👑🌑 “Los príncipes del narco: ¿quién tomará la corona del Chapo?”
El clan de los hijos del Chapo, conocidos popularmente como “Los Chapitos”, se ha convertido en el centro de todas las miradas.
Son varios, de diferentes madres, y cada uno lleva en la sangre una parte del imperio que su padre construyó con fuego y sombra.
Pero sus caminos no han sido iguales.
Mientras algunos intentan mantenerse en la penumbra, otros abrazan el papel de herederos con una arrogancia que no pasa desapercibida.
Iván Archivaldo Guzmán, apodado “El Chapito”, es quizá el más visible.
Conocido por su carácter impulsivo y su gusto por mostrar lujos en redes sociales, es señalado por autoridades como uno de los principales operadores del negocio familiar.
Su estilo de vida, lleno de autos deportivos, fiestas extravagantes y viajes de ensueño, refleja tanto el poder que heredó como la arrogancia de quien sabe que su apellido inspira miedo.
Sin embargo, su exposición constante lo convierte también en blanco de rivales y autoridades.
Jesús Alfredo Guzmán, por otro lado, ha mantenido un perfil más reservado, aunque igualmente ligado a las operaciones del cártel.
Su nombre apareció en titulares cuando fue secuestrado en un restaurante de Puerto Vallarta junto con otros acompañantes.
El hecho estremeció a México entero, demostrando que incluso los herederos del Chapo no están a salvo dentro de un mundo donde la traición y la venganza son la ley.
Aunque recuperó la libertad, aquel episodio dejó claro que su camino no está exento de riesgos.
Ovidio Guzmán López, conocido como “El Ratón”, saltó a la fama internacional en 2019 durante el llamado “Culiacanazo”, cuando un operativo militar logró detenerlo, pero fue liberado horas después tras un despliegue de violencia que puso de rodillas al gobierno mexicano.
Aquella imagen, la de un hijo del Chapo siendo rescatado por el terror desatado en las calles, se convirtió en un símbolo de poder absoluto.
Su nombre regresó a los titulares tras nuevas capturas, y hoy sigue siendo una pieza clave en la narrativa del clan Guzmán.
Otros hijos, como Edgar y Joaquín Guzmán López, han preferido mantenerse en la penumbra, aunque su nombre aparece en expedientes judiciales que los vinculan con operaciones financieras y contactos internacionales.
Para algunos, son los cerebros fríos detrás de las cortinas; para otros, simples figuras eclipsadas por la notoriedad de sus hermanos más mediáticos.
La tragedia también ha tocado a la familia.
Edgar Guzmán, otro de los hijos, fue asesinado a balazos en 2008, un recordatorio brutal de que el apellido Guzmán no es un escudo contra la violencia que ellos mismos ayudaron a construir.
Su muerte fue un mensaje directo a la familia y una muestra del costo de pertenecer a un imperio marcado por la sangre.
Mientras tanto, la pregunta se mantiene: ¿quién será el verdadero sucesor del Chapo Guzmán? Para algunos analistas, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo llevan la delantera, conocidos como “Los Menores” dentro del cártel de Sinaloa.
Para otros, Ovidio representa el rostro más temido tras su liberación forzada y el control que aún ejerce en ciertos territorios.
Lo cierto es que la figura del Chapo sigue proyectando una sombra alargada sobre cada uno de ellos, una sombra que les otorga poder, pero también los condena a una vida de persecución eterna.
Las autoridades estadounidenses y mexicanas los tienen en la mira, incluidos en listas de los más buscados, con recompensas millonarias por información que lleve a su captura.
Pero a pesar de los operativos, los Chapitos parecen moverse con la misma habilidad que alguna vez caracterizó a su padre: un fantasma inalcanzable que siempre encuentra la manera de escapar.
Hoy, cada uno de los hijos del Chapo vive entre extremos.
Por un lado, la opulencia de mansiones, autos de lujo y fiestas privadas.
Por el otro, el miedo constante a ser capturados o traicionados.
Son jóvenes que crecieron entre privilegios bañados en pólvora, marcados desde su nacimiento por un apellido que es tanto una corona como una maldición.
El futuro del cártel de Sinaloa parece estar en sus manos, pero su reinado no está asegurado.
Las rivalidades internas, las traiciones externas y la presión de las autoridades hacen que cualquier movimiento sea una ruleta rusa.
Hoy son los príncipes de un imperio criminal, pero mañana podrían ser otra cifra más en la larga lista de caídos del narco.
Porque si algo dejó claro la historia del Chapo Guzmán, es que en este mundo nadie reina para siempre.
Y mientras sus hijos se debaten entre el poder heredado y el peligro constante, el país entero observa, con morbo y miedo, quién será finalmente el que se atreva a cargar con la corona maldita del imperio Guzmán.