💔 Desde la gloria al dolor: Mickey Taveras destapa abusos, engaños y secretos JAMÁS contados
Mickey Taveras no es solo el hombre detrás de “La Ventanita”, es la viva imagen de una generación que vivió la fama con el alma rota.
A sus 54 años, finalmente se atreve a hablar de todo aquello que durante décadas se mantuvo en silencio.
Y lo que tiene para contar no es un simple recuerdo, es una advertencia, un grito contenido que resuena en cada rincón del mundo musical.
Nacido en Santo Domingo, República Dominicana, Mickey empezó a tocar instrumentos a los 12 años.
Pero no fue el piano ni la guitarra lo que lo marcó.
Fue el bajo, y sobre todo, su voz.
Desde muy joven formó su propia banda, Los Pícaros de Moca, y se coló en las orquestas más importantes del momento.
Pero cuando estuvo a punto de hacer su primera gira internacional, le dijeron que no podía viajar… porque era menor de edad.
Lloró.
Se sintió derrotado.
Pero la vida tenía otros planes.
Tras pasar por agrupaciones legendarias como las de Frank Tejada, Luis Valdez, Ruby Pérez y Peter Cruz, llegó el momento que lo cambiaría todo: se unió a la orquesta de Wilfrido Vargas.
Fue ahí donde, según sus propias palabras, aprendió que el éxito tiene un precio… y a veces ese precio es tu dignidad.
Durante cinco años fue cantante, director musical y cerebro de éxitos que marcaron una época.
Pero según él, no vio un solo centavo por muchas de esas canciones.
“Me exprimieron hasta la última gota”, confiesa.
¿Su sueldo? Apenas 95 dólares.
¿Su horario? Cantaba hasta las tres de la mañana, en giras interminables, sin descanso ni reconocimiento.
Y cuando pidió aumento, lo trataron como si estuviera mendigando.
Lo máximo que llegó a ganar fue 140 dólares.
Un insulto.
Pero lo peor llegó cuando decidió no renovar contrato.
Había perdido a su padre por cáncer de laringe y necesitaba un respiro.
Wilfrido no se lo perdonó.
Mandó incluso a familiares a presionarlo para que regresara.
Detrás de los aplausos, había miedo.
Miedo a que Mickey hiciera su propia orquesta y se convirtiera en una amenaza.
Porque todos sabían de qué estaba hecho.
Y así lo hizo.
Apostó por sí mismo y grabó su propia producción.
Pero justo cuando todo estaba listo, su disquera, Karen Records, fue vendida a Sony.
El disco que mezclaba bachata, merengue y salsa fue rechazado.
Mickey, lejos de rendirse, regrabó todo en formato salsa.
Así nació “Lucharé”, un álbum que tardó dos años en despegar pero que, cuando lo hizo, lo catapultó a la cima.
En 1996, mientras Juan Luis Guerra dominaba el panorama musical, Mickey le hizo frente y conquistó corazones.
Su disco fue oro, luego platino y hasta quíntuple platino en Colombia.
Un logro que pocos conocen… y menos celebran.
Pero el drama no paró.
Mientras grababa “Lucharé”, volvió a su ciudad natal a visitar a su novia.
Quería sorprenderla.
Pero la sorpresa fue para él: la encontró abrazada con otro.
¿Y quién era el hombre? Un músico de la orquesta de Wilfrido Vargas.
El golpe fue devastador.
Esa traición se sumó a las que ya había sufrido en lo profesional.
Y por si fuera poco, Mickey confesó algo que dejó a todos sin palabras: durante sus años de gloria, estuvo con más de 500 mujeres.
Sí, lo dijo él mismo.
Entre todas, hubo una que inspiró más del 50% de sus canciones… pero jamás reveló su nombre.
Un misterio más en la vida de un hombre marcado por las pasiones intensas y los silencios rotos.
Con el paso del tiempo, Mickey se reinventó.
Fundó su propio sello discográfico, AntiProduction Scorp, y lanzó “Te Esperaré”, un álbum con su orquesta, grabado en su país, sin ataduras, sin interferencias.
Pero su lucha no terminó ahí.
Años después, en 2016, lanzó “Hoy Ya Me Voy”, transformando una canción que no era suya en una joya salsera.
Porque esa es su esencia: convertir lo ordinario en extraordinario.
El recorrido de Mickey es también una denuncia.
Asegura que muchos artistas viven explotados, sin derechos, sin regalías, mientras otros se enriquecen a costa de su talento.
Él vivió eso en carne propia y no piensa callarlo más.
“Yo cantaba, componía, dirigía… y no veía un peso.
Eso no es justo.
Eso es robarle el alma a un artista.”
Regresó a República Dominicana para cuidar a su madre en sus últimos años.
Y desde su tierra, volvió a conectarse con sus raíces.
Porque a pesar de todo, Mickey nunca dejó de creer en la música como su refugio, su bandera y su forma de resistir.
“Esto que les cuento es más real que cualquier guion de Netflix.
Mi vida ha sido una serie, pero sin ficción.”
Hoy, su testimonio es una lección de valentía.
De que no todo lo que brilla es oro.
Que detrás de cada éxito hay lágrimas, traiciones y batallas silenciosas.
Que hay que pelear por lo que uno merece.
Y sobre todo, que el talento, aunque quieran enterrarlo, siempre florece.
Mickey Taveras no solo abrió la “ventanita” al éxito.
También nos abrió los ojos a una industria que a veces celebra al artista… y destruye a la persona.
Esta es su historia.
Una que merece ser escuchada.
Una que, sin duda, te dejará con el corazón en la mano.