HACE 1 HORA: El James Webb encontró algo que NO debería existir… galaxias imposibles, estructuras prohibidas y señales que obligan a reescribir el origen del Universo 🚨

Uno de los descubrimientos más inquietantes es el hallazgo de seis galaxias masivas antiguas, detectadas como puntos rojos brillantes en un fondo aparentemente normal.
Estas galaxias se formaron apenas unos cientos de millones de años después del Big Bang, hace unos 13.
300 millones de años.
Según los modelos clásicos, algo así era imposible.
El universo era demasiado joven, demasiado caótico, demasiado oscuro para albergar estructuras tan grandes y activas.
Sin embargo, ahí están.
Una de estas galaxias es un billón de veces más masiva que el Sol y hasta diez veces más grande que la Vía Láctea.
Esto ha obligado a los científicos a plantear una idea inquietante: tal vez el universo no pasó por una larga “edad oscura” como se creía.
Tal vez la luz apareció antes… y con violencia.
El desconcierto no termina ahí.
El James Webb también detectó moléculas clave para la vida en exoplanetas, como en el caso de K2-18b.
Vapor de agua, metano, dióxido de carbono y, lo más perturbador, sulfuro de dimetilo, una molécula que en la Tierra solo producen organismos vivos.
Aunque nadie se atreve a afirmar que haya vida, el simple hecho de detectarla ha encendido todas las alarmas.
En el universo primitivo, el telescopio captó algo aún más desconcertante: una red cósmica temprana, diez galaxias alineadas como cuentas de un collar apenas 830 millones de años tras el Big Bang.
Esta estructura, de casi tres millones de años luz, está anclada por un cuásar superbrillante con un agujero negro colosal.
Según la teoría, estas estructuras no deberían haberse formado tan pronto.
Pero el James Webb no entiende de teorías… solo muestra lo que ve.
Hablando de agujeros negros, el telescopio detectó agujeros negros supermasivos primitivos que no tuvieron tiempo de crecer.
Uno de ellos, en la galaxia UHZ1, existía apenas 470 millones de años después del Big Bang y ya tenía una masa de hasta 100 millones de soles.
¿Cómo creció tan rápido? Nadie lo sabe.
Más cerca de casa, el James Webb ha revelado detalles jamás vistos en la nebulosa Cabeza de Caballo, mostrando estructuras microscópicas que están siendo evaporadas lentamente por la radiación ultravioleta.
Los astrónomos creen que esta icónica nebulosa podría desaparecer en apenas cinco millones de años, un suspiro a escala cósmica.
En Casiopea A, los restos de una supernova ocurrida hace solo 340 años, el telescopio detectó polvo caliente compuesto por azufre, oxígeno, argón y neón.
Este polvo es esencial para la formación de planetas… y posiblemente de vida.
Incluso se observaron ecos de luz, donde la radiación original es absorbida y reprocesada por la materia circundante.
En la nebulosa de la Serpiente, el James Webb encontró algo nunca visto: chorros protoestelares perfectamente alineados.
Decenas de estrellas jóvenes expulsan gas en la misma dirección, desafiando cualquier explicación actual sobre formación estelar.
Allí también apareció una estructura apodada “Bad Shadow”, un disco de formación planetaria con forma inquietante.
El corazón de la Vía Láctea tampoco quedó intacto.
A apenas 1.000 años luz del agujero negro central, el telescopio captó medio millón de estrellas junto a estructuras en forma de aguja y regiones de hidrógeno ionizado que no encajan en los modelos conocidos.
El centro galáctico parece mucho más activo y complejo de lo que se pensaba.

Quizá uno de los hallazgos más extraños sea el de los llamados Jumbos: sistemas binarios de masa planetaria flotando libremente en la nebulosa de Orión.
No orbitan ninguna estrella.
No deberían existir.
Y sin embargo, el James Webb ha detectado más de 40.
La lista continúa con galaxias récord como JADES-GS-z14, oxígeno en el universo temprano, planetas potencialmente habitables como Ross 128b, medusas cósmicas gigantes visibles solo en radiofrecuencias, volcanes de hielo en Ceres, cometas que liberan alcohol y hasta campos magnéticos con forma
de hélice emergiendo de agujeros negros.
Cada nuevo dato apunta a una misma conclusión inquietante: el universo no es como nos dijeron.
El telescopio James Webb no solo observa el cosmos.
Está desmantelando certezas, forzando a los científicos a replantearse el origen del tiempo, la formación de galaxias y la posibilidad de vida más allá de la Tierra.
Y esto es solo el comienzo.