Paloma San Basilio, una de las voces más sofisticadas y respetadas de la música en español, sorprendió al mundo al revelar, a sus 74 años, una verdad que había guardado durante décadas.
La cantante madrileña, conocida por su elegancia, talento y trayectoria impecable, decidió nombrar a los cinco cantantes con quienes nunca logró construir una relación sincera, y a quienes llegó a considerar con profundo desdén.
Esta confesión no solo destapó heridas personales, sino que también mostró las tensiones y rivalidades que se esconden detrás del brillo de los escenarios.
Desde sus inicios en los años 70, Paloma San Basilio cautivó al público con una presencia escénica única que combinaba clase, talento vocal y una elegancia imperturbable.
Mientras muchos artistas optaban por el escándalo para mantenerse en la cima, Paloma apostó por la excelencia artística, ganándose el respeto del público y de la crítica con álbumes memorables como *La fiesta terminó* y *Encantados*, y actuaciones inolvidables en musicales como *Evita*, donde interpretó a Eva Perón con una fuerza dramática que dejó huella.
Su voz, capaz de navegar entre la lírica, el pop y la balada romántica con gran facilidad, la convirtió en una figura emblemática no solo en España, sino también en América Latina.
Su vida personal, marcada por la discreción, incluyó un matrimonio con el deportista Ignacio Gómez Pellico y una relación posterior con el empresario Claudio Reyes, además de su hija Ivana, fruto de su primer matrimonio.
Sin embargo, detrás de ese éxito y esa imagen impecable, Paloma enfrentó durante años tensiones y heridas profundas que el público desconocía.
La frialdad y distanciamiento de algunos colegas, las comparaciones constantes con otros iconos como Rafael, Julio Iglesias o Isabel Pantoja, y la presión de una industria que cambiaba rápidamente fueron minando su carrera y su espíritu.
Relató cómo, con el paso del tiempo, su música fue desplazada en favor de nuevas tendencias, y cómo los medios comenzaron a relegarla mientras celebraban con euforia a las nuevas estrellas del pop español.
Las discográficas le sugirieron reinventarse, hacer duetos con artistas urbanos y cambiar su estética, propuestas que consideró una traición a su esencia.
Uno de los momentos más dolorosos para Paloma fue durante una ceremonia de premiación, cuando fue invitada a entregar un galardón en lugar de recibir uno, mientras el premio principal se otorgaba a un cantante emergente con una carrera mucho menos consolidada.
Al bajar del escenario, escuchó un comentario despectivo sobre su edad y relevancia, lo que le hizo comprender que en la industria del entretenimiento el respeto tiene fecha de caducidad.
Con la madurez y serenidad que solo otorgan los años y la experiencia, Paloma decidió romper el silencio y nombrar a los cinco artistas con quienes nunca logró una relación sincera, revelando un lado oscuro de la industria musical.
El primero fue Rafael, con quien compartió época y escenarios, pero nunca hubo cercanía, solo una competencia no declarada; la frialdad de Rafael en los camerinos y la falta de gestos amables la marcaron profundamente.
Luego mencionó a Ana Torroja, vocalista de Mecano, representante de una generación distinta, quien despreciaba abiertamente la música melódica que Paloma representaba y la miraba como si fuera parte de una época obsoleta.
Paloma recordó cómo Ana se refirió a su estilo como “música de salón para señoras aburridas” en una entrevista, una frase que la marcó profundamente.
Isabel Pantoja fue otra figura con quien nunca logró establecer una relación sana; Paloma recordó un episodio donde Isabel se negó a cantar a dúo con ella, alegando que Paloma no tenía suficiente “duende,” lo que interpretó como una falta de respeto.
Además, Paloma apuntó al grupo Mecano en general, más allá de Ana Torroja, como representante de todo lo que la industria quería imponer: juventud, irreverencia y comercialidad, lo que la hizo sentirse desplazada y enfrentada a un sistema que no valoraba su estilo ni trayectoria.
Finalmente, mencionó a Julio Iglesias, con quien nunca tuvo una relación cercana y cuyo trato fue distante.
A pesar de las heridas y decepciones, Paloma mostró una actitud sorprendentemente madura al hablar de perdón.
Relató cómo, años después, Rafael la contactó para intentar una reconciliación, un gesto que valoró profundamente aunque no hubo disculpas formales.
También destacó un momento de acercamiento con Ana Torroja, quien reconoció públicamente la influencia de Paloma en su carrera, un gesto que fue recibido con esperanza.
Sin embargo, dejó claro que con Isabel Pantoja y Julio Iglesias no hubo reconciliación ni expectativas, expresando que el perdón no siempre requiere la presencia del otro, sino la liberación personal.
La confesión de Paloma San Basilio no fue un acto de venganza ni un escándalo público, sino una catarsis necesaria para cerrar ciclos y sanar heridas que había guardado en silencio durante décadas.
Expresó que nunca odiaba las voces de sus colegas, sino cómo la hicieron sentir, y que su historia refleja las dificultades que enfrentan muchas leyendas cuando la industria deja de considerarlas rentables.
Su relato también expuso la violencia sutil de la invisibilización, el desprecio disfrazado de profesionalismo y la soledad que puede acompañar a una carrera brillante.
Paloma enfrentó todo esto con dignidad, sin contraatacar ni alimentar el rencor, hasta que decidió que era momento de hablar.
Paloma San Basilio sigue siendo un símbolo de elegancia, talento y autenticidad en la música en español.
Su valentía para compartir estas verdades ocultas ha abierto un debate necesario sobre cómo la industria trata a sus artistas veteranos y la importancia de reconocer sus aportes más allá de la fama pasajera.
Su historia nos recuerda que detrás de cada estrella hay una persona con luchas internas, y que el respeto y la empatía son fundamentales para valorar no solo el arte, sino también a quienes lo crean.
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