🌪️ A los 60 Años, Giselle Explota: Confiesa lo que Calló Durante Décadas y Deja al Público en Shock
Todo comenzó a los 18 años, cuando Giselle Blondet, aún ingenua y soñadora, se casó con su primer amor, el joyero Luis Iglesias.
De ese matrimonio nació su hija Andrea, pero también nació una cadena de errores que marcarían su vida por décadas.
En sus propias palabras, Giselle no estaba preparada.
Era una niña intentando ser mujer, madre y esposa sin entender quién era realmente.
A los dos años, el matrimonio se rompió.
No por infidelidades ni escándalos… sino por una inmadurez emocional que ella misma reconoció con valentía.
Pero el verdadero calvario no había hecho más que empezar.
En 1986, cayó en brazos de un amor platónico: el actor venezolano Luis Abreu.
Lo que comenzó como un cuento de hadas se transformó rápidamente en una historia de terror emocional.
El hombre que admiraba desde su adolescencia se volvió impredecible, controlador y cruel.
En su podcast “Lo que no se habla”, Giselle confesó que vivió un infierno silencioso.
El alcoholismo de Abreu, su manipulación económica y su ausencia emocional la arrastraron a una vida de dependencia, miedo y vergüenza.
Llegó al punto de tener que pedirle dinero a la niñera para comprar leche.
¿El punto de quiebre? Un viaje a Argentina.
Una situación que “pudo volverse violenta” la obligó a huir con su hija en brazos.
Así, literalmente escapando del peligro, terminó un matrimonio que nunca debió comenzar.
El proceso de divorcio fue otro infierno.
Abreu desapareció, se negó a firmar papeles, y Giselle tuvo que enfrentarlo todo sola.
Cuidar de su hija, mantener su carrera, y no derrumbarse.
Décadas más tarde, cuando Abreu murió de un infarto, ella no sintió odio.
Sintió calma.
Ya lo había perdonado.
Porque entendió que el verdadero perdón comienza con una misma.
En 1989 creyó encontrar paz con Harold Truco, un productor argentino con quien tuvo dos hijos más: Gabriela y Harold Emanuel.
Este tercer matrimonio fue menos tormentoso, pero no por eso menos doloroso.
Aunque no hubo escándalos, la ausencia emocional de Truco marcó a Giselle y a sus hijos.
Cuando él intentó volver, ella lo consideró… hasta que, en plena cena familiar, sus hijos anunciaron que su nueva pareja estaba embarazada.
“Gracias por el regalito”, fue su respuesta irónica.
Así, la ilusión de una reconciliación murió ahí mismo.
Pasarían casi 20 años antes de que Giselle confirmara públicamente otra relación.
En 2016, apareció en su vida Jaime Fernández, un empresario español con quien vivió una relación estable, discreta y aparentemente madura.
Pero en 2020, todo se vino abajo.
Su hija Andrea, que acababa de dar a luz, sufrió un infarto.
Fue el peor momento de su vida.
Y cuando más necesitaba apoyo, él se fue.
La relación colapsó en medio de ese caos emocional.
Fue la gota final.
Hoy, Giselle confiesa que ese abandono le abrió los ojos.
Porque no fue la primera vez que se sintió sola en un momento crucial.
Fue la última que lo permitió.
Ese mismo año, se alejó de los reflectores, de las redes, de todo.
Se encerró para sanar.
Y de esa oscuridad nació su nueva etapa.
Se formó como coach de vida, lanzó un podcast donde expone sus cicatrices con una franqueza brutal y dejó de ocultar sus debilidades.
Porque entendió que lo que la hacía fuerte no era su imagen, era su capacidad de reinventarse.
A los 60 años, Giselle ha sobrevivido a cuatro matrimonios fallidos, a una relación abusiva, a una crisis de salud que casi le arrebata a su hija, a la presión de la fama y a una soledad emocional que por años
disfrazó con sonrisas.
También enfrentó consecuencias físicas.
Su batalla con los implantes mamarios, que casi derivan en complicaciones médicas serias, es otro capítulo que ha contado sin filtros.
Porque ya no tiene nada que esconder.
Hoy está sola, sí.
Pero también está más entera que nunca.
Se ha convertido en abuela, en guía para otras mujeres, en una voz poderosa para quienes callan lo que duele.
Y sobre todo, en la mujer que por fin se eligió a sí misma.
“Antes me sentía sola.
Ahora me siento más acompañada, más fuerte y más valiente”, dijo en una entrevista.
No hay drama detrás de esas palabras.
Hay verdad.
Giselle Blondet no necesita un anillo para validar su valor.
Ni una pareja para sentirse completa.
Ha aprendido a decir no, a poner límites, a perdonarse.
Y aunque no descarta volver a enamorarse, lo hará desde otro lugar: uno donde no tenga que mendigar amor, ni disfrazarse de lo que no es.
Porque si algo ha demostrado es que nunca es tarde para sanar.
Ni para empezar de nuevo.
Y eso, en un mundo que castiga a las mujeres por envejecer, por divorciarse, por sentir, es un acto de absoluta valentía.
¿Quién dice que los 60 no pueden ser el comienzo más poderoso de todos? Giselle ya lo está viviendo.