¡Los secretos más oscuros de Carlos Salinas! Acusaciones de asesinatos que estremecen a todo México
Carlos Salinas de Gortari llegó a la presidencia de México en 1988 bajo una nube de sospechas por fraude electoral.
Desde el principio, su mandato fue cuestionado por la forma en que accedió al poder, pero lo que vendría después superó cualquier expectativa.
Bajo su gobierno, México vivió una transformación económica profunda… y al mismo tiempo, una ola de misteriosas muertes y desapariciones que marcaron un antes y un después en la política nacional.
Uno de los casos más emblemáticos fue el asesinato de su propio cuñado, José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI, ocurrido en 1994.
Aunque las investigaciones oficiales señalaron a Mario Ruiz Massieu —hermano de la víctima— por irregularidades en el caso, muchas voces apuntaron en dirección distinta.
¿Cómo un crimen tan perfectamente ejecutado y con móviles tan turbios pudo estar desconectado del poder presidencial? Las pistas, según periodistas e investigadores independientes, apuntaban a una limpieza interna del sistema… y a la protección de secretos que jamás debían salir a la luz.
Pero el crimen más simbólico —y perturbador— fue el del entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, asesinado a plena luz del día en Lomas Taurinas, Tijuana, también en 1994.
Oficialmente, se dijo que fue obra de un “lobo solitario”, Mario Aburto Martínez.
Sin embargo, con el paso de los años, las inconsistencias del caso se multiplicaron: manipulación de pruebas, testimonios silenciados y una versión oficial que nadie creyó completamente.
Para muchos, Colosio representaba un cambio real dentro del PRI, un liderazgo que ya no respondía a los intereses del viejo régimen.
Su muerte, según estas teorías, fue un mensaje brutal… y Salinas estaba en el centro de todas las sospechas.
Incluso dentro de su círculo cercano hubo caídas sospechosas.
Empresarios, políticos y exfuncionarios ligados a su sexenio murieron o desaparecieron en circunstancias poco claras.
Algunos hablaban demasiado.
Otros, simplemente, sabían demasiado.
La lógica era simple: quien amenazara con revelar algo comprometedor, simplemente dejaba de existir o era reducido al silencio por medios mucho más sutiles, como el exilio forzado o la difamación sistemática.
El escándalo se volvió aún más denso cuando, al terminar su mandato, Salinas fue señalado como el “jefe del narcoestado” en documentos filtrados por agencias de inteligencia extranjeras.
Aunque nunca se le imputaron cargos formales, las investigaciones periodísticas lo relacionaban con estructuras de corrupción profundamente enraizadas en los poderes económico y criminal del país.
Su hermano, Raúl Salinas de Gortari, fue arrestado por enriquecimiento ilícito y vinculado indirectamente al homicidio de Ruiz Massieu.
La familia Salinas, que alguna vez fue vista como la realeza política mexicana, quedó marcada por la sospecha y el escándalo.
Pero lo más inquietante es que, a pesar de todas estas sombras, Carlos Salinas nunca fue juzgado por ninguno de estos crímenes.
Se refugió en el extranjero, vivió en Irlanda y en Cuba durante años, y cuando regresó a México, lo hizo protegido por un sistema que él mismo ayudó a construir.
Nunca dio explicaciones claras, nunca enfrentó tribunales, y cada vez que un periodista se acercaba demasiado, las consecuencias eran inmediatas: demandas, amenazas, o silencio impuesto desde las cúpulas del poder.
Hasta el día de hoy, los secretos más oscuros del sexenio de Salinas siguen siendo materia prohibida en muchas redacciones.
Los archivos oficiales están clasificados, las fuentes directas temen hablar, y los sobrevivientes de esa época saben que algunas verdades todavía matan.
Mientras tanto, el expresidente aparece esporádicamente en eventos selectos, dando opiniones sobre economía o democracia, como si nada hubiera ocurrido.
Pero las víctimas siguen sin justicia, y el país aún carga con las cicatrices de una era en la que el poder absoluto fue sinónimo de impunidad.
Carlos Salinas de Gortari no solo transformó a México… lo marcó con sangre.
Y aunque los años pasen y los discursos se renueven, su nombre seguirá asociado al lado más oscuro de la política mexicana.
Porque cuando el poder calla a balazos, la memoria nunca olvida.