“Nunca lo superé”: María Victoria habla del amor secreto que marcó su vida y deja a todos sin palabras
A sus 98 años, María Victoria no solo está viva y lúcida, sino más valiente que nunca.
En una entrevista íntima desde su hogar, sin luces ni producción, decidió contar todo.
Y cuando decimos todo, es todo.
Desde su niñez humilde en Jalisco hasta sus amores más intensos, sus pérdidas más dolorosas y su experiencia como la figura más deseada del cine mexicano de los años dorados.
Pero lo que verdaderamente estremeció a todos fue lo que dijo sobre Pedro Infante… y lo que dijo después.
Durante décadas se rumoró que entre María Victoria y Pedro Infante existió un amor secreto, uno de esos imposibles, oculto entre bambalinas y canciones de amor.
La química entre ambos era innegable: él, el ídolo del pueblo; ella, la musa de la sensualidad mexicana.
Pero por primera vez, ella habló claro y sin rodeos: Pedro jamás la cortejó.
Y aunque admitió que su presencia era magnética y que muchas mujeres se rendían ante él, también afirmó que nunca cruzaron la línea de la amistad.
¿La razón? El respeto profundo que sentía por Irma Dorantes, la esposa de Pedro y amiga cercana suya.
Un código de lealtad que nunca estuvo dispuesta a romper, ni siquiera por el hombre más admirado del país.
Con esa misma sinceridad, María Victoria recordó su verdadero amor: Rubén Cepeda Novelo.
Un hombre que no pertenecía al mundo del espectáculo, pero que la amó como ningún otro.
Con él formó una familia, vivió una vida tranquila y compartió una conexión que ni el paso del tiempo logró destruir.
Desde su muerte en 1974, María no volvió a buscar el amor.
“Nadie me ha llamado la atención desde entonces”, confesó, con la voz temblorosa.
Y con esa frase, dejó al público mudo.
Más de 50 años de viudez por decisión propia, por fidelidad absoluta a un amor que, según sus palabras, fue perfecto.
Pero no todo fue felicidad.
Antes de Rubén, María vivió una relación marcada por la desaprobación y el dolor.
Manuel Gómez fue su primer gran amor, el padre de su hija María Ester, conocida como Teté.
A pesar del profundo cariño que se tenían, la familia de él jamás la aceptó por su profesión artística.
“Nos veían como mujeres sin escrúpulos”, dijo, recordando cómo en los años 50 ser actriz era sinónimo de escándalo.
Esa relación terminó en silencio, mientras ella estaba de gira, y el vacío que dejó nunca pudo llenarse del todo.
Su carrera, sin embargo, no dejó vacíos.
Desde los nueve años, María Victoria se subió a los escenarios y nunca más se bajó.
Su voz, única en su tono suave y seductor, la llevó a grabar más de 500 canciones, ganándose el apodo de “La Reina de las Rocolas”.
Sus vestidos ajustados, muchos de los cuales diseñaba ella misma, causaban sensación y controversia.
Tanto, que fue perseguida por la Liga de la Decencia, una agrupación conservadora que no podía tolerar su audacia en el escenario.
Pero María Victoria nunca pidió permiso para brillar.
Su elegancia, su sensualidad y su talento la convirtieron en leyenda.
En el teatro, la radio, el cine y la televisión, su presencia fue constante.
Desde sus primeras presentaciones en carpas hasta sus triunfos en Nueva York junto a figuras como Tongolele, María Victoria conquistó todos los escenarios.
En la pantalla grande, protagonizó más de 30 películas, siendo “Los paquetes de Paquita” uno de sus papeles más memorables.
El público la adoraba, los hombres la deseaban, y las mujeres la admiraban.
Y sin embargo, lejos del glamour, María Victoria también enfrentó las tragedias de la vida.
La muerte de Rubén, su compañero de vida, fue un golpe del que nunca se recuperó del todo.
Pero tampoco se dejó vencer.
Siguió adelante por sus hijos, por sus nietos y por un amor profundo al arte que nunca abandonó.
Fue ella quien diseñó su propio camino, sin escándalos fabricados, sin romances por conveniencia.
Todo lo que vivió, lo vivió desde la verdad.
Recientemente, algunos medios difundieron falsos rumores sobre su muerte.
Fotografías donde se le veía frágil alimentaron la especulación.
Pero su familia fue contundente: María está viva, está bien, y sigue siendo tan fuerte como siempre.
Incluso sus nietos, miembros del grupo musical Cumbia Pedregal, salieron a desmentir las noticias y a compartir anécdotas entrañables.
Como aquella donde ella y Pedro Infante, lejos de escapar por una puerta trasera para evitar a los fans, caminaron juntos entre la multitud, tomados de la mano, saludando uno por uno con humildad y carisma.
“Así era ella”, dijeron sus nietos.
Cercana.
Real.
Hoy, a sus casi 100 años, María Victoria no necesita escenarios para brillar.
Cada palabra suya es historia viva.
Cada recuerdo que comparte, una pieza del rompecabezas cultural de México.
Y con esta última confesión, no solo cerró un capítulo de rumores con elegancia, sino que también nos regaló una lección sobre el amor, la lealtad y la dignidad.
Porque María Victoria no es solo una estrella del espectáculo.
Es una leyenda viva.
Y todavía tiene mucho que decir.