“La Oveja Negra” bajo la lupa: secretos, errores y el lado oscuro del clásico mexicano que nadie quiere aceptar

🎬 “La Oveja Negra” bajo la lupa: secretos, errores y el lado oscuro del clásico mexicano que nadie quiere aceptar

El Machismo en la película mexicana LA OVEJA NEGRA - Issuu

Cuando se habla del cine de oro mexicano, “La Oveja Negra” suele estar en lo más alto del altar.

Dirigida por Ismael Rodríguez y protagonizada por dos titanes del cine nacional como Pedro Infante y Fernando Soler, esta cinta de 1949 ha sido venerada por generaciones como una obra maestra del drama ranchero.

Pero, ¿qué pasa cuando se ve con otros ojos? ¿Cuando se examina más allá del brillo de sus actuaciones y de su carga emocional? El resultado es una mezcla explosiva de admiración y decepción.

La historia gira en torno a la familia Treviño, donde un padre autoritario y alcohólico, Cruz Treviño Martínez de la Garza, impone su voluntad a sangre y gritos sobre su esposa Viviana y su hijo Silvano.

Fernando Soler se transforma en este personaje con tal intensidad que cada gesto suyo te incomoda, te duele, te enfurece.

Su interpretación es magistral, sí, pero también nos enfrenta con una pregunta incómoda: ¿la película lo presenta como el villano que merece condena o como un producto trágico del contexto que, en el fondo, merece

compasión?

Andrés Soler, Fernando Soler y Pedro Infante, en una escena de la película  La oveja negra | Armando Santos

Pedro Infante, por su parte, encarna al noble y sufrido Silvano, un joven que se resiste a reproducir los vicios de su padre.

Con su voz melódica, su carisma natural y una mirada cargada de ternura, Silvano se convierte en el corazón moral de la cinta.

Sin embargo, el peso dramático recae más en Soler que en Infante, y eso es un detalle que a muchos fanáticos del ídolo no les termina de gustar.

De hecho, Pedro ni siquiera quería participar en la película, dato que por sí solo ya enciende las alarmas.

La dirección de Ismael Rodríguez es, sin duda, uno de los puntos más altos del filme.

Logra una transición impecable de una comedia ligera a un melodrama abrasador, creando una atmósfera envolvente gracias a una fotografía en blanco y negro impactante y una banda sonora que subraya cada emoción.

Pero cuando la cinta brilla más, también es cuando sus sombras se hacen más evidentes.

Uno de los problemas más fuertes es el tratamiento de los personajes femeninos.

Viviana, la madre sufrida, es un símbolo de sumisión absoluta.

Foto de la película La oveja negra - Foto 1 por un total de 9 -  SensaCine.com.mx

Aunque se le intenta dar un final emotivo y trágico, durante buena parte de la película es apenas un adorno narrativo, una figura sin voz propia que solo existe para justificar la bondad de Silvano.

Justina, por otro lado, es el estereotipo de la mujer manipuladora y vengativa, una femme fatale sin matices que provoca un caos familiar solo por rencor.

Su historia queda inconclusa, como si la película no supiera qué hacer con ella después de usarla como detonante de la tragedia.

¿Y qué decir del machismo estructural que la película retrata? Sí, se entiende que es un reflejo de los años 40, pero el problema no está en mostrarlo, sino en no cuestionarlo con suficiente firmeza.

Cruz es presentado más como una figura trágica que como un agresor.

Su arrepentimiento final, aunque conmovedor, se siente apresurado y poco creíble, como si fuera una excusa para cerrar el drama con una lágrima fácil.

Y aunque Silvano representa una visión más justa y progresista, él también termina resignado ante el sistema que tanto lo oprime.

El ritmo narrativo también presenta altibajos.

Acorazado Cinéfilo. Francisco Huertas Hernández: "La oveja negra" (1949).  Ismael Rodríguez. Machismo, rivalidad edípica y muerte, entre la parodia y  el melodrama. Estudio psicoanalítico y filosófico. Francisco Huertas  Hernández

Algunas subtramas, como la rivalidad política entre padre e hijo, se sienten estiradas sin aportar demasiado al conflicto central.

Hay escenas que pudieron ser clave para el desarrollo de personajes como Viviana, pero que fueron relegadas a segundos planos.

A cambio, se invierten minutos valiosos en situaciones secundarias que rompen el flujo emocional del relato.

Incluso el desenlace, que pretende ser un clímax devastador, deja la sensación de que se eligió el camino fácil: una muerte que lo resuelve todo, una lágrima que redime a todos, una despedida que deja más dudas que certezas.

La redención de Cruz parece más una estrategia de guion que una evolución real del personaje.

¿De verdad se arrepiente por amor o por miedo a quedarse solo y sin su fuente de estabilidad?

Aun así, negar el impacto de “La Oveja Negra” sería injusto.

La actuación de Fernando Soler le valió un Ariel más que merecido.

La cinta ha influido profundamente en el imaginario colectivo del cine mexicano y sigue siendo objeto de análisis por su riqueza visual y narrativa.

Pero eso no impide que seamos críticos.

Acorazado Cinéfilo. Francisco Huertas Hernández: "La oveja negra" (1949).  Ismael Rodríguez. Machismo, rivalidad edípica y muerte, entre la parodia y  el melodrama. Estudio psicoanalítico y filosófico. Francisco Huertas  Hernández

Aplaudir lo que hizo bien no significa callar lo que hizo mal.

En una época donde la revisión crítica del pasado es esencial para avanzar, esta película debe ser vista no solo con nostalgia, sino con lentes frescos.

Es un testimonio valioso de una época, pero también una oportunidad para debatir sobre cómo el arte puede perpetuar o cuestionar estructuras dañinas.

Porque si bien Silvano grita con el corazón en la mano contra la injusticia, el guion parece solo susurrar en su apoyo.

“La Oveja Negra” no es una película perfecta.

Tiene fallos narrativos, lagunas en sus personajes femeninos y un machismo sin suficiente crítica.

Pero también es una obra poderosa, visualmente impactante y cargada de actuaciones que atraviesan generaciones.

Merece ser recordada, sí.

Pero también merece ser desmenuzada, discutida y vista con una mirada que no perdone todo solo por el nombre de sus estrellas.

Porque incluso las leyendas, a veces, necesitan ser bajadas del pedestal para que podamos verlas con claridad.

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