🌑 “Quise Ser Madre… Y Casi Me Rompo”: Ilia Calderón Revela El Dolor Que Ocultó Durante Décadas 💔
Durante años, Ilia Calderón representó la excelencia en televisión: elegante, articulada, poderosa.
Pero mientras reportaba tragedias y entrevistaba a líderes mundiales, su propio cuerpo le declaraba la guerra.
Nadie lo sabía.
Nadie podía sospecharlo.
Fue recién a los 53 años que decidió confesarlo todo: vive con vitiligo, una enfermedad autoinmune que despigmenta la piel, y con endometriosis, una afección silenciosa que casi destruye su sueño más íntimo: ser
madre.
La mujer que cruzó el umbral de la historia al ser la primera afrolatina en presentar el noticiero de Univisión en solitario estaba luchando en silencio.
Durante años cubrió las manchas con maquillaje, sonrió para la cámara mientras sentía dolor en su vientre, mientras la industria —obsesionada con la perfección— le exigía no mostrar debilidad.
El vitiligo, visible en su cuello, fue el primer monstruo que decidió enfrentar cara a cara.
En junio de 2023, Ilia compartió una foto sin filtro.
Las manchas blancas eran innegables.
“No me definen”, escribió.
Pero su mensaje tenía otra intención: advertir al mundo que las marcas del cuerpo no deberían convertirse en condenas sociales.
Porque lo que más duele no es la enfermedad… es la mirada de quien juzga.
Desde entonces, su cuerpo dejó de ser secreto.
Pero mucho antes de esas manchas, había otra batalla.
Una más íntima.
Más devastadora.
Ilia llevaba años soportando un dolor inexplicable.
Al principio lo minimizó, como lo hacen millones de mujeres en silencio.
Hasta que un procedimiento médico lo confirmó: endometriosis severa, acompañada de fibromas.
Una combinación implacable que convirtió cada intento de embarazo en una lucha contra el tiempo y la biología.
Intentaron todo.
Cada día, a la misma hora, su esposo le inyectaba hormonas.
El amor se volvió aguja.
La esperanza, un calendario.
Hasta que Ana llegó.
No por azar.
Por pelea.
Ilia lo admite sin adornos: “Convertirme en madre fue la batalla más dura de mi vida.
” Y su hija —con sus rasgos mezclados de dos mundos— se ha convertido en el nuevo escenario donde esa batalla continúa.
Porque la discriminación no se detiene cuando nacen los hijos.
A veces, solo cambia de forma.
Ana, con su piel morena y ojos rasgados, fue llamada “cara negra” por niños de su misma edad.
A los 7 años ya sabía lo que era sentirse fuera de lugar.
Calderón no pudo protegerla.
Pero sí decidió prepararla.
El racismo que la perseguía desde Colombia ahora tocaba la puerta de su hogar en Florida.
Porque Ilia no solo ha enfrentado el racismo en su carrera —donde fue rechazada más de una vez por su color de piel— también ha tenido que enfrentarlo en la infancia de su hija.
“Yo no tuve una periodista que se pareciera a mí”, dijo una vez.
Y su hija, Ana, casi tampoco.
En una ocasión, Ana preguntó por qué no había niñas como ella en Univisión.
Esa pregunta fue un puñal.
Y también el motivo para seguir.
Pero quizás nada resume mejor la dualidad de su existencia que el momento en que, en pleno 2017, Ilia entró sola en el bosque para entrevistar a un líder del Ku Klux Klan.
Era la primera mujer negra que pisaba ese terreno.
Chris Barker la miró a los ojos y le dijo: “Te quemaría viva.
” Ella no se movió.
No gritó.
No lloró.
Solo preguntó.
Porque sabía que ahí, bajo la sombra de una cruz en llamas, su presencia ya era resistencia.
Esa entrevista estremeció al país.
Pero lo que pocos sabían era que Ilia, en ese momento, también estaba bajo tratamiento para la endometriosis.
El dolor físico no se notaba.
El emocional, menos.
Y aun así, enfrentó al odio sin pestañear.
Su fuerza no está en las medallas.
Está en su vulnerabilidad.
En admitir que se sintió rota.
En aceptar que aún hoy, la industria de la televisión no está diseñada para mujeres negras con manchas en la piel y cicatrices internas.
En confesar que hay días en los que solo sigue adelante por su hija.
Porque la maternidad no la salvó del dolor… pero le dio un motivo para no rendirse.
Ilia Calderón no está contando esta historia para inspirar.
Está contándola porque ya no quiere callar.
Porque el silencio —ese que impone la vergüenza— es el verdadero enemigo.
Su piel ya no es su escondite.
Es su bandera.
Su historia ya no es solo éxito.
Es cicatriz.
Hoy, mientras presenta el noticiero más importante de habla hispana en Estados Unidos completamente sola, Ilia ya no se maquilla las verdades.
Las dice.
Las vive.
Las enfrenta.
Porque sabe que cada vez que habla, una niña como Ana se siente menos sola.
Y tal vez, menos herida.
A los 53 años, Ilia Calderón no está al borde del retiro.
Está en el centro de la batalla.
Y esta vez… no se piensa quedar callada.