😱 A los 78 años, Jaime Moreno confiesa su mayor caída: traición, ruina y un amor que lo dejó en la calle
Jaime Moreno no nació para pasar desapercibido.
Con sus hipnóticos ojos verdes y una voz camaleónica capaz de imitar a más de 200 personajes, se convirtió en un ícono del cine, la televisión y las fotonovelas mexicanas.
Su presencia en pantalla era magnética, su energía inagotable.
Fue el símbolo sexual de una generación y el protagonista de los sueños de millones.
Pero todo ese brillo, toda esa gloria, hoy queda en un recuerdo doloroso, desdibujado por los años, las traiciones y la caída más inesperada de todas: la que lo dejó sin nada.
Durante décadas, Jaime fue el galán imbatible.
Estuvo con mujeres como Olivia Collins, con quien compartió siete años de una relación verdadera, respetuosa y sin escándalos.
La ayudó a comenzar su carrera, creyó en ella antes que nadie.
Y aunque el destino no les permitió formar la familia que soñaban, su amor dejó una huella profunda.
Luego vino Lorena Herrera, cinco años de pasión, pero también de peleas, tensiones y una ruptura violenta que, según él, incluyó una nariz rota y una mentira sobre su edad que lo convirtió en blanco de burlas.
Su vida amorosa fue intensa, desordenada y muchas veces autodestructiva.
Tuvo cuatro hijos con diferentes mujeres, pero siempre trató de mantenerlos alejados del escándalo.
“Los amo, son mi orgullo”, dice.
Pero todo eso quedó a un lado cuando conoció a una mujer que, lejos de amar, lo despojó de todo.
Él la llama “víbora con cara bonita”.
Se metió en su vida cuando estaba vulnerable, cuando acababa de perder a su madre y su mundo emocional estaba hecho trizas.
Le ofreció amor, comprensión, futuro.
Mientras tanto, tejía una red de manipulación que lo dejaría sin casa, sin dinero, sin dignidad.
Jaime no se avergüenza de contarlo.
Firmó papeles que no leyó, confió ciegamente, la defendió ante todos.
Y un día, simplemente, ella lo echó a la calle.
Se quedó solo, traicionado y humillado.
Ni siquiera sus hijos lo defendieron.
“Hasta me puso en su contra”, afirma.
Fue el golpe que cambió todo.
Perdió su finca, su refugio en Tonalá, Chiapas, conocida como Finca Los Olivos.
Fue sacado a la fuerza como si fuera un criminal, en medio de una batalla legal con un exempleado que él asegura fue manipulada desde el inicio.
“Me la robaron con ayuda de autoridades corruptas”, sentencia.
Para él no fue una pérdida material, fue una violación a su historia, a su dignidad.
Y como si eso no fuera suficiente, en 2012 su nombre volvió a los titulares por un arresto.
Condujo borracho, chocó y en lugar de pedir disculpas, arremetió con frases provocadoras y ofensivas.
“Esa viuda necesita amor, pero no del tierno”, soltó ante las cámaras, con una sonrisa que escandalizó a todo México.
A los policías los llamó “bola de inútiles” y hasta se burló del jefe de gobierno.
Pero eso era Jaime: explosivo, indomable, sin filtros.
En otro intento por reinventarse, incursionó en la política.
Se postuló como diputado por el PAN.
No ganó, pero trabajó como asesor en gobiernos del sur.
Porque si algo sabe Jaime es levantarse.
A pesar de los golpes, siguió apareciendo en redes sociales, mostrando su físico, sus músculos, su torso firme.
A los 70 seguía desafiando a quienes lo daban por muerto.
“Que hablen, bien o mal, pero que hablen”, decía.
Pero la imagen que lo volvió viral el 14 de mayo de 2025 lo mostró como nunca antes: solo, parado frente a la taquilla de una terminal de autobuses en Chiapas.
Ropa sencilla, rostro cansado, cabello teñido con disimulo y una expresión perdida.
Muchos no lo reconocieron.
Algunos lo confundieron con un indigente.
Pero él no se escondió.
“Sí, era yo.
¿Y qué?”, respondió en un video donde, con el torso desnudo y levantando pesas, demostraba que aún tiene fuerza para callar bocas.
“No estaba pidiendo limosna, esperaba a mis abogados.
Pero claro, la gente no espera ni dos segundos antes de juzgar”.
Y no es la primera vez que lo juzgan.
Durante años ha sido blanco de críticas, chismes y desprecios.
Lo llaman ridículo, viejo acabado, exgalán.
Pero Jaime sigue de pie.
No tiene miedo de envejecer, no tiene miedo de mostrar su dolor.
“Yo no me escondo”, dice.
“Fui engañado, sí.
Me destruyó, pero no me enterró”.
Su historia no es solo la de un actor venido a menos.
Es la historia de un hombre que tocó el cielo con las manos y luego fue arrojado al infierno de la traición.
Que vivió más vidas que muchos, que se equivocó, que amó, que perdió, pero que jamás se rindió.
A los 78 años, Jaime Moreno nos recuerda que el verdadero escándalo no es envejecer, sino olvidar quién fuiste.
Puede que hoy no tenga los contratos, las portadas o los flashes, pero tiene lo que muchos no: la valentía de contar su verdad.
Y en un mundo que solo aplaude a los que brillan, Jaime se atreve a ser el que cayó… y aún así no se quedó abajo.
¿Viejo? Tal vez.
¿Acabado? Nunca.