En un emotivo encuentro, tuvimos la oportunidad de visitar la tumba de Mario Almada, uno de los íconos más grandes del cine mexicano.
Acompañados por su hijo, Mario Ruiz, nos adentramos en la historia de este legendario actor que dejó una huella imborrable en la industria cinematográfica.
Almada, conocido por su carisma y su extensa filmografía, fue un símbolo de la cultura popular en México, y su legado perdura en la memoria de millones.
La historia de Mario Almada comienza en Huatabampo, Sonora, donde nació el 4 de octubre de 1922.
Su hijo nos relató cómo su padre creció en un entorno familiar lleno de amor y respeto.
“Era una persona muy tranquila y seria”, recordó Mario Ruiz. “Nunca gritó ni pegó a sus hijos, algo que podría sorprender a muchos”.
Esta faceta del actor, alejada de la imagen de héroe de acción que interpretaba en pantalla, muestra a un hombre que valoraba la paz y la armonía en su hogar.
La familia Almada vivió en una casa modesta frente a la plaza de Huatabampo, donde Mario pasó su infancia.
Su padre, un agricultor, se dedicó a sembrar legumbres y trigos antes de aventurarse en el mundo del espectáculo.
Mario Almada, junto a sus hermanos, se trasladó a la Ciudad de México en busca de nuevas oportunidades, donde se establecieron en el negocio del entretenimiento.
La carrera de Mario Almada despegó cuando decidió seguir los pasos de su hermano Fernando, quien ya había incursionado en la actuación.
“Mi papá nunca pensó en ser actor”, explicó su hijo. “Fue Fernando quien lo animó a probar suerte en el cine”.
Almada se convirtió en un referente del cine de acción, participando en más de 400 películas a lo largo de su vida.
Su carisma y su habilidad para interpretar personajes valientes lo convirtieron en un favorito del público.
Entre sus películas más recordadas se encuentran “Los jinetes de la bruja”, “Todo por nada” y “El tesoro de Atahualpa”.
Estas obras no solo marcaron su carrera, sino que también definieron una era en el cine mexicano.
Almada se destacó por su capacidad de conectar con el público, convirtiéndose en un verdadero héroe para las generaciones que crecieron viendo sus películas.
A pesar de su éxito en la pantalla, Mario Almada siempre mantuvo un fuerte vínculo con su familia.
“Era un padre cariñoso y presente”, recordó su hijo. “Le gustaba pasar tiempo con sus hijos y disfrutaba de la buena comida, especialmente los tacos sudados”.
Esta conexión con sus raíces y su amor por la familia fueron aspectos fundamentales en la vida de Almada, que nunca olvidó de dónde venía.
Mario Almada tuvo cuatro hijos, y aunque solo uno de ellos, Marcos, siguió su camino en la actuación, todos compartieron el amor por el cine y la cultura.
“Siempre nos enseñó a valorar nuestras tradiciones y a mantenernos unidos como familia”, comentó Mario Ruiz.
El legado de Mario Almada va más allá de su extensa filmografía. Su hijo compartió que su padre deseaba ser recordado como un ícono de la cinematografía mexicana.
“Siempre tuvo proyectos en mente, quería que su historia y su trabajo fueran reconocidos”, dijo Mario Ruiz.
En este sentido, se ha hablado de la posibilidad de crear un museo en Huatabampo para exhibir objetos y memorabilia relacionados con la vida y carrera de los hermanos Almada.
Este museo no solo serviría como un homenaje a su carrera, sino también como un atractivo turístico para aquellos que crecieron viendo sus películas.
“Tenemos todos los premios y objetos de valor que se pueden exhibir”, afirmó Ruiz.
La creación de este museo sería un paso importante para preservar la historia del cine mexicano y el impacto que tuvieron Mario y Fernando Almada en él.
La visita a la tumba de Mario Almada fue un momento de reflexión y homenaje.
Sus cenizas descansan en la iglesia de Cristo Rey en Huatabampo, cumpliendo así su deseo de regresar a su tierra natal.
“Él siempre dijo que quería ser enterrado aquí”, compartió su hijo. “Y así se cumplió su deseo”.
Este acto simbólico no solo representa el regreso a sus raíces, sino también el reconocimiento del amor que siempre sintió por su pueblo.
Durante su último día, rodeado de familiares, Mario Almada mostró una vez más su conexión con el mundo espiritual.
“Antes de partir, llamó a su hermano y a su madre”, recordó su hijo. “Fue un momento conmovedor que nos dio paz”.
Este tipo de experiencias son las que consolidan la creencia de que hay algo más allá de la vida y que el amor familiar trasciende incluso la muerte.
La vida y carrera de Mario Almada son un testimonio de su dedicación al cine y a su familia.
Su legado perdurará en la memoria colectiva de México, y su influencia seguirá inspirando a nuevas generaciones de actores y cineastas.
La posibilidad de un museo en su honor es un paso importante para asegurar que su historia no se olvide.
A medida que recordamos a Mario Almada, es esencial reconocer no solo su éxito en la pantalla, sino también el hombre amoroso y dedicado que fue en su vida personal.
Su historia es un recordatorio de que, aunque las estrellas pueden apagarse, su luz sigue brillando en los corazones de aquellos que los amaron y admiraron.
La vida de Mario Almada es un legado que seguirá vivo en Huatabampo y en el corazón de todos los que crecieron viendo sus películas.
Su contribución al cine mexicano es invaluable, y su memoria permanecerá en la historia del entretenimiento en México, donde, como él mismo decía, “nunca se le acaban las balas”.
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