¿Y si Jesús no Fue lo que Nos Contaron? El Debate que Nunca se Cerró
En este video, me propongo reconstruir un relato histórico sobre Jesús, no desde la perspectiva de su divinidad, sino entendiendo el mundo en el que nació, las tensiones que lo rodeaban y las razones por las cuales sus palabras impactaron de manera tan profunda.
Es fundamental mirarlo como un personaje real, que vivió en una época concreta y enfrentó problemas específicos.
Hoy, casi nadie duda de la existencia de Jesús de Nazaret.
Más allá de los evangelios, hay fuentes externas que lo mencionan, como Flavio Josefo, un historiador judío del siglo I, y Tácito, un historiador romano del siglo II, quienes, aunque no eran cristianos, se refieren a él en sus escritos.
Para armar este relato, me he apoyado principalmente en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, conocidos como sinópticos, ya que cuentan la historia con un enfoque similar.
He leído el evangelio de Juan con más distancia, ya que se ha entendido desde muy temprano que su intención es más teológica que narrativa.
Además, he consultado los tres tomos de Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret para entender la lectura religiosa de muchos episodios, así como a otros expertos con diferentes perspectivas.
A partir de ahí, sumé mis propias reflexiones más humanas y prácticas para aterrizar lo que esas escenas pueden significar hoy.

Antes de entrar de lleno a la historia, es importante tener en cuenta que los evangelios se escribieron varias décadas después de los hechos, cuando las primeras comunidades cristianas ya se habían extendido fuera de Judea y Galilea.
Por eso, se redactaron en griego antiguo y no en hebreo ni arameo, que eran las lenguas de la región.
Sus autores recogieron tradiciones orales, recuerdos y algunas fuentes escritas para narrar acontecimientos ocurridos aproximadamente entre 40 y 65 años antes.
Para entender a Jesús, primero hay que comprender el judaísmo antiguo.
El pueblo judío se veía a sí mismo como la nación elegida por Dios.
Según la tradición, todo comienza con Abraham, a quien Dios le promete: “A través de ti formaré un pueblo nuevo que escuche mi palabra y la obedezca.
” Ese pueblo son los judíos, que creen tener una alianza especial con Dios expresada en la ley dada en la Torá, es decir, los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Ahí se narra la historia fundacional del pueblo de Israel y las leyes que ordenan su vida.
La idea era que, si eran fieles a esa ley, Dios los cuidaría y bendeciría.
Sin embargo, la historia fue dura.
El pueblo de Israel sufrió desastre tras desastre, siendo conquistado por asirios, babilonios, persas, griegos y, finalmente, romanos.
Durante mucho tiempo, interpretaron esas tragedias como consecuencia de sus pecados, como si hubieran roto el pacto con Dios.
Por eso creían que, si volvían a obedecer de verdad, Dios enviaría a un Mesías para salvarlos.
Para la mayoría, ese Mesías sería un rey guerrero, descendiente del rey David, que restaurara el reino, expulsara a los romanos y devolviera al pueblo su libertad, dignidad y bienestar material, ya que era un pueblo empobrecido.
En este contexto, llegamos al nacimiento de Jesús.
Israel estaba bajo el dominio de la Roma pagana.
Cuando muere Herodes el Grande, el rey que gobernaba la región al servicio de Roma, estalla una gran rebelión.
Roma responde con brutalidad, sofocando la insurrección y llenando los caminos de crucifixiones.
Muchos judíos sienten que ya están viviendo el final de los tiempos, el momento previo a la intervención definitiva de Dios.
![]()
En medio de este clima de tensión, José y María, embarazada, viajan a Belén para empadronarse por orden de César Augusto.
Allí, María da a luz a Jesús, lo envuelve en pañales y lo acuesta en un pesebre porque no había lugar para ellos.
Jesús nace desde abajo, en un mundo que sueña con un rey guerrero, un niño sin ejército ni estatus.
Desde ese contraste comienza una historia que sacudirá al mundo.
La familia regresa a Nazaret, donde Jesús crece fuerte y sabio.
A los 12 años, sube con sus padres a Jerusalén por Pascua.
Al regresar, él se queda sin que lo noten.
María y José lo buscan angustiados y tres días después lo encuentran en el templo, sentado entre maestros, escuchando y preguntando.
Todos se asombran.
Este detalle de los tres días parece una referencia discreta a los tres días que pasarán entre la crucifixión y la resurrección, como si desde la primera Pascua de Jesús la historia ya estuviera apuntando hacia la última, la Pascua de la Cruz.
Jesús vuelve con sus padres a Nazaret y vive obedeciéndolos mientras sigue creciendo.
Pasan los años y Jesús se convierte en un carpintero campesino.
La palabra griega que usan los evangelios para su oficio es “Tecton”, que se refiere a un artesano de clase baja.
En el año 15 de Tiberio César, Pilato gobierna Judea y Herodes Galilea.
Juan el Bautista predica en el Jordán y llama al bautismo de conversión.
La gente se pregunta si Juan es el Cristo, pero él dice que viene otro más fuerte a quien no es digno ni de desatar las sandalias.
El bautismo de Juan es un acto de conversión, un reconocimiento de los pecados, una petición de perdón y una decisión de dejar atrás la vida anterior.
Al sumergirse en el agua, la persona simboliza una muerte, dejando atrás su vida vieja.
Pero el agua también es símbolo de vida, especialmente en un río que fecunda la tierra y sostiene a los pueblos.
Así, salir del agua representa un renacer.
En Jesús, esto se vuelve aún más profundo.
Al entrar al agua, asume la carga del pecado humano y el camino que lo llevará a la muerte.
Al salir, se anticipa su resurrección y la vida nueva que viene con él.
Entonces aparece Jesús, sale de Nazaret después de 30 años y Juan lo bautiza.
Después de ser bautizado, Jesús se va al desierto durante 40 días.
Allí enfrenta tres tentaciones que ponen a prueba su misión.
La primera tentación es convertir piedras en pan, lo que representa el deseo de satisfacer necesidades inmediatas.
Jesús responde que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
La segunda tentación es ofrecerle todos los reinos del mundo a cambio de adoración.
Jesús responde que solo a Dios se debe adorar.
La tercera tentación es desafiar a Jesús a lanzarse del templo, confiando en que los ángeles lo sostendrían.
Jesús responde que no se debe tentar a Dios.

Después de la tentación, Jesús comienza su ministerio.
En Galilea, enseña en las sinagogas y la gente lo admira.
Realiza milagros, como curar a enfermos y expulsar demonios.
Su fama crece y se convierte en un líder carismático.
Jesús llama a sus primeros discípulos, como Pedro, Andrés, Santiago y Juan, quienes lo dejan todo para seguirlo.
A lo largo de su ministerio, Jesús desafía las normas sociales y religiosas de su tiempo.
Se sienta a la mesa con pecadores y marginados, rompe con las tradiciones de pureza y critica a los fariseos por su hipocresía.
Su mensaje se centra en el amor, la compasión y la justicia.
A través de parábolas, enseña sobre el perdón, la misericordia y la importancia de amar al prójimo.
Una de las parábolas más conocidas es la del buen samaritano, donde Jesús redefine quién es el prójimo, enfatizando que el amor y la compasión deben extenderse a todos, independientemente de su origen o creencias.
También habla de la importancia de la humildad y el servicio, usando el ejemplo de una viuda pobre que da todo lo que tiene en el templo, en contraste con los ricos que dan de lo que les sobra.
A medida que su ministerio avanza, las tensiones con las autoridades religiosas y romanas aumentan.
Finalmente, Jesús es arrestado, juzgado y condenado a muerte.
Durante su crucifixión, Jesús pronuncia palabras de perdón, mostrando su amor incluso en el momento de su mayor sufrimiento.
Muere en la cruz y es sepultado.
Sin embargo, al tercer día, las mujeres que van a ungir su cuerpo descubren que la tumba está vacía.
Jesús ha resucitado, un evento que marca el centro de la fe cristiana.
La resurrección de Jesús se interpreta como la victoria sobre el pecado y la muerte, y el inicio de una nueva vida para todos los que creen en él.
La vida y enseñanzas de Jesús invitan a la reflexión sobre cómo vivimos hoy.
Su mensaje de amor radical, compasión y justicia sigue siendo relevante en un mundo donde muchas veces prevalecen el odio y la indiferencia.
A través de su ejemplo, Jesús nos desafía a mirar más allá de nosotros mismos, a abrir nuestros corazones y a ser agentes de cambio en nuestras comunidades.
En este sentido, la figura de Jesús no solo es un ícono religioso, sino un modelo a seguir en la búsqueda de un mundo más justo y humano.
Al final, su vida nos recuerda que, aunque enfrentemos miedos y adversidades, siempre hay un camino hacia la esperanza y la redención.