A sus 41 años, Marcela Gándara rompe su silencio sobre la verdadera razón de su divorcio
A sus 41 años, Marcela Gándara finalmente ha roto el silencio que durante tanto tiempo envolvía su vida personal, especialmente en lo que respecta a su divorcio.
Aunque durante años la cantante cristiana fue símbolo de estabilidad emocional y espiritual dentro del mundo evangélico, la ruptura con su esposo Bris Manderfield despertó una ola de interrogantes, especulaciones y teorías entre sus miles de seguidores.
Lo que parecía una historia de amor perfecta, respaldada por mensajes cristianos, giras y conciertos conjuntos, terminó de manera inesperada y con muchas preguntas sin responder.
En su reciente testimonio, Marcela ha decidido enfrentar los rumores con sinceridad, sin negar el dolor que vivió ni los aprendizajes que obtuvo en medio de la tormenta.
La historia de Marcela y Bris comenzó como salida de una novela.
Se conocieron durante un congreso cristiano, donde la primera impresión fue fría y profesional, pero que con el tiempo dio paso a una relación profunda, espiritual y romántica.
Sus testimonios compartidos en redes sociales y su vida familiar, con sus tres hijas, se convirtieron en una inspiración para muchos.
“Dios nos ha bendecido” era la frase que solía acompañar sus publicaciones, y sus seguidores no se cansaban de alabar la aparente perfección de su relación.
Sin embargo, como la misma Marcela admite ahora, lo que se ve en las redes sociales no siempre refleja la realidad detrás de las cámaras.
Con el tiempo, comenzaron a surgir rumores de infidelidad por parte de Bris, aunque nunca se confirmaron.
El silencio de ambos alimentó las especulaciones.
Algunos foros cristianos se llenaron de comentarios que acusaban, defendían o simplemente se preguntaban qué había pasado realmente.
Marcela decidió no alimentar estos rumores, pero sí hablar de su experiencia emocional.
Confesó haberse sentido perdida y enojada durante el proceso de separación, y destacó la importancia de buscar ayuda profesional y espiritual para sanar.
Su fe, dice, fue su ancla, y su música se convirtió en un refugio cuando el mundo exterior parecía desmoronarse.
La canción “Vuelvo”, lanzada en medio de esta etapa difícil, se convirtió no solo en un éxito, sino también en un símbolo de su proceso de sanación.
Con letras cargadas de vulnerabilidad, esperanza y redención, la canción resonó con miles de personas que también han pasado por momentos oscuros.
Aunque al principio dudó en compartirla públicamente por miedo a las críticas, finalmente decidió hacerlo como un acto de honestidad.
“No soy la única persona que pasa por esto”, dijo.
Su decisión fue valiente y marcó un nuevo capítulo en su carrera: el de una artista que no solo canta sobre la fe, sino que también vive sus desafíos con autenticidad.
Uno de los aspectos que más controversia generó fue la relación profesional de Marcela con Jesús Adrián Romero.
Desde sus primeras colaboraciones musicales, la conexión entre ambos fue innegable.
Canciones como “Dame tus ojos” o “Tú estás aquí” se convirtieron en himnos de adoración que conmovieron a millones.
No obstante, esa cercanía artística también dio lugar a rumores sobre una supuesta relación sentimental, que algunos consideraron como el verdadero motivo detrás del divorcio.
Aunque tanto Marcela como Jesús Adrián optaron por no comentar al respecto, el tema sigue siendo motivo de debate en redes sociales.
Aun así, sus seguidores más fieles defienden su relación como una amistad espiritual y artística, desestimando cualquier otra insinuación.
Más allá del escándalo, Marcela ha logrado mantener su lugar como una de las voces más importantes de la música cristiana contemporánea.
Ha enfrentado críticas, prejuicios y malentendidos, pero también ha inspirado a miles con su testimonio.
En medio de una cultura donde los líderes religiosos y artistas son vistos como modelos inquebrantables, ella ha mostrado que también son humanos, que sienten, sufren y, lo más importante, pueden sanar.
Hoy, más fuerte y más sincera que nunca, Marcela continúa compartiendo su mensaje de fe, esperanza y redención con una voz que ya no solo canta, sino que también habla desde la experiencia real.