💔🎭 La última declaración de un galán eterno: Juan Ferrara rompe el silencio y revela quién fue su verdadero amor 🌹⏳
Juan Félix Gutiérrez Puerta nació en Jalisco en 1943, hijo de la célebre actriz Ofelia Guilm y hermano de Lucía y Esther Guilm.
Desde joven respiró teatro, cine y televisión, aunque no fue hasta los 22 años que decidió cambiar su nombre artístico a Juan Ferrara, inspirado por su pasión por los automóviles Ferrari, buscando un sello propio
que lo desligara del peso de su apellido familiar.
Su primer papel con ese nombre fue modesto, pero pronto su talento lo catapultó al estrellato.
Con “Los Ángeles de Puebla” y telenovelas como “El Espejismo”, “La Gata” y “Viviana”, Ferrara se ganó un lugar privilegiado en los hogares de México y Latinoamérica.
En Puerto Rico, su fama cruzó fronteras gracias a “Laura Guzmán, Culpable” y “Tanairí”, donde su magnetismo conquistó tanto la pantalla como el público.
Sin embargo, mientras su carrera brillaba, su vida sentimental era tan comentada como sus actuaciones.
Su primer matrimonio con Alicia Bonet estuvo marcado por la pasión y el nacimiento de dos hijos, pero solo duró cuatro años.
Luego llegó Elena Rojo, actriz de fuerza arrolladora y personalidad magnética.
Se casaron en 1976 y, durante más de una década, fueron una pareja poderosa dentro y fuera de los escenarios.
Elena ya tenía tres hijos de un matrimonio anterior, y Juan no solo aceptó esa familia, sino que se convirtió en un apoyo sólido para ellos.
Ella, en entrevistas posteriores, no ocultó su gratitud: “Juan siempre trató muy bien a mis hijos y tengo que agradecerle por eso.
Fueron un apoyo increíble en momentos en que me sentía como un perro sin correa”, dijo con una sinceridad que aún resuena.
Pero la relación no fue inmune a tensiones.
Una joven locutora, Verónica Ruiz, apareció brevemente en el camino de Juan, y su simple gesto de invitarla a cenar generó un quiebre con Elena.
Aunque Verónica lo rechazó, la herida estaba hecha.
Diez años de matrimonio se deshicieron en 1987, y aunque nunca tuvieron hijos juntos, compartieron un amor que dejó cicatrices profundas.
Tras el divorcio, Juan volvió a casa de su madre y retomó su vida de soltero.
Los romances con mujeres más jóvenes se convirtieron en su sello: Kate del Castillo, Mana Sánchez, Aleida Núñez, Adriana Fonseca… todas, historias marcadas por la diferencia de edad y la fascinación mutua.
Aleida, 32 años menor, lo describió como un hombre que sabía cortejar “a la antigua”, con cenas exquisitas y palabras que sonaban a poesía.
Pero ninguna de esas relaciones alcanzó la intensidad y permanencia emocional de la que tuvo con Elena Rojo.
El tiempo pasó, las arrugas se hicieron más profundas, pero el brillo en sus ojos seguía intacto.
Juan Ferrara continuó en televisión y teatro, pero su vida amorosa comenzó a desacelerar.
En los últimos años, declaró públicamente que prefería la soledad para enfocarse en otros intereses, como si quisiera dejar atrás el personaje del eterno seductor.
Y entonces, llegó febrero.
Elena Rojo falleció a los 79 años, víctima de cáncer.
La noticia golpeó al medio artístico, pero en Juan tuvo un eco distinto.
No hizo declaraciones inmediatas, pero días después, en una conversación que parecía casual, pronunció las palabras que helaron a quienes lo escuchaban: “Elena fue el amor de mi vida”.
Esa frase, sencilla pero cargada de historia, puso en perspectiva cada romance fugaz que tuvo después.
Con Elena, compartió no solo una década de matrimonio, sino un respeto que sobrevivió al divorcio.
Aunque ella cerró la puerta y “tiró la llave a la basura” como alguna vez dijo, él nunca dejó de guardarla en su memoria.
Hoy, a sus 80 años, Juan Ferrara sigue de pie, elegante y con la misma voz que conquistó a generaciones, pero con una nostalgia que no disimula.
La confesión sobre Elena no es un gesto publicitario ni un guiño a la prensa; es el cierre de un capítulo que, para él, nunca terminó.
En un mundo donde los amores se consumen rápido, el suyo con Elena Rojo quedó suspendido en el tiempo, inmune al desgaste y a la distancia.
Quizá por eso, al recordarla, Juan no habla como de un pasado lejano, sino como de algo que aún late.
Porque hay amores que no necesitan estar presentes para seguir ocupando todo el espacio del corazón.
Y el de Juan Ferrara y Elena Rojo, más allá de las cámaras, las giras y los escándalos, pertenece a esa categoría.
Un amor que, incluso en su ausencia, sigue siendo protagonista.