con el cantante mexicano Julio Preciado en el tema “Si nos dejan” y dando algunas entrevistas en las que aseguraba que se encontraba en mejores condiciones.
Ese aparente progreso se reflejaría en su regreso musical con el álbum Alma ranchera en 2004, sin imaginar que sería el último.
Antes de comenzar la gira promocional, pidió a sus médicos nuevos exámenes para asegurarse de que su salud estuviera en buen estado.
Aquellos estudios revelarían que aquel ganglio no localizado había provocado la expansión del cáncer hacia los pulmones.
Aun así, Rocío prefirió continuar trabajando en el disco, aunque la inminente gira quedó definitivamente cancelada ante el empeoramiento de su estado.
A pesar del deterioro que avanzaba con rapidez, jamás mostró debilidad en público.
Salía del hospital sonriente, saludando a las cámaras y tranquilizando a sus seguidores.
Incluso sus familiares se sorprendían por su fortaleza, pues nunca se quejaba ni expresaba dolor.
Consciente de la gravedad de su situación, comenzó a recibir visitas de amigos y seres queridos, aunque ninguno interpretó aquellas reuniones como una despedida, debido a la serenidad y optimismo con el que ella seguía afrontando todo.
En 2005, la Academia de las Artes y Ciencias de la Música de España le otorgó el premio Latino a toda una vida dedicada a la música, un reconocimiento que recibió emocionada.

Su hija Carmen abandonó su carrera para dedicarse por completo a cuidarla.
Sin embargo, a inicios de 2006, Rocío ingresó en varias ocasiones a urgencias, lo que hizo evidente que su final se acercaba.
Ella insistió en pasar sus últimos días en su hogar, rodeada de su esposo, sus hijos y el resto de su familia.
Finalmente, una complicación pulmonar puso fin a su vida el 25 de marzo de 2006, a los 61 años, tras cinco años luchando contra la enfermedad.
Su muerte fue considerada prematura, especialmente porque, antes del diagnóstico, mantenía una vitalidad que muchos envidiaban.
La despedida pública fue tan multitudinaria como emotiva.
Al día siguiente se instaló una capilla ardiente en Madrid, donde desfilaron familiares, admiradores y figuras del espectáculo para rendirle homenaje.
Su esposo, Antonio Morales “Junior”, tuvo que ser atendido en varias ocasiones por paramédicos debido a su fragilidad emocional.
La mitad de las cenizas de Rocío permanecieron en España, acompañadas de una misa multitudinaria.
Días después, la familia viajó a México con la otra mitad, siendo recibidos por miles de personas que llenaron la Basílica de Guadalupe para honrar a la reina de las rancheras.
El acto fue televisado y se necesitaron medidas de seguridad para controlar a la multitud que se agolpaba por verla.
Miles de voces se unieron para cantar “Amor eterno” y despedir a quien consideraban una artista propia, adoptada como símbolo de la música mexicana.
Años después, su familia enfrentaría tensiones relacionadas con su herencia, que alcanzaba los dos millones de euros entre propiedades, joyas y ganancias.
Dos de sus hijos demandaron a Junior al considerar injusta la distribución, aunque con el tiempo lograron resolver el conflicto.
En 2014, el fallecimiento de Junior volvió a sacudir a la familia y a los seguidores de Rocío, pues el artista llevaba años sumido en una profunda depresión tras la muerte de su esposa.
La historia de Rocío Dúrcal se remonta a sus orígenes humildes en Torrelodones, Madrid, donde nació el 4 de octubre de 1944.
Criada en una familia trabajadora y marcada por dificultades económicas, desde niña mostró inclinación por la música, alentada por su abuelo, quien la inscribía a escondidas en concursos.
Fue descubierta por el productor Luis Sanz, quien pulió su talento y la introdujo al cine con películas como Canción de juventud, Rocío de la Mancha y La chica del trébol.
En los años sesenta conoció a Antonio Morales “Junior”, con quien formó una familia y vivió una larga historia de amor.

Su consagración internacional llegaría cuando Juan Gabriel, entonces un joven compositor, la convenció de que interpretara rancheras.
Juntos crearon discos históricos como Rocío Dúrcal canta a Juan Gabriel, Confidencias y más de una decena de producciones que rompieron récords de ventas.
Su versión de “Amor eterno” se convirtió en un himno universal al amor y al duelo.
Con un legado de 51 discos, 14 películas y millones de seguidores, Rocío Dúrcal dejó una huella imborrable en la cultura hispana.
Su voz continúa vigente, sus canciones siguen emocionando y su figura permanece como una de las más queridas de la música en español.
Su vida, marcada por la disciplina, el talento y una fortaleza inquebrantable, sigue inspirando documentales, libros y nuevas generaciones de artistas.