“A sus 77 años, Carlos Santana finalmente revela lo que todos sospechábamos”.

Después de décadas marcando la historia de la música con su inconfundible guitarra y su energía espiritual única, Carlos Santana ha vuelto a sorprender al mundo.

Esta vez, no lo hizo con un solo desgarrador ni con una colaboración inesperada, sino con una revelación íntima, poderosa y largamente esperada.

A sus 77 años, el legendario músico mexicano rompió el silencio sobre un aspecto de su vida que por años fue objeto de rumores, especulaciones y curiosidad.

Lo dijo sin filtros, sin rodeos y con la sabiduría de quien ha vivido intensamente: “Sí, es verdad”.

Las palabras llegaron durante una entrevista íntima que fue grabada en su casa en Las Vegas, donde el artista pasa gran parte del tiempo cuando no está de gira.

Rodeado de guitarras, cristales espirituales y fotos familiares, Santana se mostró en paz, sereno y dispuesto a hablar como nunca antes.

Desde el primer momento, el tono de la conversación fue distinto: no era un músico promocionando un disco, era un hombre abriendo su corazón.

Carlos Santana confesó lo que muchos fanáticos y periodistas musicales sospechaban desde hace años: que su conexión con la música va más allá de lo terrenal.

Según sus propias palabras, desde muy joven sintió que su talento era una especie de canal, un puente entre lo divino y lo humano.

“Yo no soy el que toca.

Hay algo más grande que pasa a través de mí.

La música me escoge a mí, no al revés”, explicó con esa calma que lo caracteriza.

Más allá de las metáforas, Santana habló con claridad sobre momentos en los que experimentó sensaciones profundas mientras tocaba en vivo.

Dijo que en ciertos conciertos, sentía que su espíritu salía de su cuerpo y observaba desde afuera cómo su guitarra se movía sola, como si el universo entero le estuviera dictando cada nota.

“No eran alucinaciones.

No eran drogas.

Era algo mucho más poderoso.

Era Dios hablándome en forma de melodía”, relató con emoción.

Pero esta revelación no fue solamente espiritual.

Santana también aprovechó para contar cómo, durante años, lidió en silencio con una batalla personal: la ansiedad.

Dijo que, pese a su imagen de hombre tranquilo, durante muchos años se sintió agobiado por el miedo al fracaso, por el dolor del pasado y por la presión de mantenerse como una leyenda viviente.

Aseguró que fueron sus creencias espirituales, su familia y, sobre todo, su música, los que lo salvaron de caer en un abismo emocional.

Uno de los momentos más emotivos de la entrevista fue cuando habló de su infancia.

Recordó los años duros en Tijuana, la pobreza, la lucha de sus padres, y cómo fue la música lo único que lo hacía sentirse libre.

“Mi guitarra era mi refugio.

Cuando la tocaba, todo desaparecía: el hambre, el miedo, la tristeza.

Era como si el mundo se detuviera y yo pudiera respirar de nuevo”, dijo, mientras acariciaba una de sus guitarras más antiguas.

También se refirió a su paso por Woodstock, un hito que cambió su vida y lo lanzó al estrellato mundial.

Confesó que, aunque desde fuera parecía una celebración de gloria, por dentro estaba lleno de incertidumbre.

“Tenía 22 años y no sabía si estaba listo.

Pero cuando subí al escenario y vi a esa multitud, entendí que estaba ahí por algo más grande que yo”, dijo.

Ese momento, para él, fue una confirmación de que su música no era solo entretenimiento, sino una herramienta de sanación.

En otro punto de la conversación, Santana habló del amor.

Recordó a su exesposa Deborah, con quien compartió más de tres décadas de vida, y se mostró agradecido por los años vividos.

También habló con cariño de su actual pareja, Cindy Blackman, baterista excepcional, y de cómo el amor entre ambos ha sido una fuente de inspiración mutua.

“Cindy es mi ritmo, mi pulso.

Ella me recuerda cada día que aún tengo mucho por dar”, afirmó con una sonrisa.

Al tocar el tema de la fama, Santana fue contundente.

Dijo que durante muchos años, el ego fue un obstáculo.

Que en más de una ocasión se perdió en los aplausos y en las promesas vacías de la industria musical.

“La fama es como una droga.

Te hace creer que eres inmortal, pero en realidad te aleja de lo que eres”, confesó.

Hoy, asegura haber dejado atrás esa necesidad de validación y haber abrazado la humildad de simplemente ser un servidor de la música.

La entrevista concluyó con una frase que rápidamente se viralizó en redes sociales: “Si hoy se apagara mi guitarra para siempre, yo estaría en paz.

He dicho todo lo que mi alma vino a decir”.

Esta declaración, interpretada por algunos como una despedida, fue aclarada después por el propio artista: no está pensando en retirarse, sino que se siente completo, en paz con su legado y agradecido con la vida.

El testimonio de Carlos Santana ha conmovido profundamente a sus seguidores en todo el mundo.

Más que una entrevista, fue una lección de vida.

A sus 77 años, el maestro no solo sigue tocando con pasión, sino que también ha demostrado que la verdadera grandeza no está en los premios ni en los récords, sino en la capacidad de conectar con el corazón de los demás, de sanar a través del arte y de mantenerse fiel a uno mismo, sin importar el ruido exterior.

Lo que Carlos Santana reveló no fue un secreto escandaloso, ni una historia de tragedia.

Fue, más bien, una confirmación de lo que muchos ya sentían en cada acorde suyo: que su música es un canal espiritual, una medicina para el alma, y que su existencia va mucho más allá del show business.

Él es, y siempre será, una leyenda que eligió la luz.