La vida de Jorge Rivero es la historia de un hombre que combinó la disciplina, el talento y el carisma para convertirse en uno de los actores más emblemáticos del cine mexicano.
Nacido como Jorge Pous Rosas el 15 de junio de 1938 en Guadalajara, Jalisco, aunque algunas fuentes señalan que su cuna fue la Ciudad de México, Rivero tuvo desde joven una vida marcada por el esfuerzo.

Su ascendencia española, concretamente catalana, y su carácter determinado lo llevaron a destacar no solo en el mundo artístico, sino también en el académico y deportivo.
Antes de ser una estrella del cine, Rivero se formó como ingeniero químico en el Colegio Universitario de México en 1959, demostrando que su intelecto era tan fuerte como su físico.
Su imponente figura atlética fue el resultado de años dedicados al culturismo, al atletismo de velocidad y al waterpolo.
Esa combinación de fuerza y presencia escénica lo llevó a debutar en el cine a mediados de los años sesenta.
Su primera aparición fue en “El asesino invisible” (1964), acreditado como Jorge Riva, interpretando a un luchador enmascarado en una cinta dirigida por René Cardona.
Desde ese momento, su carrera tomó un impulso imparable.
En 1966 actuó en “Jinetes de la llanura” y en “El mexicano”, ambas películas del género western, que consolidaron su imagen de héroe rudo y apuesto.
Un año después participó en “Pedro Páramo”, adaptación cinematográfica del clásico de Juan Rulfo, donde interpretó a Miguel Páramo, papel que le permitió mostrar una faceta más profunda y dramática.
El verdadero reconocimiento llegó con “El pecado de Adán y Eva” (1969), dirigida por Miguel Zacarías, donde interpretó a Adán junto a la actriz Candy Wilson como Eva.

La película, filmada en San Luis Potosí, causó gran controversia por sus escenas de desnudo, pero también marcó el nacimiento de Rivero como símbolo sexual en México y América Latina.
Su cuerpo escultural y su mirada intensa lo convirtieron en el galán ideal de una época en que el cine de aventuras, acción y erotismo estaba en auge.
Durante la década de los setenta, Jorge Rivero diversificó su carrera con una impresionante cantidad de películas, consolidándose como uno de los actores más prolíficos del cine mexicano.
En 1970 dio un salto internacional al ser llamado por el legendario John Wayne para actuar en el western “Río Lobo”.
Ese mismo año trabajó en “Soldado azul”, una cinta estadounidense con Candice Bergen y Peter Strauss, lo que marcó su entrada triunfal en Hollywood.
También actuó en “Confesiones de una adolescente” junto a Hilda Aguirre, demostrando que podía adaptarse a distintos géneros cinematográficos.
A lo largo de los años setenta, Rivero alternó entre producciones mexicanas y extranjeras.
En México participó en cintas como “Hoy he soñado con Dios” (1972), donde compartió créditos con la gran Libertad Lamarque; “Los hombres no lloran” (1973); y “Las víboras cambian de piel” (1974), dirigida por René Cardona Jr.
Ese mismo año protagonizó “El secuestro” junto a Claudia Islas y lanzó su único disco titulado “Jorge Rivero”, en el que exploró su faceta musical.
En 1976 filmó “Maldeojo” con Pilar Velázquez y “Los últimos hombres duros” junto a Charlton Heston, otro de los grandes del cine internacional.
Su vida amorosa también fue tema recurrente en los medios.
Tras su divorcio de la alemana Irene Hammer, con quien tuvo dos hijos, Rivero mantuvo una larga relación con la actriz colombiana Amparo Grisales, casi veinte años menor que él.
Su romance fue tan apasionado como polémico y ocupó titulares durante varios años.
En la televisión, Jorge Rivero tuvo destacadas participaciones en series como “Pacto de amor”, “El chófer” y “Centennial”.
Durante la década de los ochenta continuó su carrera en el cine con películas de acción como “Verano salvaje” (1980), “Morir de madrugada” (1981) y “Jugando con la muerte” (1982), donde demostró su capacidad para interpretar personajes fuertes y valientes.
En 1981 también protagonizó “Sacerdote del amor”, compartiendo escenas con la legendaria Ava Gardner.
Rivero fue uno de los pocos actores mexicanos que lograron abrirse paso en producciones internacionales durante los años ochenta.
Participó en “La conquista de la tierra perdida” (1983), una cinta de fantasía dirigida por Lucio Fulci, y en “El día del compadre” (1983), donde actuó junto a Andrés García.
Su físico imponente, sumado a su carisma, lo convirtió en una figura recurrente del cine de acción.
En la década de los noventa, su ritmo de trabajo disminuyó considerablemente.
Ya casado con la estadounidense Betty Moran, a quien conoció en Los Ángeles, Rivero decidió establecerse en Hollywood, donde disfrutó de una vida más tranquila.
No obstante, continuó apareciendo en producciones como “Eyes of the Serpent” (1994) y “Combate a muerte” (1994), además de actuar en la telenovela “La chacala” entre 1997 y 1998.

Su última aparición cinematográfica fue en “El crimen del Cácaro Gumaro” (2014), una comedia mexicana en la que mostró su inconfundible presencia escénica, aunque ya alejado del ritmo frenético de sus años dorados.
A lo largo de más de cinco décadas de carrera, Jorge Rivero participó en más de cien producciones cinematográficas y televisivas, dejando una huella imborrable en la historia del cine mexicano.
Su trayectoria lo posiciona junto a grandes figuras como Andrés García, Mario Almada y Valentín Trujillo, íconos de un cine de acción, romance y aventura que marcó una generación.
Hoy, Jorge Rivero vive alejado de los reflectores, disfrutando de la serenidad de sus años en compañía de su familia.
Su legado permanece vivo en cada película que protagonizó, en cada papel que interpretó con pasión y entrega.
Fue un hombre que supo conquistar la pantalla grande sin perder la sencillez que lo caracterizaba, un artista que representó la fuerza, el honor y la galantería del México de antaño.
Su historia no solo es la de un actor exitoso, sino la de un hombre que supo vivir intensamente, dejando tras de sí un legado cinematográfico que sigue inspirando a nuevas generaciones.