Ramón Valdés, conocido mundialmente por su personaje de Don Ramón en El Chavo del Ocho, fue una de las figuras más queridas y talentosas de la comedia mexicana.

A lo largo de su carrera, que abarcó varias décadas, se destacó no solo por su increíble capacidad para hacer reír, sino también por su humildad y carisma.
A pesar de los altos y bajos en su vida, siempre mantuvo una actitud positiva y un sentido del humor inquebrantable.
Nacido el 2 de septiembre de 1923 en Ciudad de México, Ramón Valdés fue parte de una familia de artistas.
Su hermano Germán Valdés, conocido como Tintán, fue uno de los cómicos más famosos de la época, lo que ayudó a Ramón a incursionar en el mundo de la actuación.
Aunque sus primeros trabajos fueron modestos, pronto demostró su gran talento y consiguió papeles en películas y programas de radio.
En los años 50 y 60, la comedia mexicana vivió su época dorada, y Ramón Valdés fue una pieza clave en este fenómeno.
Trabajó junto a otros grandes del cine y la televisión, como Pedro Infante y Cantinflas, y se ganó el reconocimiento del público.

En 1962, Ramón tuvo su primer encuentro con Roberto Gómez Bolaños, lo que marcaría un punto de inflexión en su carrera.
El guionista y comediante, quien estaba empezando a ganar notoriedad, invitó a Valdés a participar en un sketch de su programa Los Supergenios de la Mesa Cuadrada, lo que abrió las puertas a la televisión para él.
No pasó mucho tiempo antes de que Gómez Bolaños lo reclutara para su proyecto más ambicioso: El Chavo del Ocho.
Don Ramón, el personaje interpretado por Valdés, se convirtió rápidamente en uno de los más entrañables de la serie.
Su característico comportamiento cascarrabias, su eterna deuda con el Señor Barriga y su rivalidad con Doña Florinda hicieron de él un personaje inolvidable.
Sin embargo, detrás de esa fachada de mal humor, Don Ramón tenía un gran corazón y siempre estaba dispuesto a enseñar a los más pequeños lecciones de vida, como cuando decía “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.
A pesar del éxito que El Chavo del Ocho alcanzó en todo el mundo, la relación entre los miembros del elenco comenzó a deteriorarse a medida que la serie se alargaba.
En 1978, Carlos Villagrán, quien interpretaba a Kiko, dejó el programa debido a desacuerdos con Roberto Gómez Bolaños sobre los derechos de su personaje, y Ramón Valdés lo siguió en señal de solidaridad.
También influyó en su decisión la nueva dinámica en el set, que cambió cuando Florinda Meza asumió un papel más dominante dentro del programa tras su relación con Gómez Bolaños.
Después de dejar El Chavo del Ocho, Valdés continuó con su carrera en la televisión y el cine, pero su salud comenzó a deteriorarse debido a su adicción al tabaco.
A principios de los años 80, le fue diagnosticado cáncer de estómago, lo que le dio un pronóstico de vida de solo seis meses.
A pesar de la gravedad de su enfermedad, Ramón siguió adelante con su vida, sin perder nunca su optimismo ni su sentido del humor.

En sus últimos años, Ramón Valdés estuvo acompañado de su familia y amigos, quienes siempre lo apoyaron.
Incluso, en sus momentos más difíciles, continuó con su circo y mantuvo una actitud positiva ante la vida.
Durante sus últimos días, expresó su deseo de reencontrarse con sus hijos en el más allá, y en una emotiva conversación con su familia, mencionó que se encontrarían en un árbol con olor a durazno, lo que reflejaba su fe y esperanza en la resurrección.
El 9 de agosto de 1988, Ramón Valdés falleció a los 64 años, dejando un vacío enorme en el mundo del espectáculo.
Su funeral fue una ocasión triste, pero llena de cariño y respeto por parte de sus familiares, amigos y fanáticos.
Aunque muchos de los miembros del elenco de El Chavo del Ocho no pudieron asistir, algunos de sus compañeros más cercanos, como Angelines Fernández (Doña Clotilde) y Carlos Villagrán, estuvieron presentes para rendirle homenaje.
Ramón Valdés nunca buscó la fama ni el reconocimiento, pero su legado sigue vivo en canciones, memes y programas de televisión, y sigue siendo recordado como un hombre de gran talento, generoso y, sobre todo, un padre y amigo ejemplar.
Su popularidad trasciende generaciones y fronteras, y su nombre sigue siendo sinónimo de risas y buenos recuerdos para millones de personas.