Las cámaras se apagaron y nadie pudo hablar: lo que ocurrió en la crucifixión de The Chosen
Las cámaras estaban apagadas.
Nadie decía una palabra.
En el set solo se escuchaban los sollozos contenidos y la respiración agitada de los actores que apenas podían mantenerse en pie.
Jonathan Rumi seguía colgado en la cruz.
No había un guion para ese momento.
Ya no era una actuación.
Lo que ocurrió allí fue algo que ni siquiera la producción de la serie había previsto.
Un dolor auténtico, una presencia que nadie podía explicar.
Y a pesar de contar con décadas de experiencia, el director Dallas Jenkins tuvo que parar todo; no pudo continuar.
Pero, ¿qué fue exactamente lo que sucedió detrás de cámaras durante la escena de la crucifixión en la sexta temporada de The Chosen? Quédate hasta el final y descúbrelo.

Desde su estreno, The Chosen dejó claro que no es solo otra serie bíblica más.
Ha logrado algo que pocas producciones sobre Jesucristo han conseguido con tanta naturalidad: mostrar la humanidad completa de aquel que dividió la historia de la humanidad.
La serie no presenta a Jesús como un profeta lejano, ni como una figura religiosa inalcanzable.
Al contrario, lo retrata como un hombre real, con emociones auténticas, que vive amistades verdaderas, momentos de alegría, de cansancio y de dolor genuino.
Esta visión más humana y cercana es lo que ha llevado a millones de espectadores de regreso al corazón del mensaje cristiano.
La sexta temporada, en particular, marca un punto de inflexión dentro de la serie.
Todo el guion gira en torno a las últimas 24 horas de la vida terrenal de Jesús, culminando en la crucifixión.
Dallas Jenkins decidió no hacer concesiones ni suavizar la carga emocional de ese momento histórico.
Durante tres semanas de junio de 2025, el equipo dejó temporalmente los sets habituales en Mid Lothian, Texas, y se trasladó a Matera, Italia, la misma ciudad que Mel Gibson inmortalizó en La pasión de Cristo.
Este cambio no solo fue estético; era un compromiso con una narrativa que necesitaba transmitir verdad.
El día avanza en Matera, el frío se vuelve más intenso, cortante, pero nadie parece notarlo.
La atención de todos está puesta en algo mucho más grande, más profundo que cualquier incomodidad física.
Jonathan Rumi sigue allí colgado en la cruz, su cuerpo exhausto temblando levemente, con los ojos cerrados en una concentración absoluta.
La escena ya fue grabada, pero sucedió algo extraordinario.
Nadie logra volver a la normalidad.
Elizabeth Tavish, quien interpreta a María Magdalena, está visiblemente afectada.
Sale rápidamente del set, cubriéndose el rostro con las manos para ocultar las lágrimas que no dejan de caer.
Otros actores también están profundamente conmovidos, abrazándose en silencio, buscando consuelo mutuo, sin necesidad de palabras.
Dallas Jenkins observa desde la distancia, conmovido.
Desde el principio sabía que la sexta temporada sería un desafío no solo técnico, sino también espiritual.
Pero ni él mismo imaginó que grabar la crucifixión alcanzaría una dimensión tan intensa, casi sobrenatural.
No hubo necesidad de efectos especiales ni música dramática.
La fuerza de ese momento superó cualquier guion.
Más tarde, el director admitiría que nunca había presenciado algo tan poderoso y real en toda su carrera.

Jonathan Rumi, al interpretar a Cristo, sentía que compartía una parte de ese sufrimiento indescriptible.
Fue esa entrega total la que tocó tan profundamente al resto del elenco.
George Harrison Shantis, quien interpreta al apóstol Juan, describió el ambiente durante esa grabación como electrizante y profundamente introspectivo.
Afirmó que nadie estaba allí solo para cumplir con una escena; todos estaban viviendo un momento raro de conexión interior, de inmersión en algo mucho más grande.
Para comprender el impacto emocional de esa escena, hay que tener en cuenta que a lo largo de las temporadas anteriores, los actores construyeron una relación intensa y genuina con sus personajes.
Cada actor tuvo que sumergirse en las motivaciones, temores, sueños y conflictos de esos personajes históricos.
Comenzaron a sentir el peso de representar con autenticidad el legado de personas reales que dejaron una huella profunda en la historia.
Uno de los aspectos más impactantes de ese día fue la vulnerabilidad colectiva que se apoderó del set.
Ya no eran actores representando figuras bíblicas; eran personas comunes confrontadas directamente con el peso espiritual y emocional de ese acontecimiento.
Esa vulnerabilidad quedó registrada en los videos de detrás de cámaras publicados por la producción, y basta verlos para entender cuánto va The Chosen más allá de una simple serie.
El ambiente en Matera era casi imposible de describir con precisión.
No era solo una producción audiovisual.
Como algunos dijeron, fue un milagro silencioso.
Algo pasó allí, algo que no se puede explicar con facilidad ni atribuir solamente al talento del elenco o la habilidad del director.
Era como si la historia hubiera cobrado vida en tiempo real, tocando el alma de cada persona presente.

Dallas Jenkins pidió en varias ocasiones que los fans oraran por el equipo y el elenco, no solo por el esfuerzo físico de las grabaciones nocturnas, sino por la batalla emocional y espiritual que implicaba producir la temporada más significativa hasta el momento.
Reveló que en muchas ocasiones grababan hasta las 3 de la mañana, enfrentando un agotamiento físico extremo y un nivel de tensión emocional altísimo.
Eso ayudó a crear el ambiente propicio para la escena de la crucifixión, pero nada los había preparado para lo que realmente ocurrió durante la filmación.
La intensidad del momento llevó al director a detener las grabaciones varias veces para que todos pudieran respirar y asimilar lo que estaban viviendo.
Esos descansos no estaban en el plan de rodaje, pero se volvieron imprescindibles ante la magnitud emocional del día.
La intensidad no se limitó al elenco principal.
Técnicos, extras y todo el equipo de producción también se vieron profundamente afectados.
Muchos lloraron en silencio detrás de cámaras, captados por los videos que luego la producción decidió compartir.
El sudor, las lágrimas y la vulnerabilidad se entrelazaron en ese día, creando una experiencia casi sin precedentes en la historia reciente del entretenimiento.
Los actores estaban agotados física y mentalmente, emocionalmente expuestos y espiritualmente tocados.
Esa combinación hizo que en ese día particular el elenco no fuera solo un grupo de actores trabajando, sino una familia compartiendo una vivencia profundamente humana y espiritual.
Cuando el público vio los videos detrás de cámaras, pudo percibir claramente esa vulnerabilidad.
Lágrimas verdaderas, abrazos espontáneos, silencios llenos de significado.
Todo eso transmitió una verdad rara y conmovedora.
Esa honestidad emocional es lo que hace que The Chosen no sea solo una serie, sino una experiencia espiritual transformadora.

Lo más impactante de todo esto es que fue completamente espontáneo.
No hubo ensayo capaz de preparar al elenco para lo que se vivió.
Y es precisamente esa autenticidad la que conecta tan profundamente con el público.
La emoción genuina no se finge.
La audiencia sabe cuando algo es real, cuando un momento atraviesa la pantalla y toca el alma.
Por eso, la grabación de la crucifixión en la sexta temporada conmovió tanto a quienes estaban allí y también a quienes vieron los resultados, porque no fue solo una representación de un evento histórico; fue una vivencia compartida de humanidad pura, real, tangible.
The Chosen logró lo que pocas producciones logran: hacer que una historia antigua vuelva a sentirse como si estuviera ocurriendo por primera vez.
La intensidad de lo que ocurrió en el set durante la grabación de la crucifixión no fue un evento aislado ni una coincidencia emocional o técnica.
Ese momento reveló algo esencial que la humanidad necesita recuperar con urgencia: una conexión genuina con lo sagrado y una reconciliación real con los valores más profundos y fundamentales de la vida.