Después de 50 años, Julio, el hijo de Rubby Pérez, revela una verdad que nadie se atrevió a contar
Julio Alberto, el hijo mayor de Rubby Pérez, ha decidido poner fin a años de silencio con una confesión estremecedora.
Mientras el mundo admiraba a Rubby como una leyenda de la música caribeña, dentro de su hogar, según Julio, la realidad era muy distinta.
“Dentro de casa éramos prisioneros de su oscuridad”, dijo con voz firme, abriendo una puerta que muchos temían cruzar.
Durante años, Julio observó y sintió, pero nunca habló.
Temía que revelar la verdad destruyera la imagen de un ídolo popular, pero la reciente confesión de su hermana Zulinka le dio el valor para expresarse públicamente.
“No quiero fama ni dinero, quiero paz. Y la paz empieza cuando la verdad se dice sin miedo”, afirmó.
Desde pequeño, Julio percibía que algo no estaba bien.
Contó cómo Zulinka evitaba quedarse sola con su padre, inventando excusas para no estar con él.
Recordó una escena que marcó su infancia: una noche, Rubby llegó con un vestido blanco para Zulinka, insistió en que se lo probara y le dijo que se veía hermosa como una mujer.
Zulinka tenía apenas 12 años y, según Julio, esa fue la noche en que algo se rompió para siempre.
El relato de Julio incluye también la complicidad silenciosa de su madre, Inés, quien sabía lo que ocurría pero optaba por callar.
“Tú sabes cómo soy”, fue la respuesta de Rubby cuando Inés lo confrontó, sellando un pacto de silencio que mantuvo a la familia atrapada en un ciclo de miedo y dolor.
Julio describe el “cariño” de Rubby hacia Zulinka como algo oscuro, difícil de definir, y recuerda cómo su hermana no era una niña feliz, sino una víctima dentro de su propio hogar.
Las grabaciones encontradas en el celular recuperado de la discoteca donde Rubby perdió la vida confirmaron muchas de estas sospechas: audios, videos y notas que mostraban el sufrimiento de Zulinka y la actitud de su padre.
El peso de esta verdad llevó a Julio a alejarse del país durante años, buscando escapar del ambiente tóxico que lo había marcado.
Al regresar, encontró a su hermana rota, llena de culpa y miedo, y decidió romper su silencio no para destruir a nadie, sino para buscar justicia y dignidad.
Entre los documentos revelados, Julio mencionó una carta que Rubby le dejó días antes de morir, la cual, según él, confirmaría muchas de las verdades ocultas.
Sin embargo, prefirió reservar ese contenido para otro momento, dejando en suspenso nuevas revelaciones.
Julio habló también de fotografías perturbadoras que encontró en el estudio de su padre, imágenes de Zulinka tomadas sin su consentimiento, que mostraban una realidad aún más oscura.
Reconoció las voces y los escenarios de las grabaciones, confirmando la autenticidad de las pruebas que ahora son parte de la investigación.
El testimonio de Julio no solo apunta a su padre, sino a toda una red de complicidades: familiares, amigos, asistentes y músicos que conocían la situación y optaron por el silencio.
También reveló la existencia de una empleada que trabajó durante años en la casa y que fue testigo de los abusos, la misma persona que ocultó el celular por miedo y para protegerse.
El caso se complica aún más con la existencia de diarios escritos por Rubby, llenos de confesiones y pensamientos que justificaban sus acciones desde su propia perspectiva distorsionada.
Estos documentos muestran un hombre convencido de que su “cariño” era especial, aunque dañino.
Julio admitió que hay grabaciones que aún no han sido vistas por la policía, por respeto a Zulinka, quien no está preparada para revivir ese pasado.
Mientras tanto, la historia ha salido a la luz pública, convirtiéndose en noticia y tendencia, pero también en un foco de amenazas y presiones para silenciar a quienes hablan.
En un momento especialmente impactante, Julio narró cómo una amiga de Zulinka fue testigo de una situación inquietante cuando tenía apenas 13 años, un episodio que terminó con la amiga desapareciendo sin despedirse, dejando una sombra de miedo y sospecha.
Además, se confirmó que existen archivos en la nube protegidos con contraseñas que pertenecieron a Rubby, los cuales están siendo investigados por la fiscalía.
El contenido de estos archivos podría revelar aún más detalles sobre esta compleja y dolorosa historia.
Julio enfatizó que no odia a su padre, pero tampoco puede perdonarlo, porque lo que hizo no fue un error aislado, sino una decisión consciente que se repitió a lo largo de los años.
Su voz transmite la lucha de un hijo que amó y temió a un hombre cuya verdadera cara finalmente comienza a mostrarse.
El testimonio también advierte sobre otra víctima, una persona cercana a la familia que aún no ha hablado, pero que podría cambiar el rumbo de esta historia cuando decida hacerlo.
Julio insiste en que la verdad debe salir a la luz, sin importar lo dolorosa que sea.
Concluye con un llamado a la reflexión: no basta con admirar a las figuras públicas por su talento o fama; también es necesario mirar lo que dejaron atrás, las heridas invisibles y los silencios que pueden esconder tragedias profundas.
Esta historia, aunque desgarradora, es solo el comienzo.
Quedan páginas por escribir, voces por escuchar y justicia por alcanzar.
Julio Alberto ha decidido ser la voz que rompa el silencio, en honor a su hermana y a todas las víctimas que aún no pueden hablar.
El legado de Rubby Pérez ahora se enfrenta a una verdad que nadie podrá ocultar y que invita a cuestionar cuántas otras historias similares permanecen enterradas detrás de las luces y el brillo del espectáculo.
