La orquesta Fruko y sus Tesos no solo hizo bailar a medio continente con su salsa contagiosa, sino que también vivió una historia llena de excesos, tragedias y luchas personales que marcaron profundamente a sus integrantes y a la música colombiana.
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Más allá de los éxitos y la fama, la vida detrás del escenario estuvo cargada de sombras, adicciones y pérdidas dolorosas que revelan la cruda realidad de un mundo donde el talento y la autodestrucción caminaron de la mano.
Julio Ernesto Estrada, conocido artísticamente como Fruko, es el arquitecto de una de las agrupaciones más emblemáticas de la salsa colombiana.
Su proyecto comenzó como un experimento de estudio, sin presentaciones en vivo, pero el éxito radial fue tan grande que el público exigió verlos en tarima.
Así nació Fruko y sus Tesos, una orquesta que revolucionó la salsa en Colombia y puso al país en el mapa musical internacional.
El nombre “Fruko” surgió de una broma relacionada con una salsa de tomate popular en Colombia, un apodo que se quedó para siempre y que hoy representa la esencia de la salsa colombiana.
Bajo su dirección, la orquesta produjo himnos que siguen sonando en pistas de baile de todo el mundo, como “El Preso”, interpretado magistralmente por Wilson Saoko Yoma, conocido como “El Preso”.
Detrás de la música y el ritmo, la vida de muchos integrantes de Fruko y sus Tesos estuvo marcada por excesos y adicciones.
El “Palacio de los Tesos”, un apartamento en Medellín donde vivían y ensayaban, se convirtió en un lugar legendario no solo por su talento, sino también por las fiestas interminables, el consumo desmedido de sustancias y las tensiones personales.

Uno de los casos más dramáticos fue el de Joe Arroyo, una voz icónica que sufrió los estragos de la adicción.
En un momento, fue dado por muerto tras una falsa noticia, pero en realidad estaba en un estado crítico debido a los excesos.
Fue la solidaridad del mundo salsero, con conciertos improvisados y la ayuda de compañeros, lo que permitió que recibiera un tratamiento a tiempo y regresara a la música.
Wilson Saoko Yoma también vivió un infierno personal.
Su relación con la orquesta se volvió insostenible debido a sus problemas con las drogas y la vida en la calle.
A pesar de múltiples intentos de rehabilitación, sus recaídas fueron constantes, y su carrera casi se desvanece.
Sin embargo, la amistad y el apoyo mutuo con Joe Arroyo fueron fundamentales para su lucha y recuperación en varios momentos.
La historia de Fruko y sus Tesos está teñida por la pérdida de grandes talentos.
Piper Pimienta, otro integrante destacado, murió en circunstancias que nunca se aclararon completamente, con rumores que apuntan a ajustes de cuentas y conflictos en el negocio musical.
Su muerte dejó una herida abierta en la comunidad salsera.

Joe Arroyo falleció tras años de complicaciones de salud derivadas de su vida intensa y los excesos prolongados.
Wilson Manoma, a pesar de luchar contra sus demonios y alejarse de las drogas en varias ocasiones, sucumbió a problemas de salud acumulados, caídas y enfermedades que su cuerpo ya no pudo resistir.
Estas muertes reflejan el alto costo que tuvo la fama y el estilo de vida para muchos de estos músicos, quienes vivieron al límite y pagaron un precio muy alto.
Fruko y sus Tesos no solo fue música para bailar; fue un reflejo crudo de una época donde el talento se mezclaba con excesos y donde la fama llegaba sin manual de instrucciones.
Las canciones, muchas veces inspiradas en vivencias reales, hablaron de la lucha, la pobreza y la esperanza, pero también de la autodestrucción y la pérdida.
El disco “Fruko el Grande” y temas como “El Preso” trascendieron fronteras, llevando la salsa colombiana a escenarios internacionales y convirtiéndose en himnos universales que aún hoy emocionan a nuevas generaciones.
A pesar de las peleas internas, las separaciones y los problemas personales, la relación entre muchos integrantes de la orquesta estuvo marcada por una hermandad nacida en el dolor y la adversidad.
Joe Arroyo y Wilson Manoma, por ejemplo, se apoyaron mutuamente en momentos críticos, demostrando que la amistad verdadera puede sobrevivir a las peores circunstancias.

Esta solidaridad fue clave para que varios pudieran enfrentar sus batallas personales y seguir adelante, aunque el desgaste físico y emocional fuera inevitable.
Hoy, a más de cinco décadas del surgimiento de Fruko y sus Tesos, su legado sigue vivo, pero la historia de excesos y tragedias invita a reflexionar sobre los costos ocultos de la fama y el éxito en la música.
¿Ha cambiado algo en la industria para evitar que estas historias se repitan? ¿Se protege mejor la salud física y mental de los artistas?
Las vidas de estos músicos nos recuerdan que detrás del brillo y la alegría de la salsa hay historias humanas complejas, marcadas por la lucha, la caída y, en algunos casos, la redención.