Raúl de Molina, conocido popularmente como “El Gordo” del exitoso programa *El Gordo y la Flaca*, es una de las figuras más icónicas de la televisión hispana.

Durante casi tres décadas, su carisma, sentido del humor y estilo único han conquistado a millones de espectadores.

Sin embargo, detrás de esa imagen alegre y desenfadada, Raúl ha vivido batallas personales que pocos conocen.

A sus 66 años, tras una grave crisis de salud y años de silencio, decidió romper su silencio y compartir con el mundo las tragedias y miedos que han marcado su vida.

 

Hace apenas unos días, Raúl de Molina fue hospitalizado de urgencia debido a una hemorragia severa provocada por una cirugía estética.

En medio del dolor y la incertidumbre, vivió uno de los momentos más aterradores de su vida: desangrándose en el suelo de su casa, con su hija llamando al 911 para salvarlo.

Este episodio no solo puso en riesgo su vida, sino que también lo llevó a reflexionar profundamente sobre su existencia y las batallas que ha enfrentado.

 

Raúl confesó que quizá no debió someterse a esa cirugía, que fue un acto imprudente, pero que está agradecido por estar vivo.

La ausencia de pocas semanas en el programa generó preocupación entre sus compañeros y seguidores, quienes sintieron la falta de su presencia vital y energética.

La voz quebrada de su compañera Lili Stefan al aire fue una muestra clara de la dimensión emocional que tuvo esta crisis.

Aunque muchos lo conocen por sus bromas, su estilo y sus trajes coloridos, pocos saben que Raúl ha soportado pérdidas y sustos que han dejado huellas profundas en su alma.

Uno de los capítulos más dolorosos fue la pérdida de sus gemelos. Junto a su esposa Milly, lucharon durante años para formar una familia.

La alegría de lograr un embarazo doble se vio truncada por un procedimiento rutinario que terminó en tragedia: 24 horas después, Milly perdió a ambos bebés.

 

Este duelo marcó un antes y un después en la vida de Raúl y su esposa. No buscaron culpables ni presentaron demandas; el dolor fue castigo suficiente.

Ver a Milly rota y vacía fue insoportable para Raúl, quien reconoce que esa pérdida lo partió en dos.

Sin embargo, en medio de esa oscuridad llegó un milagro: su hija Mía, quien nació cuando ya habían renunciado a tener más hijos.

Hoy, con 22 años, Mía es el orgullo y la luz que ha salvado a Raúl en más de una ocasión, incluyendo el reciente episodio en que le salvó la vida al llamar al 911.

 

Raúl de Molina no solo ha enfrentado tragedias personales; también ha librado batallas contra problemas de salud y el peso literal de la fama.

En 1997, pesaba 90 libras más de lo que considera saludable, y su lucha contra la obesidad fue ardua y prolongada.

Gracias a su esfuerzo logró recuperar su salud, dignidad y energía, inspirando a muchos con su ejemplo.

En 2005, recibió un diagnóstico que lo puso frente a la muerte: cáncer en el riñón.

Debido a su obesidad, la operación era un riesgo altísimo, pero gracias a una pérdida de peso rápida y decidida, pudo someterse a la cirugía que le salvó la vida.

Desde entonces, cuida cada paso que da y valora cada día como un regalo.

 

Raúl nació en Cuba en un contexto familiar marcado por la lucha y el sacrificio.

Su padre fue preso político durante 23 años, acusado de colaborar con la CIA, una acusación que lo mantuvo encarcelado desde el año en que Raúl nació.

Su madre, temerosa del sistema, hizo todo lo posible para sacar a Raúl de Cuba, y gracias a familiares en España, lograron emigrar primero a Madrid y luego a Miami.

 

Este pasado difícil y lleno de ausencias marcó profundamente a Raúl, quien creció con la incertidumbre de no poder ver a su padre hasta pasados más de 30 años.

Las heridas de aquella separación y el peso de la historia familiar son cicatrices que aún lleva consigo.

Lejos de ser solo un personaje televisivo, Raúl es un hombre con múltiples pasiones y un fuerte compromiso social.

Su amor por el arte y la fotografía es bien conocido. Ha coleccionado relojes y obras de arte que no solo representan estatus, sino que le transmiten emociones y recuerdos.

Es parte del comité anfitrión de Art Basel y organiza eventos privados que se han convertido en un referente cultural en Miami.

 

Además, Raúl utiliza su fama para ayudar a otros. Apoya a la Universidad de Miami, a jóvenes talentos a través de fundaciones latinas y participó activamente en la ayuda tras el huracán María en Puerto Rico, entregando personalmente asistencia a los afectados.

 

La relación con su esposa Milly es uno de los pilares fundamentales en la vida de Raúl.

Se conocieron hace casi 30 años, en una fiesta de Año Nuevo, y desde entonces no se han separado.

Su matrimonio ha sido un refugio y una fuente constante de apoyo, risas y compañía en los momentos más difíciles.

 

Raúl recuerda con cariño su boda íntima en 1994, un día lleno de alegría y amor que marcó el inicio de una vida juntos.

Milly ha sido su compañera en cada paso, y su hija Mía, el milagro que les devolvió la esperanza y la felicidad tras la pérdida de los gemelos.

Tras 27 años al aire, *El Gordo y la Flaca* sigue siendo un programa fuerte y querido por la audiencia.

Aunque los rumores sobre su posible final han circulado, Raúl ha sido claro: todo lo que empieza tiene un final, pero no hay una fecha confirmada para cerrar este ciclo.

Él está preparado para lo que venga y ya trabaja en nuevos proyectos, como un libro de fotografía que reflejará su visión del mundo a través de imágenes.

 

Raúl de Molina ha demostrado ser mucho más que un presentador de televisión.

Es un hombre que ha vivido intensamente, que ha amado, sufrido y luchado, y que sigue de pie, dispuesto a contar su historia sin máscaras ni filtros.

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