🕊️ “‘Ya no me llames así’: la confesión de Felicia Garza que rompió el corazón de México” 💔🎙️
Durante años, fue un símbolo de valentía, visibilidad y cambio.
Felicia Garza, antes conocida como Felipe Gil, desafió convenciones, medios y familias para vivir su verdad como mujer transgénero.
Pero hoy, a sus 83 años, ha regresado a una identidad que muchos pensaban enterrada: Felipe ha vuelto.
Y con él, una sombra de arrepentimiento, soledad y una búsqueda desesperada por recuperar lo que la fama, la libertad… y tal vez el tiempo, le arrebataron.
La noticia llegó sin previo aviso.
Una llamada, una frase, y el silencio.
“Ya no me llames Felicia”, le dijo a un periodista.
Así murió simbólicamente una mujer que había tardado más de siete décadas en nacer.
Las razones no están del todo claras, pero lo que sí es evidente es que el cambio no se dio por un simple capricho.
Hay heridas abiertas.
Hay vacíos que la fama no pudo llenar.
Y hay un anhelo que pesa más que cualquier bandera de identidad: el deseo de volver a pertenecer.
Durante años, Felicia compartió con el mundo el precio que pagó por su transición.
Perdió amigos, familia, la cercanía de sus hijas, y once nietas que eran su sangre.
“Ellas no tenían por qué aceptarme”, llegó a decir con resignación.
Pero en su voz también había una súplica que nunca fue pronunciada.
No buscaba permiso, pero sí un poco de compasión.
No pedía comprensión, solo que no la olvidaran.
Felicia jamás negó su identidad.
No buscaba convencer a nadie.
Pero el mundo fue cruel.
El rechazo fue constante.
Y la soledad, feroz.
En entrevistas confesó que se sentía atraída por mujeres, que las relaciones le eran casi imposibles.
“Les digo quién soy y se van”, dijo una vez entre risas amargas.
Perdió una pareja de 23 años, y con ella, toda una familia que había ayudado a criar.
Lo que más duele de esta historia no es el cambio de nombre.
No es que vuelva a ser Felipe Gil.
Es todo lo que representa ese regreso.
El cansancio.
El peso de haber resistido tanto tiempo.
El luto por la hija que no llama.
El nieto que ya no pregunta por ella.
Los aplausos que se apagaron.
La televisión que dejó de llamar.
El legado que muchos quieren recordar… pero otros prefieren enterrar.
Y sin embargo, ahí está.
Con la misma voz que compuso himnos como La felicidad, con la misma pluma que escribió Lo que pasó, pasó, ahora diciendo que quiere desandar el camino.
No por vergüenza.
No por renegar de lo que fue.
Sino porque simplemente ya no puede con el vacío.
“Me gustaría recuperar lo que perdí”, dijo en una entrevista reciente.
Y lo dijo como quien sabe que el tiempo no perdona.
“Perdí dos familias.
Seis hijos.
Once nietas.
Perdí a los hijos de la mujer que más amé.
Quiero verlos de nuevo.
Quiero reparar lo que rompí.
” Pero… ¿fue ella quien lo rompió? ¿O fue el mundo que nunca aprendió a amar a alguien tan distinto?
El periodista Maximiliano Lumbia, quien tuvo contacto directo con la artista, fue el primero en confirmar lo impensable: “Felicia se ha ido.
Felipe ha vuelto.
Me lo dijo con claridad.
No quiere que la llamen más por ese nombre.
Se ha retirado del espectáculo.
Quiere silencio.”
Esa petición resuena como una despedida.
Como una nota final en una partitura que ha sido compleja, valiente… y devastadora.
Felicia lo dio todo.
Su voz.
Su identidad.
Su cuerpo.
Luchó contra el odio de su propia sangre, el escepticismo de una industria que solo acepta lo que puede vender, y el paso de los años que nunca se detiene.
Aun así, lo hizo todo con una dignidad feroz.
Con ese vestido rojo con el que soñó a los 13 años.
Con ese maquillaje robado del tocador de su madre.
Con esa niña rota que nunca fue niña.
Hoy, esa niña ha guardado silencio.
Y ha dejado salir al hombre que la contuvo durante décadas.
No sabemos si este cambio es definitivo.
Si algún día volverá a decirse Felicia.
O si Felipe será la última etapa de una vida que se resistió a vivir encasillada.
Pero lo que sí sabemos es que, detrás de los titulares, hay una verdad que arde: no todas las batallas se ganan con aplausos.
Algunas se libran en la oscuridad, en el silencio de una habitación vacía, en la tristeza de un nombre que ya no quieren pronunciar.
Felipe Gil, Felicia Garza… sea cual sea el nombre con el que elija vivir, su historia es un espejo de todo lo que somos como sociedad.
De lo que celebramos.
De lo que ignoramos.
Y de lo que sacrificamos por ser nosotros mismos.
Porque a veces, lo más valiente no es cambiar… sino atreverse a mirar atrás y reconocer lo que duele.
¿Y tú? ¿Qué nombre usarías si solo tuvieras uno más para decir quién eres realmente?