La Biblia Etíope, con 81 libros, conserva enseñanzas y textos cristianos primitivos que fueron excluidos del canon occidental, incluyendo lecciones de Jesús durante los 40 días posteriores a su resurrección.

Imagina por un instante que existe una versión de la Biblia con 15 libros más que los que conoces.
Una Biblia que ha permanecido intacta durante casi 2,000 años, resguardada en las montañas de Etiopía, lejos del alcance de los concilios que decidieron qué textos debías leer y cuáles debían desaparecer para siempre.
Esa Biblia existe y se llama la Biblia etíope. Mientras la Biblia protestante contiene 66 libros y la católica 73, la Biblia de la Iglesia Ortodoxa Etíope preserva 81 libros completos, incluyendo textos que fueron deliberadamente excluidos del canon occidental.
¿Por qué Etiopía? La respuesta es fascinante. Según la tradición histórica, el cristianismo llegó a Etiopía en el siglo I a través del eunuco etíope mencionado en Hechos 8.
Esta iglesia se desarrolló de manera relativamente aislada del cristianismo europeo, lo que permitió que conservara textos y tradiciones que en Occidente fueron suprimidos. Uno de estos textos es conocido como el *mashafa mestir*, que significa “libro de los misterios”.
Este texto contiene enseñanzas que Jesús compartió con sus discípulos durante los 40 días entre su resurrección y su ascensión, un periodo que los evangelios canónicos apenas mencionan.
¿Qué pasó durante esos 40 días? Jesús se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndose a ellos y hablándoles sobre el reino de Dios.
Sin embargo, los evangelios canónicos dedican apenas unos versículos a este periodo crucial. ¿Qué fue tan importante que Jesús permaneció en la tierra ese tiempo adicional?

La doctora Tara Cle, profesora de la Universidad de Princeton, ha dedicado décadas al estudio de manuscritos excluidos del canon bíblico.
Sus investigaciones documentadas revelan que muchos textos cristianos primitivos contenían enseñanzas que desafiaban las estructuras jerárquicas que la Iglesia estaba construyendo en los siglos III y IV.
En 1945, en Nag Hammadi, Egipto, se descubrió una biblioteca completa de 52 textos cristianos primitivos que habían sido enterrados deliberadamente.
Entre esos textos se encuentra el evangelio de Felipe, que contiene diálogos atribuidos al periodo postresurrección, y el *pistis sofia*, que detalla enseñanzas que Jesús compartió con sus discípulos durante 11 años después de su resurrección.
La pregunta que debemos hacernos no es si estos textos son verdaderos o falsos, sino por qué alguien se tomó tanto trabajo en eliminarlos.
Cuando algo es censurado con tanto empeño durante siglos, hay que preguntarse qué información contenían esos textos que representaba tal amenaza para quienes detentaban el poder.
La Biblia etíope nos ofrece una ventana única hacia ese cristianismo primitivo que existió antes de que los concilios decidieran qué era ortodoxo y qué era herético.
Los 40 días que Jesús pasó enseñando después de vencer a la muerte representan potencialmente el núcleo más puro de su mensaje. Este mensaje fue fragmentado, censurado, reemplazado por versiones que servían mejor a los intereses institucionales.
Pero aquí está lo poderoso: no todo se perdió. Los textos etíopes sobrevivieron. Los manuscritos de Nag Hammadi fueron redescubiertos. Es como si el universo conspirara para que estas verdades no desaparecieran completamente.

Entre las enseñanzas que los textos etíopes preservan, hay advertencias proféticas sobre un engaño masivo que vendría sobre la humanidad, liderado por figuras que se presentarían como portadores de luz pero que en realidad traerían oscuridad.
El concepto del anticristo aparece en las epístolas de Juan en el Nuevo Testamento, pero de manera bastante general.
Sin embargo, según las tradiciones etíopes, Jesús habría proporcionado descripciones más específicas sobre la naturaleza de este engaño final.
La figura de María Magdalena también ha sido distorsionada a lo largo de la historia. Durante siglos, fue representada como una prostituta arrepentida, una narrativa conveniente que la reducía a un papel menor.
Sin embargo, en los textos descubiertos en Nag Hammadi, María Magdalena aparece como la discípula más cercana a Jesús, la receptora de enseñanzas privadas. En el evangelio de Felipe se menciona que Jesús la amaba más que a todos los discípulos.
Este pasaje ha generado especulaciones sobre la naturaleza de su relación, pero más allá de eso, representa a María como apóstola de los apóstoles, un título que le otorgaban algunas comunidades cristianas primitivas.
La Iglesia Ortodoxa Etíope venera a María Magdalena como santa mayor, reconociendo su papel crucial en la historia de la resurrección.
Sin embargo, en Occidente, el Concilio de Trento reafirmó la prohibición de mujeres en roles sacerdotales, utilizando como justificación precisamente los textos que habían sido cuidadosamente editados para minimizar el liderazgo femenino en el cristianismo primitivo.

Las enseñanzas sobre la reencarnación también fueron censuradas. En el año 553, el emperador Justiniano convocó el segundo concilio de Constantinopla, donde se condenaron las enseñanzas de Orígenes sobre la preexistencia del alma.
Estas doctrinas estaban íntimamente conectadas con conceptos sobre múltiples vidas del alma y purificación progresiva. Sin embargo, pasajes en los evangelios canónicos hacen mucho más sentido si se leen a través del lente de la reencarnación.
El verdadero significado del bautismo de fuego que Jesús enseñó también se ha malinterpretado. Juan el Bautista profetizó que Jesús bautizaría en Espíritu Santo y fuego, pero esto se refería a un proceso iniciático de transformación espiritual completa, no a un evento único.
En el *pistis sofia*, se describen ceremonias donde los discípulos reciben el misterio del bautismo de fuego, que implica una experiencia profunda de disolución del ego y renacimiento espiritual.
Finalmente, el pacto secreto que Jesús pidió a sus discípulos antes de ascender revela que había enseñanzas que debían ser transmitidas solo a aquellos dignos de recibirlas.
Este sistema de enseñanza gradual no era único al cristianismo, sino una práctica común en filosofía antigua. Sin embargo, la necesidad política de uniformidad doctrinal llevó a la supresión de estos textos.
Estamos viviendo en tiempos de revelación final, donde las verdades ocultas están emergiendo. La humanidad ha alcanzado un nivel de madurez espiritual colectiva capaz de manejar estas verdades sin desmoronarse en caos.
Este es el momento de redescubrir el cristianismo auténtico, radical en su amor y revolucionario en su visión de transformación humana.