🩺 “NO PUDE HACER NADA”: El desgarrador adiós de su esposo tras el trágico diagnóstico de Laura Bozzo
Laura Cecilia Bozzo Rotondo no necesita presentación.
Desde que apareció por primera vez en la televisión peruana, ha sido sinónimo de polémica, valentía, confrontación y un dolor que la persigue incluso cuando las cámaras se apagan.
Su voz rasposa, sus frases icónicas, sus escándalos interminables y su fortaleza implacable la convirtieron en un fenómeno.
Pero detrás de esa fachada de acero, se esconde una historia marcada por el sufrimiento.
Hoy, con 73 años, Laura enfrenta su mayor batalla: una enfermedad que no solo amenaza su salud, sino que ha destapado heridas del pasado que ella creía cerradas para siempre.
El diagnóstico, aún no revelado públicamente en detalle, ha hecho que se enciendan todas las alarmas.
Y en medio de este drama, ha surgido una figura inesperada: Mario de la Fuente, su exesposo y padre de sus dos hijas.
Después de décadas de distancia, acusaciones, juicios y silencio, Mario ha hecho lo impensado: se despidió de Laura en un mensaje lleno de dolor, respeto y una confesión que nadie vio venir.
“Nunca dejé de quererla, aunque el mundo pensara lo contrario”, dijo en una entrevista que dejó sin aliento a los medios peruanos.
Para quienes no conocen el trasfondo, Laura y Mario vivieron un matrimonio de 20 años.
En los primeros años, él fue su compañero de batallas, su apoyo en lo legal, su refugio emocional.
Pero la fama de Laura creció como un huracán, y con ella, los conflictos.
El divorcio llegó en el año 2000, pero no sin polémica: años después, ambos fueron acusados de fraude y conspiración por supuestas maniobras financieras dentro del proceso de separación.
Aquello destruyó cualquier puente entre ellos.
Hasta ahora.
Frente al frágil estado de salud de Laura, Mario decidió hablar.
Y lo hizo con una franqueza que conmueve.
Reconoció sus errores, lamentó su distanciamiento y, sobre todo, reveló que nunca imaginó que el final de Laura pudiera llegar tan pronto.
“Aunque ya no éramos pareja, siempre esperé verla triunfar de nuevo.
Siempre creí que ella saldría adelante, como siempre lo hacía”, dijo visiblemente afectado.
Sus palabras, lejos de ser una simple declaración, parecen un acto de redención.
La trayectoria de Laura Bozzo no necesita adorno.
Desde que dejó el mundo académico para fundirse con las masas en la pantalla, supo cómo provocar, mover fibras y decir lo que nadie se atrevía.
“Laura en América” fue más que un programa, fue un fenómeno continental.
Pero lo que muchos no saben es el costo emocional de todo ese éxito.
La fama trajo traición, escarnio público, cárcel domiciliaria, intentos de suicidio, anorexia y pánico.
En su peor momento, Laura llegó a decir que deseaba desaparecer.
Y cuando creyó que había tocado fondo, la vida le dio otro golpe.
La infidelidad de Cristian Suárez, su pareja durante 17 años, la devastó.
Lo descubrió mientras salía de una histerectomía que casi le cuesta la vida.
“Estuve muerta por 20 minutos, y cuando desperté, también murió mi fe en el amor”, confesó en una entrevista.
Aquel fue el punto de quiebre.
Laura, que había dado todo por su carrera, por sus hijas, por sus causas sociales, se sintió vacía.
En los últimos años, intentó reinventarse.
Participó en realities como “La Casa de los Famosos” y “MasterChef Celebrity”, pero su brillo ya no era el mismo.
La gente la miraba como una figura del pasado, una leyenda que se aferraba a la pantalla, pero que estaba cansada.
Lo que pocos sabían era que detrás de sus esfuerzos por volver a escena, Laura luchaba con una enfermedad que la consumía lentamente.
No lo hizo público, no pidió compasión.
Prefirió seguir adelante, fiel a su estilo.
Ahora, cuando su salud está en juego y el reloj parece correr más rápido que nunca, su historia ha dado un giro emocional inesperado.
Mario, el hombre con quien compartió la vida, los triunfos y las desgracias, ha vuelto a hablar, no como abogado ni como exesposo, sino como alguien que aún guarda afecto.
“Laura es una mujer irrepetible.
No fue fácil estar a su lado, pero jamás he visto a alguien con esa fuerza”, dijo.
Y añadió algo que hizo que el mundo se detuviera por un segundo: “Si pudiera cambiar el pasado, lo haría solo para que ella no estuviera sola ahora”.
Esa confesión no solo remueve el pasado, también enciende una llama de esperanza.
Porque incluso en sus horas más oscuras, Laura Bozzo ha demostrado que nunca es tarde para levantarse.
Sus hijas, Alejandra y Victoria, están ahora más cerca que nunca, cuidándola y acompañándola.
Y aunque el futuro es incierto, el presente está lleno de gestos que hablan de reconciliación, de amor oculto y de la humanidad de una mujer que, pese a todo, sigue luchando.
Tal vez Laura Bozzo no tenga más shows por conducir.
Tal vez el escenario ya no la espera.
Pero su historia, esa que mezcla espectáculo y tragedia, lucha y redención, ha quedado grabada para siempre en la memoria colectiva de América Latina.
Y si este es su último acto, será también el más humano: el acto de reconciliarse con su pasado, de sanar las heridas invisibles y de recibir, por fin, el adiós que merece.
