😢 La Triste Verdad Detrás del Glamur de Amparo Grisales: Amores Perdidos, Duelo Silencioso y una Vida Inesperada
Nacida en Manizales en 1956, Amparo Grisales no tardó en convertirse en el rostro más reconocido de la televisión colombiana.
Desde su adolescencia, brilló con una fuerza que no parecía humana.
Pero esa luz venía acompañada de una sombra que pocos podían ver.
A los 14 años ya estaba frente a las cámaras, decidida a ser alguien más que una cara bonita.
Su talento la impulsó a protagonizar algunas de las producciones más polémicas y revolucionarias de Colombia, incluyendo el escandaloso beso lésbico en Los pecados de Inés de Hinojosa que sacudió a un país
aún conservador.
Durante décadas se mantuvo en la cima, combinando su magnetismo escénico con una voluntad inquebrantable.
Pero mientras el país aplaudía su poder y audacia, Amparo luchaba con heridas profundas fuera del foco público.
Su vida amorosa fue tan intensa como sus personajes.
Se casó muy joven con el artista argentino Germán Tesarolo, más de una década mayor que ella, no por obligación sino por escape: quería huir de casa, tener libertad, empezar su historia.
Ese matrimonio fue breve, apasionado y doloroso.
Lo dejó, pero nunca lo olvidó.
Décadas más tarde, en 2022, lo besaría en los labios tras recibir un retrato que él mismo pintó desde la memoria.
“Él es parte de mi historia”, escribió.
Un gesto que reveló que el pasado no siempre muere.
Después vinieron otros hombres.
Amores que marcaron, pero también rompieron.
El más duradero, con el galán mexicano Jorge Rivero, se extendió casi ocho años, hasta que una traición lo arruinó todo.
Luego vino Julio Iglesias, Piero, empresarios, incluso políticos.
Cada relación dejaba en Amparo una huella, pero también reafirmaba una verdad: nadie podía contener su espíritu.
Siempre volvió a elegir la libertad.
Incluso cuando su corazón estaba roto, prefirió levantarse sola antes que vivir a la sombra de otro.
Pero si el amor le dio momentos intensos, fue la pérdida lo que la quebró de verdad.
La muerte de su hermano José Fernando en 2005 fue un golpe devastador.
Era su único hermano varón, y su partida afectó de tal forma a su madre, Delia Patiño, que Amparo sintió que en ese momento empezó el verdadero fin.
Once años después, en octubre de 2016, perdió a su madre.
Y esa fue, según sus propias palabras, la peor noche de su vida.
Delia no solo fue su madre, fue su mejor amiga, su ejemplo, su raíz.
La mujer que estuvo con ella desde el primer suspiro, cuando nació al borde de la muerte tras una insolación durante el embarazo.
“Me bautizaron al tercer día porque pensaban que no sobreviviría”, ha dicho Amparo.
Pero sobrevivió.
Y Delia estuvo allí, siempre.
La muerte de Delia fue tan impactante que el mismo día en que la enterraba, su perro Tanguito, su compañero de 17 años, también murió.
Amparo llegó a rogar a Dios: “Por favor, no uno más, solo mira para otro lado.
” Desde entonces, las fiestas de diciembre le saben a soledad.
La Navidad, que su madre amaba con devoción, se volvió un recuerdo doloroso.
“Sin ti, la Navidad no sabe igual”, escribió en redes.
Porque el amor de Delia era total, único, irreemplazable.
Hoy, Amparo asegura que aún la siente, que la escucha, que sigue hablándole cada día.
En un episodio de Yo Me Llamo en 2025, no pudo contener las lágrimas cuando una concursante cantó una canción que le recordó a su madre.
“Ella sigue conmigo”, confesó.
La diva fuerte, la mujer que parecía invencible, se derrumbó en vivo.
Porque ni los años, ni la fama, ni los aplausos curan ciertos dolores.
Y sin embargo, ahí sigue.
En 2024, reveló que está enamorada de nuevo.
Esta vez, de un empresario brasileño que vive en Uruguay.
Tiene 62 años, y según ella, “es muy guapo y vende soya.
” Con su humor intacto, su energía inagotable y su pasión por vivir, Amparo demuestra que la edad no define el amor, ni la tristeza, ni la fuerza.
A sus 68 años, aún deslumbra en Yo Me Llamo, aún publica libros, aún defiende la belleza, la disciplina y el amor propio.
Pero bajo esa fachada imponente, hay una mujer que llora en silencio cada octubre.
Que extraña la voz que la llamaba “mi niña”.
Que todavía, en la cima de su carrera, siente que algo le falta.
La historia de Amparo Grisales no es solo la de una diva.
Es la de una sobreviviente.
Una mujer que ha amado, perdido, llorado y vuelto a amar.
Que ha soportado el juicio de un país entero, pero que nunca dejó de creer en ella misma.
¿Está viviendo una vida triste? Tal vez.
O tal vez está enseñándonos que incluso las leyendas tienen cicatrices… y que eso también es parte del verdadero poder.