🔥De sacerdote viral a rebelde excomulgado: la historia prohibida del padre Adam Cotas que la Iglesia no puede ocultar
Todo comenzó en medio de la pandemia, cuando las iglesias cerraron y el mundo se refugió en las pantallas.
Fue entonces cuando Adam Cotas, un sacerdote nacido en Polonia pero criado entre culturas latinas, decidió usar las redes sociales como su nuevo púlpito.
Con solo un teléfono móvil y una conexión a internet, este hombre carismático y gracioso empezó a predicar en TikTok, Facebook y YouTube.
Mezclaba oraciones con chistes, bendiciones con bromas, y en poco tiempo su popularidad se disparó.
Gente de todo el mundo lo seguía.
Su estilo informal, su manera de hablar sin tapujos y su sinceridad brutal lo convirtieron en un fenómeno viral.
Pero mientras su fama crecía en internet, algo muy distinto se gestaba detrás de las puertas del Vaticano.
En 2021, en un movimiento inesperado, Adam Cotas se alejó de la Iglesia Católica Romana y se unió a la Iglesia Católica Nacional Polaca, una denominación históricamente enfrentada con Roma.
Este cambio fue visto por el Vaticano como una traición.
La reacción fue fulminante: el Papa Francisco ordenó su excomunión.
A partir de ese momento, Cotas ya no era oficialmente sacerdote católico.
Se le prohibió celebrar misas, administrar sacramentos y hasta vestir ropa clerical.
Pero él, fiel a su estilo rebelde, no se detuvo.
Continuó predicando, celebrando misas navideñas en Las Vegas, transmitiendo todo por redes sociales y desafiando abiertamente a la jerarquía eclesiástica.
Lo más estremecedor vino después.
En 2023, luego de meses de silencio y especulaciones sobre su paradero, Cotas reapareció y lo contó todo.
Dijo que había sido víctima de abuso sexual dentro de la Iglesia, y que, tras denunciarlo, fue castigado en lugar de protegido.
Según sus declaraciones, alguien le puso algo en la bebida y luego abusó de él.
Cuando buscó ayuda, en lugar de justicia recibió dinero y amenazas.
Fue enviado de ciudad en ciudad, no por necesidades pastorales, sino como castigo.
“Me deshicieron”, dijo.
“Me mandaban cartas amenazándome, diciéndome que si hablaba me iban a quitar hasta el apartamento.”
Pero eso no lo silenció.
Empezó a hablar más.
Reveló que la Iglesia le exigió firmar un documento donde se comprometía a guardar silencio sobre el abuso a cambio de un pago supuestamente para cubrir su terapia.
La intención, según él, era clara: comprar su silencio.
Y al negarse, las amenazas se intensificaron.
Llegaron directamente a su casa, y más tarde sus cuentas fueron hackeadas.
Videos viejos aparecían publicados como si fueran nuevos, generando confusión.
Se lanzaron campañas falsas de donación en su nombre, y muchos comenzaron a sospechar que alguien estaba tratando de robarle no solo su voz, sino también su identidad digital.
En medio de este caos, Cotas alzó la voz aún más.
Identificó públicamente a su supuesto agresor, acusó directamente a obispos y hasta al Papa Francisco de encubrimiento y corrupción, y denunció una cultura de silencio y miedo dentro de la Iglesia.
“Se aprovechan de la gente humilde y sencilla”, declaró en uno de sus videos más virales.
Su tono cambió.
Ya no era solo el sacerdote gracioso.
Era un hombre herido, sí, pero también determinado a exponer lo que él describía como un sistema podrido desde sus raíces.
En respuesta, la Iglesia actuó con dureza.
El 18 de diciembre de 2023, el Vaticano emitió un decreto formal que lo redujo al estado laico.
No solo fue excomulgado, sino también despojado oficialmente de todo derecho clerical.
Un documento publicado el 1 de marzo de 2024 por la Arquidiócesis de Las Vegas confirmó la decisión papal, marcando el final de cualquier vínculo oficial entre Cotas y el catolicismo romano.
Sin embargo, ese fue apenas el comienzo de otro capítulo sorprendente.
En febrero de 2024, Adam Cotas se unió oficialmente a la Iglesia Luterana.
Su primera homilía en esta nueva comunidad fue recibida con entusiasmo por sus seguidores.
Allí, volvió a hablar de fe, de sanación, de lucha.
Pero también volvió a hacer reír.
En una de sus prédicas, contó cómo una fiel le preparó una bandeja de arepas y, aunque inicialmente se negó a comer, terminó devorándolas todas.
Luego bromeó diciendo que si seguía así, acabaría pareciendo un cerdito de feria.
La gente se rió, se emocionó y volvió a compartirlo por miles en TikTok.
Ese es el padre Cotas: un hombre que puede hablar de los traumas más oscuros y, al minuto siguiente, hacerte reír con una ocurrencia inesperada.
Un sacerdote excomulgado que sigue predicando porque, según él, su llamado no viene de Roma sino de Dios.
Y mientras el Vaticano lo rechaza, sus seguidores lo veneran.
Sigue celebrando misa, vendiendo agua bendita y productos religiosos a través de internet.
No como superstición, dice, sino como herramientas de fe para los tiempos modernos.
En un mundo que muchas veces prefiere la comodidad del silencio, Adam Cotas eligió el ruido de la verdad.
Y aunque eso le costó todo, también lo convirtió en algo más poderoso que un sacerdote: lo convirtió en símbolo.
Símbolo de resistencia, de fe sin censura, de espiritualidad más allá de los muros del Vaticano.
Su historia no es solo la de un hombre que fue silenciado.
Es la de alguien que se negó a callar, que perdió todo excepto su voz.
Y con esa voz sigue hablando, sigue sanando, sigue incomodando.
Porque mientras otros se arrodillan ante el poder, él se levanta con la verdad.
Y eso, guste o no, es algo imposible de ignorar.