“Me Volviste Loco”: El Secreto Amoroso Que Wilfrido Vargas Ocultó por Años y Que Hoy Sale a la Luz
La historia del merengue no sería la misma sin la poderosa voz de Miriam Cruz ni la visión musical de Wilfrido Vargas.
Pero detrás del ritmo contagioso de las Chicas del Can, se escondía un secreto que muchos sospechaban pero pocos se atrevieron a decir en voz alta.
Un amor prohibido, marcado por la diferencia de edad, la jerarquía artística y los celos profesionales, que pudo haber derrumbado uno de los proyectos más exitosos de la música tropical.
Todo comenzó en los años 80, cuando Wilfrido Vargas, ya un consagrado maestro del merengue, decidió crear un grupo femenino revolucionario: Las Chicas del Can.
Entre las voces que audicionaron, la de Miriam Cruz brilló con luz propia.
Lo que muchos no sabían era que, además de ser una talentosa cantante, Miriam era una pariente lejana de Wilfrido.
Algunos incluso sugirieron que esa conexión familiar fue clave para su entrada al grupo, pero nadie podía negar su talento.
Lo que parecía solo una oportunidad artística pronto se convirtió en una historia más compleja.
Con el tiempo, la relación entre Wilfrido y Miriam comenzó a levantar sospechas.
Durante giras, entrevistas y ensayos, se les veía siempre juntos.
Él la protegía, la cuidaba y le daba un trato claramente especial.
Ella, por su parte, mostraba una mezcla de respeto, admiración y una cercanía que iba más allá de lo profesional.
Algunos integrantes del grupo empezaron a murmurar, y los rumores sobre un posible romance secreto no tardaron en circular.
Lo que agravaba la situación era que Wilfrido, según muchos, era extremadamente celoso, especialmente cuando algún otro músico o empresario mostraba interés en Miriam.
Un episodio que marcó esta tensión ocurrió en una gira por Venezuela.
Se cuenta que un empresario influyente invitó a Miriam a cenar en privado, pero Wilfrido reaccionó con furia y no permitió que ella asistiera sola.
Su actitud no pasó desapercibida para los miembros del grupo ni para el personal del tour.
La escena fue comentada en todos los pasillos y fortaleció la idea de que había algo más que una relación de productor y artista.
Aquel acto de “protección” fue interpretado por muchos como una clara señal de celos, como si Miriam fuera su pareja.
A medida que las Chicas del Can ganaban fama, Miriam Cruz comenzó a considerar una carrera como solista.
Fue entonces cuando, según allegados al grupo, Wilfrido se opuso.
No quería perder a su voz principal, pero más allá del interés musical, parecía temer perder a alguien que para él era más que una intérprete.
Intentó convencerla de quedarse, incluso con promesas de nuevos proyectos.
Pero Miriam ya tenía claro que quería volar por sí sola.
Fue un momento delicado, pues el posible quiebre del grupo no solo era una pérdida musical, sino también emocional.
Los años pasaron y Miriam logró construir una sólida carrera por su cuenta.
Nunca hubo un escándalo oficial, nunca se pelearon públicamente, pero las señales siempre estuvieron allí.
Wilfrido, en su libro autobiográfico, dejó caer frases como “ella fue mi mundo” y “todo lo que componía en esa época era para escucharla en su voz de ángel”.
Y aunque ambos han negado abiertamente cualquier romance, las inconsistencias en sus relatos, los comentarios de músicos cercanos y los gestos en sus reencuentros dejan mucho espacio para la especulación.
En una presentación años después, se abrazaron sobre el escenario con una emoción que parecía venir de un lugar muy profundo.
Hasta hoy, muchos en la industria siguen preguntándose qué fue realmente lo que sucedió entre Miriam y Wilfrido.
¿Fue un amor imposible? ¿Una relación marcada por los tiempos y las circunstancias? ¿O simplemente una admiración intensa malinterpretada por todos? Lo cierto es que, de haber sido revelado en su momento, el escándalo habría sacudido los cimientos del merengue.
Tal vez por eso decidieron mantenerlo en secreto, protegiendo no solo sus carreras, sino también el legado musical que juntos construyeron.
Pero como todo buen chisme musical, este seguirá vivo mientras exista alguien dispuesto a escucharlo.